Nuestra misión es :"Remediar los tres abandonos más perjudiciales de un pueblo,
el de Jesús Sacramentado,
el del cura
y el de las almas."
(Beato Manuel González)

jueves, 31 de marzo de 2011

De parte de nuestros lectores - IX Carta de Mons. Pepe al padre Tomás

Querido padre Tomás:

¡Cómo me encanta Santo Tomás de Aquino! Era tan grande de cuerpo como de espíritu. En otras palabras ¡era bien gordo! Algunos dicen que soy el Santa Claus de Filipinas. Realmente no sé si por mi sonrisa, mi carcajada o mi peso. De cualquier forma, si yo soy el Santa Claus de Filipinas, Santo Tomás fue el Santa Claus de Italia.

Los historiadores cuentan que un carpintero tuvo que recortar un pedazo de la mesa para que él se pudiera sentar. Era tan grande que no tenía suficiente espacio entre la mesa y el banco para sentarse a comer. Creo que deberíamos nombrarlo patrono de los que vivimos a dieta tratando de adelgazar.
Algunos se preguntan qué diría Santo Tomás si pudiera volver y visitar nuestros seminarios. Fue la persona más inteligente en la historia de la Iglesia. Durante siglos su teología y filosofía escolástica se enseñaron en todos nuestros seminarios. Ahora su nombre ni siquiera se menciona.

Si volviera, creo que no le importaría que lo hayan olvidado. El mismo, hace muchos años, lo dijo bien claro. Antes de morir dijo que había aprendido más sobre Jesús en una hora santa ante el Santísimo Sacramento que en todos los libros que había leído. Descubrió más sobre su Amor estando en su presencia real, que en todo lo que había escrito. Todo lo que había escrito y dicho era tan insignificante como la paja, en comparación con el valor de un solo encuentro personal con Jesús en el Santísimo Sacramento.
La teología es el estudio de Dios. La oración ante el Santísimo Sacramento nos da el conocimiento de Dios mismo. La primera es el estudio académico del amor. La segunda es la cálida experiencia del Amor personificado. Una es un libro acerca de la persona y la otra es esa persona diciéndonos directamente todo sobre sí misma.

En Houston, Texas, está la Universidad de Santo Tomás regenteada por los religiosos de la regla de San Basilio, que enseña filosofía y teología tomística. En Texas también hay un hombre famoso que es una leyenda del golf, Ben Hogan, tal vez el mejor golfista que se conozca. Jugó entre los años 30, 40 y 50. Una noche, cuando Ben Hogan regresaba de un campeonato, tuvo un terrible accidente automovilístico. Chocó de frente contra otro auto y casi muere. Los médicos dijeron que nunca más volvería a caminar. Pero por su gran determinación aprendió a caminar nuevamente y ganó cuatro campeonatos abiertos de los Estados Unidos y otras tres competencias mayores.

Para un amigo norteamericano que creció en Texas y jugaba golf, Ben Hogan era su héroe. Había leído todos los libros sobre su vida, su época y todo su material de instrucción.
Finalmente un día ocurrió lo que anhelaba. Estando en Fort Worth, Texas, en un viaje de negocios, lo invitaron a almorzar al Colonial Country Club. ¡Allí conoció a Ben Hogan en persona, en junio de 1991, casi cuarenta años después que había oído hablar por primera vez de él! Ahora estaba sentado junto al "Maestro" escuchando sus palabras, muy impresionado de poder admirar personalmente su grandeza.
Mi amigo no podía dejar de contarle a quien se encontrara, amigos o extraños le daba igual, que había conocido a Ben Hogan. Les hablaba 45 minutos contando lo que él había hablado con Ben Hogan personalmente.

Y nosotros ¿no deberíamos sentirnos igualmente emocionados de poder estar con el mismo Jesús en el Santísimo Sacramento? Piensa Tomás ¿No era esto de lo que hablaba el doctor Angélico? Mi amigo había leído y oído todo sobre Ben Hogan, pero eso no se podía comparar con un solo momento en su compañía.

¿No deberíamos asombrarnos de estar en presencia de la grandeza de cada instante que pasamos ante el Santísimo Sacramento? Él es el Maestro, el Señor, el Creador del Universo. Santo Tomás en su teología explica por qué la valoración de la Sagrada Eucaristía ha disminuído y por qué tomamos a la ligera la presencia de Jesús en el Santísimo Sacramento. El santo escolástico habla de la relación inseparable entre consumir y adorar: entre la comunión de la Sagrada Eucaristía y la adoración del Santísimo Sacramento. Añade que si no adoramos lo que recibimos, perdemos de vista el valor y la apreciación de lo que consumimos.

En otras palabras, la Eucaristía no es una cosa sino una persona. Si no nos hacemos tiempo para mantener una relación personal con Jesús en el Santísimo Sacramento, perdemos de vista la amorosa persona de Jesús en el Santísimo Sacramento y la Sagrada Eucaristía perderá su valor ante nuestros ojos.

Santo Tomás pasaba hora tras hora en profunda adoración del Santísimo Sacramento. Por su amor al Santísimo Sacramento se le llama el Doctor Angélico. Su amor por Jesús en la Eucaristía fue lo que le inspiró a componer los himnos para la Bendición como Tantum Ergo Sacramentum, “Tan grande sacramento veneremos…”

El tema de estos himnos es la capacidad de nuestra fe de ir más allá de los sentidos y comprender la realidad de la presencia de Dios en el Santísimo Sacramento.
En Santo Tomás estudié filosofía y teología. Por eso lo considero uno de mis santos patronos.

Recemos, querido Tomás, para que cada sacerdote sienta tanto amor por la Sagrada Eucaristía como Santo Tomás de Aquino. Que todo sacerdote pueda emocionarse tanto ante el Santísimo Sacramento, Jesús en persona con nosotros, como mi amigo de Texas estuvo cuando conoció a Ben Hogan. Podríamos convertir el mundo entero al catolicismo si estalláramos de entusiasmo, diciéndoles a todos que ¡Jesús está realmente aquí en persona!

Fraternalmente tuyo en su Amor Eucarístico, Mons. Pepe

martes, 29 de marzo de 2011

Delante del Sagrario - Compañía de Imitación

La tercera manera de acompañar (o abandonar) a nuestro Señor Sacramentado es la Compañía de Imitación.

El Evangelio nos recuerda con frecuencia que somos discípulos y que Jesús es nuestro maestro, que somos cristianos y por tanto imitadores de Cristo. Dios Padre ama a su Hijo único y lo ama en nosotros, en la medida en nos asemejamos a Él. Veíamos en la Compañía de Compasión como debíamos sentir con Jesús, unir nuestros afectos a los suyos, lograr que nuestra voluntad y la suya sean una sola cosa. Todo esto siguiendo el camino que nos marca el mismo Evangelio.

Pero Don Manuel va más allá. La compañía de imitación no tiene como objetivo sólo imitar a Jesús que se hizo hombre para darnos el ejemplo, sino que hemos de imitar al Jesús que está en el Sagrario, e imitar la vida que Él lleva, vida de Hostia. Don Manuel la explica en tres pasos:

"Esta fe nos dice de cierto: primero, que está (presencia real permanente). Segundo, que está dispuesto a darse a todos en comida (Comunión). Y tercero, que está como Cordero sacrificado al Padre por todos (Misa)." (El abandono de los Sagrarios Acompañados)

Tres fundamentos esenciales en nuestra vida eucarística: la presencia del Señor en el Sacramento, la comunión eucarística y la celebración de la Eucaristía. Sólo esto es ya todo un plan para interiorizar, para vivir intensamente nuestro tiempo de adoración delante del Tabernáculo con toda la devoción de nuestra alma. Los minutos más importantes de nuestro día que son los que vienen después de haber comulgado, minutos preciosísimos que no podemos descuidar. Y la Santa Misa que es la oración por excelencia, la actualización del sacrificio redentor, el momento en que el pan y el vino se convierten en Su Cuerpo y Su Sangre.

Pero esos momentos que atesoramos, esa Eucaristía recibida, la debemos encarnar. Esa es la imitación, Hostia por Hostia:

"Unamos ese estar, darse y sacrificarse Jesús, Dios y Hombre verdadero, siempre y en cada Sagrario con su silencio e invisibilidad de Jesús Sacramentado, y qué más modelo?

Estar en nuestro deber: mandamientos de Dios y de la Iglesia, propio estado y voluntad de Dios en cada hora y minuto.

Darnos a nuestros prójimos buenos o malos, agradecidos o ingratos.

Y morir a nosotros mismos, y como corderos sacrificados ofrecernos a la mayor gloria de Dios y santificación propia y ajena, porque así lo hace Jesús Sacramentado, en silencio e invisiblemente como Él lo hace y para honrarlo y desagraviarlo en su caridad callada e invisible del Sagrario. Ésa es sin duda la más perfecta imitación y la más fecunda para Dios, para los hombres, para los pueblos y para nosotros mismos." (El abandono de los Sagrarios Acompañados)

Ciertamente no será fácil, pero tampoco imposible. Del Sagrario emana la fuerza del Sacramentado. En la comunión diaria es Él quien nos asimila. En la Santa Misa nos encontramos con su Palabra y con el prójimo a quien debemos amar. Después de estar con Él nos envía a todo el mundo. Somos portadores e imitadores del Jesús del Sagrario.
Hasta el Cielo.

P. César Piechestein, MED

martes, 22 de marzo de 2011

COMENTARIO AL MENSAJE DEL PAPA BENEDICTO XVI PARA LA XLVIII JORNADA MUNDIAL DE ORACIÓN POR LAS VOCACIONES

«Proponer las vocaciones en la Iglesia local»

La Eucaristía es la fuente y la cumbre de la Iglesia. Si reconocemos esta verdad tenemos que reconocer que sin sacerdotes no hay Eucaristía y por lo tanto será tarea prioritaria en la Iglesia el promover y acompañar las vocaciones al sacerdocio ministerial. Su Santidad nos recuerda la centralidad de esta tarea y lo hace a partir del mismo Evangelio:

"El arte de promover y de cuidar las vocaciones encuentra un luminoso punto de referencia en las páginas del Evangelio en las que Jesús llama a sus discípulos a seguirle y los educa con amor y esmero. El modo en el que Jesús llamó a sus más estrechos colaboradores para anunciar el Reino de Dios ha de ser objeto particular de nuestra atención (cf. Lc 10,9). En primer lugar, aparece claramente que el primer acto ha sido la oración por ellos: antes de llamarlos, Jesús pasó la noche a solas, en oración y en la escucha de la voluntad del Padre (cf. Lc 6, 12), en una elevación interior por encima de las cosas ordinarias. La vocación de los discípulos nace precisamente en el coloquio íntimo de Jesús con el Padre. Las vocaciones al ministerio sacerdotal y a la vida consagrada son primordialmente fruto de un constante contacto con el Dios vivo y de una insistente oración que se eleva al «Señor de la mies» tanto en las comunidades parroquiales, como en las familias cristianas y en los cenáculos vocacionales."

Días atrás justamente recodábamos la unión existente entre la devoción eucarística y el surgir de las vocaciones sacerdotales en una comunidad cristiana. La oración por excelencia es la Santa Misa y a través de ella y de la adoración del Santísimo Sacramento, es que los cristianos escuchamos la llamada de Cristo a servirle, a estar con Él, a hacer su voluntad.

"El Señor, al comienzo de su vida pública, llamó a algunos pescadores, entregados al trabajo a orillas del lago de Galilea: «Veníos conmigo y os haré pescadores de hombres» (Mt 4, 19).La propuesta que Jesús hace a quienes dice «¡Sígueme!» es ardua y exultante: los invita a entrar en su amistad, a escuchar de cerca su Palabra y a vivir con Él; les enseña la entrega total a Dios y a la difusión de su Reino según la ley del Evangelio: «Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto» (Jn 12,24); los invita a salir de la propria voluntad cerrada en sí misma, de su idea de autorrealización, para sumergirse en otra voluntad, la de Dios, y dejarse guiar por ella; les hace vivir una fraternidad, que nace de esta disponibilidad total a Dios (cf. Mt 12, 49-50), y que llega a ser el rasgo distintivo de la comunidad de Jesús: «La señal por la que conocerán que sois discípulos míos, será que os amáis unos a otros» (Jn 13, 35).También hoy, el seguimiento de Cristo es arduo; significa aprender a tener la mirada de Jesús, a conocerlo íntimamente, a escucharlo en la Palabra y a encontrarlo en los sacramentos; quiere decir aprender a conformar la propia voluntad con la suya."
Si bien la juventud contemporánea a simple vista parece huir de los grandes ideales, si nos fijamos bien podremos encontrar en ellos el deseo de trascender, de darle un significado mayor a sus vidas. Nadie quiere pasar por el mundo sin dejar una huella, sin hacer la diferencia. Y todos sabemos que las grandes metas sólo se alcanzan cuando se hacen grandes esfuerzos.

El Papa recuerda el deber de las diócesis y en especial de las parroquias de alentar y acompañar a los jóvenes, brindándoles la oportunidad de participar activamente en la comunidad. Es así como aprenderán a sentirse responsables de la Iglesia, discípulos de Cristo.

"Es importante alentar y sostener a los que muestran claros indicios de la llamada a la vida sacerdotal y a la consagración religiosa, para que sientan el calor de toda la comunidad al decir «sí» a Dios y a la Iglesia. Conviene que cada Iglesia local se haga cada vez más sensible y atenta a la pastoral vocacional, educando en los diversos niveles: familiar, parroquial y asociativo, principalmente a los muchachos, a las muchachas y a los jóvenes —como hizo Jesús con los discípulos— para que madure en ellos una genuina y afectuosa amistad con el Señor, cultivada en la oración personal y litúrgica; para que aprendan la escucha atenta y fructífera de la Palabra de Dios, mediante una creciente familiaridad con las Sagradas Escrituras; para que comprendan que adentrarse en la voluntad de Dios no aniquila y no destruye a la persona, sino que permite descubrir y seguir la verdad más profunda sobre sí mismos; para que vivan la gratuidad y la fraternidad en las relaciones con los otros, porque sólo abriéndose al amor de Dios es como se encuentra la verdadera alegría y la plena realización de las propias aspiraciones."

"Por eso, cada momento de la vida de la comunidad eclesial —catequesis, encuentros de formación, oración litúrgica, peregrinaciones a los santuarios— es una preciosa oportunidad para suscitar en el Pueblo de Dios, particularmente entre los más pequeños y en los jóvenes, el sentido de pertenencia a la Iglesia y la responsabilidad de la respuesta a la llamada al sacerdocio y a la vida consagrada, llevada a cabo con elección libre y consciente". 

Será entonces cuestión de generar los espacios y las oportunidades para que nuestros jóvenes puedan ser evangelizados y madurando en la fe, aquellos que Jesús escogió, sepan responder con generosidad a la llamada.
danos Señor muchos y santos sacerdotes.
Hasta el Cielo.

P. César Piechestein, MED

viernes, 18 de marzo de 2011

De parte de nuestros lectores - VII Carta de Mons. Pepe al padre Tomás

Fiesta de San Juan Apóstol,
27 de diciembre de 1993

Querido padre Tomás:
Un día de invierno en Nueva Inglaterra, dos amigos míos, Bruce y Maureen Smith, me llevaban en su auto al aeropuerto. Mirábamos por la ventana dudando si el avión podría despegar. Era un día oscuro, gris, nublado y tan frío que granizaba.
El avión finalmente despegó y en pocos segundos se elevó sobre las nubes. La escena era sorprendente. Se podían ver filas y filas de nubes blancas, onduladas, matizadas con resplandores de un sol dorado.

Esto, pensé, debería ser cada hora santa. "Yo soy la Luz del Mundo" (Jn 8,12). Jesús es la luz. El Santísimo Sacramento es Jesús. El Santísimo Sacramento es la Luz del mundo. Los pensamientos negativos y depresivos vienen de de su adversario.
Cada momento que se pasa en su presencia, debería influenciar y cambiar nuestra mente hacia lo positivo. El amor es positivo. "Dios es amor" (1 jn 4,8). Jesús es Dios, por lo tanto, el Santísimo Sacramento es Amor. El poder de este amor está por encima de todo. Como el avión, el pensamiento nos lleva de lo oscuro, frío y nublado, a la cálida, despejada luz del amor positivo.
Muy frecuentemente oímos decir que esta o aquella persona es "insegura". Todos somos inseguros. Pero podemos encontrar nuestra seguridad en la profundidad de su amor Eucarístico.

Esta es la lección de la fiesta de hoy. San Juan se vio a sí mismo como "el que Jesús amaba" y se recostó en su Corazón. En la primera Eucaristía, Juan "se recostó sobre el pecho de Jesús" (Jn 13,23).
Así conseguimos nuestra seguridad, recostándonos sobre el Corazón de Cristo. Cuando nos apoyamos en nosotros mismos, nos encontramos en la oscuridad de nuestra naturaleza humana caída y por consiguiente somos inseguros.
Apoyándonos sobre el Corazón de Cristo es vernos a la luz de su amor Eucarístico. Una sola gota de agua tiene todo el derecho de sentirse insegura. Esa misma gota de agua puesta en el cáliz del vino que se convierte en la preciosísima Sangre de Jesús tiene un valor infinito.
Separados de su amor, no somos nada y nos sentirnos inseguros. Unidos a su Corazón tenemos el valor infinito de la gota de agua que se convierte en vino y que se transubstancia en la preciosísima Sangre de Jesús.

La soberbia nos aleja de Cristo. La humildad nos muestra nuestro valor infinito en Cristo, redimidos por su Sangre y protegidos por su Amor. Entonces estamos muy seguros.
No es que Jesús amaba más a Juan sino que Juan estaba más receptivo al amor personal que Jesús le tenía. Por eso se vio como "aquel a quien Jesús amaba". Él conocía, valoraba y estaba abierto al amor personal de Jesús. En Redemptor Hominis, nuestro Santo Padre nos dice que esto es lo que debemos hacer.
Para que nuestro amor sea completo, Juan Pablo II afirma que nuestro amor personal por Jesús en el Santísimo Sacramento debe ir junto a nuestro amor comunitario por Jesús en la Santa Misa.
Continúa diciendo que "El empeño esencial... es el perseverar y avanzar constantemente en la vida eucarística, en la piedad eucarística; el desarrollo espiritual en el clima de la Eucaristía".

Así como uno no puede estar expuesto al sol sin recibir sus rayos, tampoco podríamos estar en la presencia de Jesús en el Santísimo Sacramento, sin recibir sus rayos divinos y crecer espiritualmente a la luz de su amor. Una hora santa es recostarse sobre el Corazón de Jesús. Es una lección del Maestro que nos dice que cada uno de nosotros es "aquel a quien Jesús ama".
Por eso, todo católico debería decirle con vehemencia a todo evangélico y fundamentalista: "Yo tengo una relación personal con Jesús, mi Salvador".
¿Cómo puede uno desarrollar una relación personal con alguien que no está presente? El Santísimo Sacramento es Jesús en persona. "Si alguno me sirve, que me siga, y donde yo esté, allí estará también mi servidor" (Jn. 12,26).
Una larga fila de buenos servidores como Juan, el apóstol amado, lo siguen donde Él esté, en el Santísimo Sacramento.

El Papa Juan XXIII, en su autobiografía El Diario de un Alma, declara que su objetivo era hacer frecuentes visitas al Santísimo Sacramento, donde encontraba seguridad. Esto lo convirtió en el Papa alegre que el mundo llegó a amar.
El Papa Juan Pablo I encontró su seguridad en la presencia del Santísimo Sacramento, donde prefería estar en lugar de recibir los aplausos y las alabanzas del mundo. Cuando le preguntaban por qué sonreía tanto, él contestaba: "Porque Jesús en el Santísimo Sacramento me ama mucho".
El Papa Juan Pablo II hacía dos horas santas diarias y según un cardenal muy allegado a él, hacía por lo menos veinte visitas al Santísimo Sacramento por día.El obispo John Magee, de Clone, Irlanda, único en la historia que ha sido secretario de tres papas, estableció la adoración perpetua en la mayoría de las parroquias de su diócesis y las vocaciones se triplicaron en los últimos tres años. Su hermano Cahil Magee también difunde la adoración perpetua por toda Irlanda, donde hay más de cien parroquias con adoración perpetua.

San Juan Neumann propuso la devoción de las cuarenta horas a los sacerdotes de Filadelfia. La idea fue rechazada porque se pensó que sería demasiado peligroso debido a los “no-nada" ("no-nothings"), un grupo de hombres que aterrorizaban a cualquier inmigrante de Europa. Pensaban que sería demasiado peligroso en las horas de la noche. Una semana después de la presentación, se originó un incendio en la casa del obispo. Se quemó toda su oficina y su contenido excepto un par de hojas que quedaron intactas en el suelo.
El obispo las miró maravillado. Eran su diagrama para la devoción de las cuarenta horas. Después Jesús le reveló: "Si yo puedo salvar un par de papeles sin valor de la furia del fuego, cuánto más protegeré a la gente que venga a adorarme en el Santísimo Sacramento". Tan pronto como la devoción de las cuarenta horas empezó a difundirse, los "no-nada" se desbandaron.

El padre John Randell recibió el mismo mensaje del Señor mientras hacia su hora santa frente al Santísimo Sacramento. Abrió la Biblia en Ageo y Zacarías y leyó estas palabras: "Cuando estés celoso de mi gloria en el santuario, entonces haré que las calles sean seguras para mi pueblo". El padre John interpretó el "celo" como adoración perpetua. Estaba en una zona plagada de crímenes en el centro de Providence, Rhode Island. La gente se mudaba de la parroquia porque no era un lugar seguro. El obispo pensaba cerrar la parroquia cuando el padre John recibió este mensaje. Ahora es una floreciente parroquia y el vecindario se ha convertido en un lugar seguro gracia,s a la adoración perpetua.

Fraternalmente tuyo en su Amor Eucarístico, Mons. Pepe

martes, 15 de marzo de 2011

Parroquia + adoración eucarística = vocaciones sacerdotales

Quizás la fórmula del título les parezca demasiado ingenua o simple, pero yo estoy convencido de que es eficaz. No sólo porque es absolutamente lógica, sino porque tengo pruebas, es más, me siento una prueba de ella.

El principio se basa en la ley del ejemplo. Está de más afirmar que aunque las palabras convenzan, lo que arrastra es el ejemplo. La fe la recibimos como virtud infusa el día de nuestro bautismo, pero es a través de la convivencia con los demás cristianos, que esa fe se traduce en actos. Esta educación de la fe inicia en el hogar, Iglesia doméstica, donde a través del ejemplo de los padres uno desarrolla una fe viva. Luego, ya en el ambiente parroquial, es la comunidad de los hermanos la que seguirá la labor iniciada por la familia.

Aún hoy recuerdo el día en que viendo por primera vez un hombre que vestía sotana pregunté a mi padre el por qué de tan extraño atavío. La respuesta fue breve y contundente "Es un sacerdote, un representante de Dios", me afirmó. Esa fue la primera y más alta definición que aprendí.

Cuando en una parroquia se vive el auténtico amor a Jesús Sacramentado, esto es, se comulga con frecuencia, se visita y adora el Santísimo Sacramento, se cuida la vida litúrgica, no le faltarán vocaciones entre sus jóvenes.

La experiencia la he palpado en las parroquias por donde he podido pasar. Cuando la comunidad parroquial gira alrededor de la Eucaristía, sobre todo a través de la Adoración, expresa un mensaje contundente.  Jesús está presente en el Sacramento y es fuente y cumbre de todo y de todos. Ese mensaje tiene un impacto en toda la comunidad, pero sobre todo en la niñez y la juventud. No será nada extraño como consecuencia del ejemplo de los mayores, ver como los más mozos participan de la oración frente al Sacramento. Aumenta en ellos el deseo de comulgar  y de servir al altar.

En un ambiente así, aquellos que son llamados por el Señor, no se niegan ni se hacen esperar. Es lógico, como les decía al principio, siendo que habrán entendido la importancia de la Eucaristía y su necesidad. No es que Jesús no llame, sino que muchos de los llamados no están bien dispuestos como para aceptar la llamada. Es tarea de la comunidad parroquial el prepararlos.
Hasta el Cielo.
P. César Piechestein, MED


martes, 8 de marzo de 2011

Feliz miércoles de Cenizas y una santa Cuaresma !!!

Saludos !!!

Creo que a todos nos ha pasado que al mirarnos al espejo no quedamos contentos. Y no es cuestión de estética, es algo más profundo. No estamos conformes con la vida que llevamos, no es lo que habíamos soñado que sería, en fin, no somos felices. Y el tiempo sigue su marcha y la vida se nos va pasando.

De repente nos viene el deseo de retroceder el tiempo, de recomenzar. Con lo que ahora sabemos seguro que hubiésemos pensado mejor ciertas cosas, tomado otras decisiones, nuestra vida presente sería distinta. Pero justo cuando estamos en lo mejor de nuestra restructuración, el reloj nos recuerda que no hay tiempo que perder y que hay que volver a la realidad. No podemos cambiar nuestro pasado.

Hemos comenzado la cuaresma. Confieso que es el tiempo litúrgico que más me gusta precisamente porque me permite mirar mi pasado y aprender de él. Sé que sólo tengo el presente para cambiar, sé que mi vida es aquí y ahora, no es una ilusión o un sueño hecho realidad. Mi vida es lo que es.

Escribo éstas líneas sólo para compartirte un pensamiento. Si no estás contento con tu vida, si quieres de verdad cambiarla, piensa en Dios. Estoy seguro que te habrán dado cientos de consejos y muchos de ellos serán muy buenos, pero quizás no incluyen a Jesús. Lastimosamente el mundo se va olvidando del poder de su Creador.

Cristo vino al mundo a hacer nuevas todas las cosas, a darnos vida abundante. Eso no significa que nuestra vida será un cuento de hadas. Significa que podemos ser hombres nuevos, que nuestra vida puede tener un sentido distinto, que podemos ser felices a pesar de todo.

Hoy nos invito (que conste que me incluyo) a vivir intensamente este tiempo de gracia, a entrar en la cuaresma dispuestos a todo. Retomemos nuestra vida espiritual, nuestra relación con Dios, nuestra vivencia de los sacramentos. Sólo Jesús Eucaristía nos puede hacer hombres nuevos.

Te deseo una santa y feliz cuaresma.
Hasta el Cielo.

P. César Piechestein, MED

El Papa será entrevistado en televisión y hablará de Jesús