Misioneros Eucarìsticos Diocesanos es una fraternidad sacerdotal fundada por el Beato Manuel Gonzàlez.
Nuestra misión es :"Remediar los tres abandonos más perjudiciales de un pueblo,
el de Jesús Sacramentado,
el del cura
y el de las almas."
(Beato Manuel González)
el de Jesús Sacramentado,
el del cura
y el de las almas."
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lunes, 28 de mayo de 2012
jueves, 19 de abril de 2012
viernes, 2 de marzo de 2012
El Papa nos recuerda el valor de la oración frente al Sacramentado
Dando vueltas en la página web del Vaticano me topé con una homilía del Papa Benedicto XVI en Alemania. Me parece que nos puede ayudar a recordar que el mejor lugar para recobrar el aliento y las fuerzas es el Sagrario, teniendo en cuenta que las exigencias pastorales son muchas, a veces parecerían hasta demasiadas:
«La experiencia confirma que cuando los sacerdotes, debido a sus múltiples deberes, dedican cada vez menos tiempo para estar con el Señor, a pesar de su actividad tal vez heroica, acaban por perder la fuerza interior que los sostiene. Su actividad se convierte en un activismo vacío».
Creo que a ninguno de nosotros nos es extraña la amenaza del activismo, y mucho se ha hablado de él. Sabemos bien que trabajamos para Cristo y todo lo hacemos con la mejor de las voluntades, pero esto nos puede llevar a descuidar nuestra vida espiritual. Cuidamos a todos menos a Jesús, que al final es a quien hemos consagrado nuestra vida:
«Estar con él y, como enviados, salir al encuentro de la gente: estas dos cosas van juntas y, a la vez, constituyen la esencia de la vocación espiritual, del sacerdocio. Estar con él y ser enviados son dos cosas inseparables. Sólo quienes están "con él" aprenden a conocerlo y pueden anunciarlo de verdad. Y quienes están con él no pueden retener para sí lo que han encontrado, sino que deben comunicarlo. Es lo que sucedió a Andrés, que le dijo a su hermano Simón: "Hemos encontrado al Mesías" (Jn 1, 41). "Y lo llevó a Jesús", añade el evangelista (Jn 1, 42)».
El Papa no nos pide que nos convirtamos en monjes, nuestra vocación no es contemplativa. Pero nuestro apostolado es una tarea sobrenatural y no podemos pensar que nos bastarán nuestras capacidades. Sólo siendo instrumentos de Cristo podemos hacer que nuestra pastoral sea verdaderamente una labor trascendental. Como decía Don Manuel, se trata de “eucaristizar” el mundo, pero “eucaristizándonos” nosotros primero:
«En una de sus parábolas el Señor habla del tesoro escondido en el campo. Quien lo encuentra —nos dice— vende todo lo que tiene para poder comprar ese campo, porque el tesoro escondido es más valioso que cualquier otra cosa. El tesoro escondido, el bien superior a cualquier otro bien, es el reino de Dios, es Jesús mismo, el Reino en persona. En la sagrada Hostia está presente él, el verdadero tesoro, siempre accesible para nosotros. Sólo adorando su presencia aprendemos a recibirlo adecuadamente, aprendemos a comulgar, aprendemos desde dentro la celebración de la Eucaristía.
En este contexto, quiero citar unas hermosas palabras de Edith Stein, la santa copatrona de Europa. En una de sus cartas escribe: "El Señor está presente en el sagrario con su divinidad y su humanidad. No está allí por él mismo, sino por nosotros, porque su alegría es estar con los hombres. Y porque sabe que nosotros, tal como somos, necesitamos su cercanía personal. En consecuencia, cualquier persona que tenga pensamientos y sentimientos normales, se sentirá atraída y pasará tiempo con él siempre que le sea posible y todo el tiempo que le sea posible" (Gesammelte Werke VII, 136 f)».
Y si amamos nuestro sacerdocio y reconocemos la necesidad que el mundo de hoy tiene de muchos y santos sacerdotes, seguiremos repitiendo delante del Sagrario ese súplica que el mismo Jesús nos mandó a repetir al Dueño de la mies:
«Busquemos estar con el Señor. Allí podemos hablar de todo con él. Podemos presentarle nuestras peticiones, nuestras preocupaciones, nuestros problemas, nuestras alegrías, nuestra gratitud, nuestras decepciones, nuestras necesidades y nuestras esperanzas. Allí podemos repetirle constantemente: "Señor, envía obreros a tu mies. Ayúdame a ser un buen obrero en tu viña"». (Benedicto XVI, homilía pronunciada en la Basílica de Santa Ana de Altötting el 11 de septiembre del 2006)
P. César Piechestein, MED
viernes, 16 de diciembre de 2011
El párroco y la Madre de Cristo Sacerdote
Oración del Párroco a María Santísima
Oh María, Madre de Jesucristo, Crucificado y Resucitado,
Madre de la Iglesia, pueblo sacerdotal (1 Pe 2,9),
Madre de los sacerdotes, ministros de tu Hijo:
acoge el humilde ofrecimiento de mí mismo,
para que en mi misión pastoral
pueda anunciar la infinita misericordia
del Sumo y Eterno Sacerdote:
oh “Madre de misericordia”.
Tú que has compartido con tu Hijo,
su «obediencia sacerdotal» (Heb 10,5-7; Lc 1,38),
y has preparado para él un cuerpo (Heb 10,7)
en la unción del Espíritu Santo,
introduce mi vida sacerdotal en el misterio inefable
de tu divina maternidad,
oh “Santa Madre de Dios”.
Dame fuerza en las horas oscuras de la vida,
confórtame en la fatiga de mi ministerio
que tu Jesús me ha confiado,
para que, en comunión Contigo, pueda llevarlo a cabo
con fidelidad y amor,
oh Madre del Eterno Sacerdote,
«Reina de los Apóstoles, Auxilio de los presbíteros».
Tú que has acompañado silenciosamente a Jesús
en su misión de anunciar
el Evangelio de paz a los pobres,
hazme fiel a la grey
que el Buen Pastor me ha confiado.
Haz que yo pueda guiarla siempre
con sentimientos de paciencia, de dulzura
de firmeza y amor,
en la predilección por los enfermos,
por los pequeños, por los pobres, por los pecadores,
oh “Madre Auxiliadora del Pueblo cristiano”.
A Ti me consagro y confío, oh María,
que, junto a la Cruz de tu Hijo,
has sido hecha partícipe de su obra redentora,
«unida con lazo indisoluble a la obra de la salvación».
Haz que, en el ejercicio de mi ministerio,
pueda sentir siempre más
«la dimensión espléndida y penetrante de tu cercanía»
en todo momento de mi vida,
en la oración y en la acción,
en la alegría y en el dolor, en el cansancio y en el descanso,
oh “Madre de la Confianza”.
Concédeme oh Madre, que en la celebración de la Eucaristía,
centro y fuente del ministerio sacerdotal,
pueda vivir mi cercanía a Jesús
en tu cercanía materna,
porque «cuando celebramos la Santa Misa tú estás junto a nosotros»
y nos introduces en el misterio de la ofrenda redentora de tu divino Hijo,
oh «Mediadora de las gracias que brotan de esta ofrenda para la Iglesia y para todos los fieles»
oh “Madre del Salvador”.
Oh María: deseo poner mi persona,
mi voluntad de ser santo,
bajo tu protección e inspiración materna
para que Tú me guíes
hacia aquella “conformación con Cristo, Cabeza y Pastor”
que requiere el ministerio de párroco.
Haz que yo tome conciencia
de que “Tú estás siempre junto a todo sacerdote”,
en su misión de ministro
del Único Mediador Jesucristo:
Oh “Madre de los Sacerdotes”,
“Socorro y Mediadora”
de todas las gracias.
Amén
jueves, 8 de diciembre de 2011
Descubriendo la Vocación
Tres preguntas que pueden aclarar un poco las dudas sobre un tema esencial en la vida cristiana.
¿Qué es para ti la vocación?
Es el plan que Dios tiene para cada persona, el camino que El Señor prepara a cada uno desde toda la eternidad para amarlo y conocerlo. Descubrir este plan es la experiencia más hermosa que se pueda tener.
¿Cómo puedo descubrir que el Señor me está llamando?
La vocación al sacerdocio es un misterio que se descubre poco a poco, el secreto es sintonizar con Dios, preguntarle a Él mismo, insistir mucho hasta escuchar claramente su voz, pedir la gracia de descubrir su voluntad en las cosas que nos pasan. Este descubrimiento sigue aún después de haber entrado al seminario.
¿Qué le dirías a un joven que está discerniendo su vocación?
1. Que Dios está con Él, lo ama y le está hablando.
2. Que ore y comulgue más de lo ordinario.
3. Que encuentre algún sacerdote que lo pueda acompañar en este descubrimiento.
P. Andrés Ulloa, MED
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