Nuestra misión es :"Remediar los tres abandonos más perjudiciales de un pueblo,
el de Jesús Sacramentado,
el del cura
y el de las almas."
(Beato Manuel González)

jueves, 22 de marzo de 2012

Chiflados para la Nueva Evangelización - Lo que puede un cura hoy

El Beato Juan Pablo II, cuando nos invitaba a trabajar por la Nueva Evangelización, decía que había que hacerlo con un nuevo ardor. No me parece fácil definir ese ardor, pero estoy seguro que va de la mano del amor, de un amor hasta el extremo, un amor de quien ama con locura. Esa locura de amor nos hace capaces de ir más allá de nuestros límites, nos impulsa a hacer cosas extraordinarias. Don Manuel llama chiflados a quienes sirven con ese ardor: 

"Decía un amigo mío, hombre listo y experimentado, si los hay, que quería rodearse de chiflados en cada ramo de los órdenes de la actividad humana, un chiflado por las artes, otro por las letras, otro por la propaganda, otro por la enseñanza, otro por las cuestiones financieras, etc. Ahí no es nada lo que quería mi amigo. ¡Como que en este mundo, lo mismo en el orden natural que en el sobrenatural, no se hace nada que sobresalga un dedo del nivel ordinario a no ser por los chiflados!". (Beato Manuel González, Obras Completas, 1720)

Leyendo a Peter Drucker, conocido como el padre del management, me encontré con una afirmación muy interesante. Dice que un manager para poder ser realmente eficaz debe poseer un elemento imprescindible: la concentración. Para poder alcanzar un ideal, es necesario plantearse metas, pero saber que sólo es posible alcanzar una a la vez. Hay que poner todas nuestras capacidades, concentrarlas en alcanzar esa sola meta actual, una vez que la hayamos alcanzado, emprenderemos la siguiente. Hoy nuestra meta es vivir plenamente el “Año de la Fe”.

“El chiflado es el hombre de una sola idea, de un solo entusiasmo, de una sola dirección. Y todas sus ideas, sus amores y su actividad a esa sola idea, a ese solo entusiasmo y a esa sola dirección convergen. "Teme al hombre de un solo libro", se dijo en la antigüedad. "Teme al hombre de una sola idea, es decir, teme al chiflado si es tu enemigo. Espera mucho de él, si es tu amigo”. (Beato Manuel González, Obras Completas, 1720)

Nuestra sola idea debe ser amar y hacer amar a Jesucristo. Esa es nuestro ideal, no existe otro para un cristiano. Que no nos vayan a repetir las palabras del Apocalipsis: “Tengo contra ti que has perdido tu amor de antes” (Ap. 2,4). La Nueva Evangelización y su nuevo ardor nos exigen renovar nuestro amor a Jesús, todos los días. Será nuestro Sagrario, nuestra Misa y nuestra Comunión, lo que nos renovará cada jornada. Sin Eucaristía no hay amor, ni ardor, ni Nueva Evangelización.

"Pues bien, amigos míos, y ahora me dirijo especialmente a mis hermanos los sacerdotes, aquí teníamos necesidad imperiosa de chiflados por Cristo, por su religión bendita, por la educación católica de los chicos y de los grandes, por la prensa buena, por obras de Acción Social Católica, por todos esos medios, en fin, que pueden dar vida a un pueblo muerto por haber cortado su comunicación con Cristo. ¡Chiflados!”. (Beato Manuel González, Obras Completas, 1721)

El chiflado no tiene miedo, no es pesimista, no se detiene ante el rechazo, el aparente fracaso o las dificultades. La Iglesia del tercer milenio necesita urgentemente un ejército de chiflados que vayan por todo el mundo a anunciar que Cristo está vivo y abandonado, que no se cansa de llamarnos, que nos espera con los brazos abiertos. Es hora de chiflarse y evangelizar.
Hasta el Cielo.

P. César Piechestein, MED.

viernes, 2 de marzo de 2012

El Papa nos recuerda el valor de la oración frente al Sacramentado

Dando vueltas en la página web del Vaticano me topé con una homilía del Papa Benedicto XVI en Alemania. Me parece que nos puede ayudar a recordar que el mejor lugar para recobrar el aliento y las fuerzas es el Sagrario, teniendo en cuenta que las exigencias pastorales son muchas, a veces parecerían hasta demasiadas:

«La experiencia confirma que cuando los sacerdotes, debido a sus múltiples deberes, dedican cada vez menos tiempo para estar con el Señor, a pesar de su actividad tal vez heroica, acaban por perder la fuerza interior que los sostiene. Su actividad se convierte en un activismo vacío».

Creo que a ninguno de nosotros nos es extraña la amenaza del activismo, y mucho se ha hablado de él. Sabemos bien que trabajamos para Cristo y todo lo hacemos con la mejor de las voluntades, pero esto nos puede llevar a descuidar nuestra vida espiritual. Cuidamos a todos menos a Jesús, que al final es a quien hemos consagrado nuestra vida:

«Estar con él y, como enviados, salir al encuentro de la gente: estas dos cosas van juntas y, a la vez, constituyen la esencia de la vocación espiritual, del sacerdocio. Estar con él y ser enviados son dos cosas inseparables. Sólo quienes están "con él" aprenden a conocerlo y pueden anunciarlo de verdad. Y quienes están con él no pueden retener para sí lo que han encontrado, sino que deben comunicarlo. Es lo que sucedió a Andrés, que le dijo a su hermano Simón: "Hemos encontrado al Mesías" (Jn 1, 41). "Y lo llevó a Jesús", añade el evangelista (Jn 1, 42)».

El Papa no nos pide que nos convirtamos en monjes, nuestra vocación no es contemplativa. Pero nuestro apostolado es una tarea sobrenatural y no podemos pensar que nos bastarán nuestras capacidades. Sólo siendo instrumentos de Cristo podemos hacer que nuestra pastoral sea verdaderamente una labor trascendental. Como decía Don Manuel, se trata de “eucaristizar” el mundo, pero “eucaristizándonos” nosotros primero:

«En una de sus parábolas el Señor habla del tesoro escondido en el campo. Quien lo encuentra —nos dice— vende todo lo que tiene para poder comprar ese campo, porque el tesoro escondido es más valioso que cualquier otra cosa. El tesoro escondido, el bien superior a cualquier otro bien, es el reino de Dios, es Jesús mismo, el Reino en persona. En la sagrada Hostia está presente él, el verdadero tesoro, siempre accesible para nosotros. Sólo adorando su presencia aprendemos a recibirlo adecuadamente, aprendemos a comulgar, aprendemos desde dentro la celebración de la Eucaristía.
En este contexto, quiero citar unas hermosas palabras de Edith Stein, la santa copatrona de Europa. En una de sus cartas escribe: "El Señor está presente en el sagrario con su divinidad y su humanidad. No está allí por él mismo, sino por nosotros, porque su alegría es estar con los hombres. Y porque sabe que nosotros, tal como somos, necesitamos su cercanía personal. En consecuencia, cualquier persona que tenga pensamientos y sentimientos normales, se sentirá atraída y pasará tiempo con él siempre que le sea posible y todo el tiempo que le sea posible" (Gesammelte Werke VII, 136 f)». 

Y si amamos nuestro sacerdocio y reconocemos la necesidad que el mundo de hoy tiene de muchos y santos sacerdotes, seguiremos repitiendo delante del Sagrario ese súplica que el mismo Jesús nos mandó a repetir al Dueño de la mies:

«Busquemos estar con el Señor. Allí podemos hablar de todo con él. Podemos presentarle nuestras peticiones, nuestras preocupaciones, nuestros problemas, nuestras alegrías, nuestra gratitud, nuestras decepciones, nuestras necesidades y nuestras esperanzas. Allí podemos repetirle constantemente: "Señor, envía obreros a tu mies. Ayúdame a ser un buen obrero en tu viña"». (Benedicto XVI, homilía pronunciada en la Basílica de Santa Ana de Altötting el 11 de septiembre del 2006)

P. César Piechestein, MED