Nuestra misión es :"Remediar los tres abandonos más perjudiciales de un pueblo,
el de Jesús Sacramentado,
el del cura
y el de las almas."
(Beato Manuel González)

viernes, 27 de mayo de 2011

Maestros de la fe - Del Tratado de san Hilario, obispo, Sobre la Santísima Trinidad

UNIDAD NATURAL DE LOS FIELES EN DIOS POR LA ENCARNACIÓN DEL VERBO Y POR LA EUCARISTÍA

Si es verdad que la Palabra se hizo carne, también lo es que en el sagrado alimento recibimos a la Palabra hecha carne; por eso hemos de estar convencidos que permanece en nosotros de un modo connatural aquel que, al nacer como hombre, no sólo tomó de manera inseparable la naturaleza de nuestra carne, sino que también mezcló, en el sacramento que nos comunica su carne, la naturaleza de esta carne con la naturaleza de la eternidad. De este modo somos todos una sola cosa, ya que el Padre está en Cristo, y Cristo en nosotros. Por su carne, está él en nosotros, y nosotros en él, ya que, por él, lo que nosotros somos está en Dios.

Él mismo atestigua en qué alto grado estamos en él, por el sacramento en que nos comunica su carne y su sangre, pues dice: El mundo ya no me verá; pero vosotros me veréis, porque yo seguiré viviendo y vosotros también; porque yo estoy en mi Padre, y vosotros estáis en mi y yo estoy en vosotros. Si se hubiera referido sólo a la unidad de voluntades, no hubiera usado esa cierta gradación y orden al hablar de la consumación de esta unidad, que ha empleado para que creamos que él está en el Padre por su naturaleza divina, que nosotros, por el contrario, estamos en él por su nacimiento corporal, y que él, a su vez, está en nosotros por el misterio del sacramento. De este modo se nos enseña la unidad perfecta a través del Mediador, ya que, permaneciendo nosotros en él, él permanece en el Padre y, permaneciendo en el Padre, permanece en nosotros; y, así, tenemos acceso a la unidad con el Padre, ya que, estando él en el Padre por generación natural, también nosotros estamos en él de un modo connatural, por su presencia permanente y connatural en nosotros.

A qué punto esta unidad es connatural en nosotros lo atestigua él mismo con estas palabras: El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mi, y yo en él. Para estar en él, tiene él que estar en nosotros, ya que sólo él mantiene asumida en su persona la carne de los que reciben la suya.

Ya antes había enseñado la perfecta unidad que obra este sacramento, al decir: Asi como me envió el Padre que posee la vida y yo vivo por el Padre, de la misma manera quien me come vivirá por mi. Él, por tanto, vive por el Padre; y, del mismo modo que él vive por el Padre, así también nosotros vivimos por su carne.

Emplea, pues, todas estas comparaciones adecuadas a nuestra inteligencia, para que podamos comprender, con estos ejemplos, la materia de que trata. Ésta es, por tanto, la fuente de nuestra vida: la presencia de Cristo por su carne en nosotros, carnales; de manera que nosotros vivimos por él a la manera que él vive por el Padre.

viernes, 13 de mayo de 2011

La pastoral eucarística - De la Enciclica Ecclesia de Eucharistia

Uno de los puntos que más se repite en los testimonios de quienes conocieron más de cerca al Beato Juan Pablo II es el amor que tributaba al Santísimo Sacramento. Me decía días atrás la Hna. María del Carmen, Misionera Eucarística de Nazaret, que no sería posible encontrar un santo que no haya sido eucarístico y creo que tiene toda la razón. Sin embargo y aunque nadie estaría en desacuerdo con ésta afirmación, son aún hoy muchos los que descuidan ésta parte tan esencial de la pastoral. Sí porque no podemos pensar que la Hora Santa o la Exposición del Santísimo Sacramento sean tan sólo momentos litúrgicos. De hecho los son puesto que es un acto de culto que tributamos a Dios, pero con un efecto profundamente pastoral. No es acaso el primer deber del pastor velar por el rebaño? Y no es nuestro primer deber como mediadores entre Dios y los hombres hacer de puentes. Pues justamente cuando ponemos al Sacramentado en el altar expuesto a la vista de los hombres y hacemos todo lo que está a nuestro alcance para traer a éstos frente al Señor, estamos haciendo la más fructífera de las pastorales.

Creo que cuando uno quiere persuadir, es mejor conseguirse alguien que tenga más autoridad y santidad que uno. En este caso creo que será mejor que le ceda la palabra a nuestro querido Beato Juan Pablo II, que en el número 25 de la encíclica "Ecclesia de Eucharistia" expone profundamente la misma idea:

"El culto que se da a la Eucaristía fuera de la Misa es de un valor inestimable en la vida de la Iglesia. Dicho culto está estrechamente unido a la celebración del Sacrificio eucarístico. La presencia de Cristo bajo las sagradas especies que se conservan después de la Misa, presencia que dura mientras subsistan las especies del pan y del vino, deriva de la celebración del Sacrificio y tiende a la comunión sacramental y espiritual. Corresponde a los Pastores animar, incluso con el testimonio personal, el culto eucarístico, particularmente la exposición del Santísimo Sacramento y la adoración de Cristo presente bajo las especies eucarísticas.

Es hermoso estar con Él y, reclinados sobre su pecho como el discípulo predilecto (cf. Jn 13, 25), palpar el amor infinito de su corazón. Si el cristianismo ha de distinguirse en nuestro tiempo sobre todo por el « arte de la oración », ¿cómo no sentir una renovada necesidad de estar largos ratos en conversación espiritual, en adoración silenciosa, en actitud de amor, ante Cristo presente en el Santísimo Sacramento? ¡Cuántas veces, mis queridos hermanos y hermanas, he hecho esta experiencia y en ella he encontrado fuerza, consuelo y apoyo! 

Numerosos Santos nos han dado ejemplo de esta práctica, alabada y recomendada repetidamente por el Magisterio. De manera particular se distinguió por ella San Alfonso María de Ligorio, que escribió: « Entre todas las devociones, ésta de adorar a Jesús sacramentado es la primera, después de los sacramentos, la más apreciada por Dios y la más útil para nosotros ». La Eucaristía es un tesoro inestimable; no sólo su celebración, sino también estar ante ella fuera de la Misa, nos da la posibilidad de llegar al manantial mismo de la gracia."

Hasta el Cielo.

P. César Piechestein, MED