Nuestra misión es :"Remediar los tres abandonos más perjudiciales de un pueblo,
el de Jesús Sacramentado,
el del cura
y el de las almas."
(Beato Manuel González)

miércoles, 18 de septiembre de 2013

Comulgar con hambre



Hace unos días recordaba al perro de Pavlov. El animalito estaba entrenado, había desarrollado el bendito “reflejo condicionado” que lo hacía salivar cada vez que escuchaba sonar la campana que le anunciaba la llegada de su alimento. Esa campanita hacía que todo su ser se entusiasmara con la sola idea del banquete que le llegaría a continuación.

Cierto que no es cosa linda compararnos con un can, aunque sea el mejor amigo del hombre, pero también nosotros podemos desarrollar esos reflejos. Creo que a todos nos ha sucedido que, al recordar un sabroso platillo, se nos haga agua la boca. Los aromas y los lugares nos pueden ayudar a repetir las sensaciones pasadas y a disfrutar otra vez de la misma experiencia.


Estoy seguro de que compartirán conmigo que, de todos los banquetes, el mejor es el eucarístico y sin embargo muchas veces lo recibimos sin el entusiasmo del perrito del experimento. Las razones podrían ser variadas: costumbre, tibieza, distracción, etc. La conclusión siempre será la misma y es que muchas veces comulgamos sin hambre.

Y la verdad es que es mucho lo que perdemos, porque a mayor devoción al comulgar, corresponde un mayor fruto espiritual. No es cuestión de beatería, sino de sacar el mayor provecho a tan insigne platillo, que si bien podemos recibirlo diariamente no tendríamos porque dejar de apreciar su valor eterno.

La clave para evitar la rutina cuando de comulgar se trata, nos la da el mismo perrito de Pavlov. Si a él le bastaba escuchar el sonido de la campana, nosotros tenemos mucho más que eso. Toda la liturgia de la Santa Misa tiene como objetivo prepararnos a tan grandioso momento, vivirla con atención nos permite llegar a la comunión con un espíritu bien dispuesto.

La próxima vez que entre a Misa, recuerde la sencilla lección que nos deja el mejor amigo del hombre. Que hasta en las cosas más sencillas, quien de verdad quiere, encuentra grandes lecciones.

Hasta el Cielo.

P. César Piechestein, MED

jueves, 21 de febrero de 2013

Convivencia Juvenil-Vocacional



 Se invita a jóvenes y jovencitas con inquietud vocacional. Entrada libre, llevar Biblia y lunch para almorzar.
Sábado 16 de marzo, de 9:00 a 17:00.
 Casa de las Misioneras Eucarísticas de Nazaret , Juan Montalvo 415 y General Córdova (frente al Mercado Artesanal)

miércoles, 20 de febrero de 2013

La receta de Don Manuel



Hace quince días tuve la bendición de hacer mis ejercicios espirituales anuales. Fuimos un nutrido grupo de sacerdotes, más de ochenta, los que pudimos orar y meditar las verdades que Cristo proclamó y que la Iglesia continua predicando. 

Cada día teníamos una hora de adoración eucarística en grupo y uno de nosotros debía dirigir la misma. El segundo día me tocaba hacerlo y aproveché para leerles varios pasajes de los escritos de Don Manuel. El libro escogido fue “En busca del Escondido”, de más está decir que es uno de mis favoritos.

A uno de mis compañeros le llamó mucho la atención el párrafo que les comparto a continuación. Aunque no me he puesto a averiguar si Don Manuel poseía artes culinarias, creo que esta receta que nos brinda es de las más importantes y por lo tanto digna de ponerse por obra:

"Receta para ser grande

Mientras más hombres voy tratando y más obras suyas conociendo, me convenzo de que la medida de la grandeza de éstos, está en proporción inversa con la medida de su distancia respecto del Sagrario.

Es decir, a más distancia menos grandeza; a menos distancia, más grandeza.

Por eso los santos, que son los hombres en todo grandes de verdad, llegan a serlo cuando acortan tanto su distancia al Sagrario que se convierten ellos mismos en Sagrarios con dos pies, en los que va muy a gusto el Jesús de su Comunión.

                                   ¿Receta para ser grande?
                                   Hacerse Sagrario."

(Obras Completas n. 2696)

Creo que todos, de una manera o de otra, queremos ser grandes. Nadie quiere pasar por el mundo sin dejar su huella, sin trascender. Claro que hay modos y modos de ser grande. Nosotros queremos, o al menos, deberíamos querer ser grandes como los santos. Esa grandeza que no sólo deja huella en la historia y en la vida de muchos, sino que nos hace grandes a los ojos de Dios, que es quien mejor paga. Don Manuel resume el método con la cercanía que podamos tener al Sagrario. Claro está, no es sólo la cercanía física sino que nos convirtamos nosotros en Sagrarios, en portadores de Cristo, en Evangelios con pies.

Así que a ponernos a los pies del Abandonado. Seguro que hará en nosotros grandes cosas, como lo hizo en su Madre. Seamos almas de Sagrarios, sacerdotes con corazón de Eucaristía.

P. César Piechestein, MED