Es muy común encontrarnos con el desafío del individualismo entre nuestros hermanos en la fe. Muchas personas nos cuestionan sobre la necesidad de venir al templo y se hacen eco del argumento de la omnipresencia de Dios. Porque siendo que Él está en todas partes, no hace falta ir al templo para encontrarse con Él. Es necesario que dentro de la pastoral sobre todo de las grandes urbes, donde cada vez es más común que cada quien se aisle en su propia casa, insistamos en el valor de la oración en común, sobre todo de la celebración de la Misa dominical.
A veces parecería que empezando por nosotros mismos, los sacerdotes, no la tenemos tan clara. Parecería más fructuoso desenvolver otras actividades y proponer iniciativas innovadoras. Cierto es que muchas de ellas suelen producir frutos interesantes, pero la mayoría de las veces son efímeros. El Beato Juan Pablo II nos muestra el camino concreto para reunir al rebaño del Señor:
"Pero ella no se realiza sólo mediante el hecho de la unión entre los hombres a través de la experiencia de la fraternidad a la que da ocasión el banquete eucarístico. La Iglesia se realiza cuando en aquella unión y comunión fraternas, celebramos el sacrificio de la cruz de Cristo, cuando anunciamos «la muerte del Señor hasta que El venga». Y luego cuando, compenetrados profundamente en el misterio de nuestra salvación, nos acercamos comunitariamente a la mesa del Señor, para nutrirnos sacramentalmente con los frutos del Santo Sacrificio propiciatorio. En la Comunión eucarística recibimos pues a Cristo, a Cristo mismo; y nuestra unión con El, que es don y gracia para cada uno, hace que nos asociemos en Él a la unidad de su Cuerpo, que es la Iglesia." (Dominicae Cenae, 4)
A veces parecería que empezando por nosotros mismos, los sacerdotes, no la tenemos tan clara. Parecería más fructuoso desenvolver otras actividades y proponer iniciativas innovadoras. Cierto es que muchas de ellas suelen producir frutos interesantes, pero la mayoría de las veces son efímeros. El Beato Juan Pablo II nos muestra el camino concreto para reunir al rebaño del Señor:
"Pero ella no se realiza sólo mediante el hecho de la unión entre los hombres a través de la experiencia de la fraternidad a la que da ocasión el banquete eucarístico. La Iglesia se realiza cuando en aquella unión y comunión fraternas, celebramos el sacrificio de la cruz de Cristo, cuando anunciamos «la muerte del Señor hasta que El venga». Y luego cuando, compenetrados profundamente en el misterio de nuestra salvación, nos acercamos comunitariamente a la mesa del Señor, para nutrirnos sacramentalmente con los frutos del Santo Sacrificio propiciatorio. En la Comunión eucarística recibimos pues a Cristo, a Cristo mismo; y nuestra unión con El, que es don y gracia para cada uno, hace que nos asociemos en Él a la unidad de su Cuerpo, que es la Iglesia." (Dominicae Cenae, 4)
"Nútrase de ella toda actividad pastoral, sea también alimento para nosotros mismos y para todos los sacerdotes que colaboran con nosotros, y finalmente para todas las comunidades encomendadas a nuestro cuidado. En esta praxis ha de revelarse, casi a cada paso, aquella estrecha relación que hay entre la vitalidad espiritual y apostólica de la Iglesia y la Eucaristía, entendida en su significado profundo y bajo todos los puntos de vista." (Ibidem)
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Sigamos promoviendo aquellas iniciativas que puedan responder a nuestras necesidades eclesiales, pero sin olvidar que la Santa Misa debe ser la principal. El crecimiento y fortalecimiento de toda comunidad cristiana comienza con la asamblea dominical, cuando la parroquia se reune a celebrar el Santo Sacrificio y se alimenta de él.
P. César Piechestein, MED
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Sigamos promoviendo aquellas iniciativas que puedan responder a nuestras necesidades eclesiales, pero sin olvidar que la Santa Misa debe ser la principal. El crecimiento y fortalecimiento de toda comunidad cristiana comienza con la asamblea dominical, cuando la parroquia se reune a celebrar el Santo Sacrificio y se alimenta de él.
P. César Piechestein, MED