Nuestra misión es :"Remediar los tres abandonos más perjudiciales de un pueblo,
el de Jesús Sacramentado,
el del cura
y el de las almas."
(Beato Manuel González)

miércoles, 28 de septiembre de 2011

El poder del cura II - Beato Manuel González

Siguiendo con la reflexión que nos propone Don Manuel sobre los poderes del cura, nos detenemos ahora en las características de los mismos. El las enumera así:

Y estos poderes son:
1.-  Eficaces: con la eficacia de las promesas y gracia de Jesucristo.
2.-  Inadmisibles: nadie los puede quitar, si el cura no quiere.
3.-  Peculiares: sólo al cura se le han dado.
4.-  Perpetuos: desde que se ordena de sacerdote, hasta la muerte.
5.-  Benéficos: como que proporcionan a los hombres y a los pueblos el mayor bien.
 Beato Manuel González.

Creo que más que deternos en dar detalles sobre cada característica, que ya nuestro Beato las deja bien claras, podríamos deternos en una reflexión sobre lo específico de la potestad sacerdotal.
Confesionario de Don Manuel en Huelva.

Precisamente el lunes pasado, en la reunión de los Misioneros Eucarísticos en Guayaquil, nos deteníamos en una preocupación de tres de nuestros hermanos, aún diáconos. Ellos, mirando cercano el momento de ser ordenados sacerdotes se hacen muchas preguntas sobre el ministerio del perdón. Creo que todos hemos pasado por eso y muchos pensamientos nos vienen al respecto. Es verdad que el sacramento de la Reconciliación es uno delos más hermosos,devuelve al cristiano la gracia de Dios y le abre la puerta a la Comunión Eucarística. Pero para el sacerdote es una de las tareas más comprometidas, delicadas y agotadoras.

Y la verdad, aunque muchos fieles se hacen un montón de preguntas al respecto simplemente nadie que no sea sacerdote podrá comprender el misterio de ese sacramento. Y es que también es parte de la potestad sacerdotal. Junto al sacramento del orden, al igual que sucede con cada sacramento, recibimos una gracia específica que se llama gracia sacramental. Esa gracia es la que nos permite cumplir con los deberes que nos otorga el sacramente. El que recibe la confirmación, recibirá la gracia para poder ser soldado de Cristo, para propagar y defender la fe. El ministro ordenado recibe la gracia para ejercer el sacerdocio ministerial,y eso incluye la administración del sacramento de la confesión. Una potestad específica del sacerdocio.

De ahí que debamos recordar, una vez más, que los poderes que hemos recibido como sacerdotes los hemos de  poner al servicio de los hermanos. Dan mucha pena los confesionarios vacíos, no porque no hayan penitentes, sino porque faltan confesores. Precisamente la última de las características que nos recuerda Don Manuel es que los poderes del sacerdote son benéficos y es que como Jesús debemos pasar haciendo el bien. Recordemos que el Beato inició la transformación de su parroquia de San Pedro de Huelva madrugando a confesar. Y como obispo de Málaga era eso precisamente lo que recomendaba a sus sacerdotes. De cada uno de nosotros depende el sacarles el mayor provecho a los poderes que hemos recibido de Dios.
Hasta el Cielo.

P. César Piechestein, MED.

miércoles, 21 de septiembre de 2011

El poder del cura I - Don Manuel González

Cuando se trata de hablar sobre el poder, casi siempre pensamos en los gobernantes, y es que de hecho el poder es una herramienta que se debe utilizar para servir. Poder y servicio van de la mano. El sacerdote como pastor de una comunidad, como cabeza de una parroquia, ha recibido una misión y un poder para cumplirla. Ese poder particular, propio del sacerdocio ministerial, lo ha recibido de Cristo a través del sacramento del orden. Don Manuel lo explica muy bien:

"Un cura, hoy como ayer, sea viejo, sea nuevo, sea sabio, sea rudo, sea elocuente, sea premioso, sea como sea, tiene el poder, porque Jesucristo se lo ha dado: de su presencia, de su palabra, de su oración, de su trabajo y de su mortificación." (Beato Manuel González)

1.-  De su presencia.
Creo que todos los sacerdotes lo hemos comprobado. Desde el día de nuestra ordenación yo no nos representamos a nosotros mismo, representamos a quien nos ha enviado. La gente espera mirar en nosotros a Jesús y como sus embajadores nuestra presencia tiene poder. Nuestra presencia les ayuda a recordar a Dios, a tener presente que son hijos de la Iglesia.

2.-  De su palabra.
Parte esencial de nuestro ministerio es la predicación, pero también el consejo, la orientación, la palabra del amigo que te lleva hacia Dios. Sin duda alguna, la palabra es una de las armas más eficaces del sacerdote y la que más agradece una sociedad cada vez más desorientada. Hemos sido enviados a predicar el Evangelio a todas las gentes.

3.-  De su oración.
La oración del sacerdote, en especial la Santa Misa y la litúrgia de las horas, le hacen cumplir con su tarea de ser puente entre Dios y los hombres. Y es esa condición de pontífice lo que hace más poderosa su oración. Hoy como ayer los fieles esperan del sacerdote la intercesión.

4.-  De su trabajo.
Toda acción que vaya encaminada a llevar a los hombres hasta el conocimiento y el amor de Dios, será su trabajo. Una labor que no termina nunca y que será como la siembra constante de uno que probablemente no verá la cosecha, pero que sabe que trabaja para el "Dueño de la viña". Ahí donde hay un sacerdote trabajador, la Iglesia crece y se fortalece. Hasta la comunidad que parecía más agonizante, retorna a la vida con el trabajo dedicado de un buen sacerdote.

5.-  De su mortificación.
Como padre deberá mortificarse, no sólo por sus pecados personales, sino también por los de sus hijos. Será a través del sacramento de la confesión que tocará con mano propia las debilidades de quienes le han sido confiados, de las almas que debe curar y pulir. Cada renuncia, cada pequeño o gran sacrificio, serán poderosas mortificaciones que ofrecer a Dios por su pueblo.

Todo eso es poder del sacerdote, un poder para servir a Cristo y a la Iglesia. Un poder que no viene de sí mismo, sino de Cristo que lo envía y le da una misión específica. No dudemos de tener ese poder y no defraudemos a nuestros hermanos que esperan de nosotros.
Hasta el Cielo.

P. César Piechestein, MED.

sábado, 17 de septiembre de 2011

Un cura debe salir de la sacristía ... pero sin abandonar la iglesia.

Se discute mucho en la actualidad sobre la labor del sacerdote, sobre todo del diocesano. Los sacerdotes religiosos, teniendo un carisma o espiritualidad específico, poseen ya una misión concreta que realizar (educación, misiones, asistencia,etc). El caso con el sacerdote secular o diocesano es un poco distinto. La gran mayoría ha de atender una parroquia, es decir, es responsable de la cura pastoral de una comunidad. Hasta ahí no hay nada que discutir, sin embargo es el modo en que realiza ésta cura lo que suscita mucho debate entre los fieles y entre el mismo clero. El Beato Manuel González, que fue párroco y también obispo, nos da luces al respecto:

"Se ha dicho, y se dice hoy muchas veces, que el cura debe salir de la sacristía y de la iglesia para ir al pueblo, que desgraciadamente no se encuentra hoy en la iglesia. Y esto es verdad y muy verdad. Pero como una verdad exagerada es más peligrosa que un error, es menester prevenirse contra la exageración, que en este caso sería el abandono de la iglesia y de lo que en la iglesia hay." (Beato Manuel González)

Es importante que el sacerdote salga de la Iglesia, la mayoría de los católicos no vienen a ella, basta ver las estadísticas sobre la participación a la Misa dominical. Y es entonces que el sacerdote diocesano tendrá que ser misionero en su parroquia, salir a buscar a las ovejas perdidas, a los católicos indiferentes o no practicantes. Pero, y es que hay un pero, sin descuidar el rebaño fiel.

"Y no es eso lo que se le pide al sacerdote. Se le pide que salga de la iglesia, pero como se le pide al soldado que salga de su campo y de su trinchera para parlamentar o pelear con su enemigo o explorar su campo, y después volverse a seguir fortificando y vigilando su cuartel y trinchera. El cura debe salir de su iglesia; pero después de haberla atendido bien, y para volverse pronto.Su cuartel, su trinchera, su puesto natural y propio, su campo natural, como ha dicho el Papa, es la iglesia." (Beato Manuel González)

Hemos leído y comentado muchas veces en este blog la importancia que Don Manuel daba a la formación de los laicos, de los que estaban más cerca. Teniendo en cuenta que escribió todo eso décadas antes del Concilio Vaticano II, tendremos que reconocer que es un pionero. El párroco debe cultivar esas almas que vienen a la parroquia, esa "núcleo vital" como lo llama Don Manuel, será la fuerza que moverá a quienes están alejados. Si no se nutre ese grupo y se dedica todo el tiempo a estar "fuera" buscando a los alejados, es muy probable que nos quedemos "sin pan ni pedazo".

"Y, por consiguiente, antes de pensar cómo ha de traer al rebaño a los que no vienen. ha de preocuparse en alimentar y sostener a los que no se han ido. Y cuando haya satisfecho esta atención o en los ratos que ésta le deje libre, entonces es cuando debe buscar otras ovejas que no están en el redil. La primera ocupación y preocupación de un cura es su iglesia parroquial." (Beato Manuel González)

Y es que es tanto lo que se puede hacer para atraer a quienes se han alejado, pero nuestra prioridad serán quienes están cerca. Seguro que con la colaboración de ellos tendremos una mayor capacidad de llegar a los indiferentes. Es tarea del párroco formar líderes del Evangelio, laicos capaces de ser protagonistas en la tarea misionera de la Iglesia. Sacerdotes y laicos pueden hacer la diferencia.
Hasta el Cielo.

P. César Piechestein, MED.

Educación auténticamente católica.

lunes, 5 de septiembre de 2011

Lista de cosas por hacer ... para un cura diligente - Beato Manuel González

Nos han enseñado que para organizarnos mejor es muy aconsejable hacer una lista. Todo lo de la lista debe ser importante, aunque seguramente unas actividades serán más prioritarias que otras. Lo que cuenta es incluirlas todas en la lista de "Cosas por hacer", que así no nos olvidamos de ninguna.
Creo que si alguien quisiera hacerse una idea clara de cómo somos, de nuestro perfil, bastaría con leer nuestra lista. Y es que esa lista mostraría fielmente en qué ocupamos nuestro tiempo, en que gastamos nuestra vida. 

Para quienes piensan que un sacerdote no tiene mucho que hacer, o que sólo se dedica a dar Misa y a meterse en la vida ajena, les comparto la lista que propone a los sacerdotes un obispo-padre, como Don Manuel:


"Detengámonos un poco, volvamos la vista atrás y contemos.
Un cura dentro de su iglesia puede:
1.- Tener limpia su parroquia.
2.- Dar culto a hora fija.
3.- Fomentar el culto modesto y frecuente.
4.- Como medio de lo anterior, establecer el canto popular.
5.- Procurar el culto tempranero.
6.- Predicar.
7.- Enseñar el catecismo.
8.- Dar buen ejemplo.
9.- Contar con la cooperación de las hermandades.
10.- Pulimentar almas.
11.- Fomentar la piedad.
12.- Propagar la devoción al Sagrado Corazón de Jesús.

Y mediante todo esto la GRACIA DE DIOS atraerá aquí, preservará allí, aumentará unas veces, consolidará otras, hará bien siempre en la medida, en el tiempo y en la forma que Dios quiera y que de ordinario nosotros no conoceremos. Pero conózcase o no se conozca el fruto, queda fuera de duda que el cura no debe aburrirse dentro de su iglesia, porque puede hacer mucho."

Claro que Don Manuel les daba ésta lista a algunos padrecitos que se sentían aburridos, porque al parecer no encontraban qué hacer. Así que la lista tiene doble función: a los laicos les muestra todo lo que hace un cura y a los curas aburridos o desocupados les da buenas sugerencias para ocupar su tiempo. Con mucha caridad y sobre todo gracia.
Hasta el Cielo.

P. César Piechestein, MED

domingo, 4 de septiembre de 2011

CONVIVENCIA VOCACIONAL 
DOMINGO 25 DE SEPTIEMBRE
Para jóvenes y jovencitas que se sientan llamados a consagrar su vida a Cristo.

Casa de Convivencias de las Misioneras Eucarísticas de Nazaret 
(Guayaquil-Ecuador)

Calle Juan Montalvo 415 y General Córdova
(diagonal al Mercado Artesanal) 
De 9:00 a 17:00
Llevar Biblia y cuaderno.

P. César Piechestein

De parte de nuestros lectores - Carta de Mons. Pepe al Padre Tomás

Querido padre Tomás:

El padre Brian Abern concelebró esta noche con nosotros la misa del Jueves Santo. Vino de Australia y Manila para la Semana Santa. Mientras comíamos me contó la historia de Eileen Forth, miembro de su parroquia. Algo similar le sucedió a Ana Lucia y Nancy Laneri. Eileen dejó la Iglesia Católica para unirse a la iglesia metodista. Decía que Dios no estaba en la Iglesia Católica dado el poco fervor de la gente.

Un día, ella volvió a la iglesia solo para agradecerle al Padre Abern todo lo que había hecho por ella mientras profesaba la fe católica. Como el padre no estaba en la casa parroquial sino en la iglesia preparándose para la misa del Jueves Santo, decidió esperarlo.

Después de la misa, el padre llevó al Santísimo Sacramento en procesión. Cuando pasó por donde Eileen estaba sentada en el fondo de la iglesia, la bendijo con la custodia y ella sintió una ola de amor muy fuerte, imposible de explicar, pero tan suave como una brisa. Entonces oyó una voz: “Eileen, Yo estoy en Mi Iglesia. Yo estoy aquí realmente presente en el Santísimo Sacramento. Pero la gente, no me conoce o no me quiere y me dejan solo y abandonado. Ayúdame a renovar mi Iglesia por medio de la adoración perpetua”.

Una noche de Jueves Santo, el Papa Juan Pablo II dijo a la Iglesia, lo mismo, en su primera encíclica “Dominicae Cenae”. En esta carta el Papa dice que “la Iglesia y el mundo tienen una gran necesidad de la adoración Eucarística”. Llamó a la adoración Eucarística “renovación auténtica” y exclamó que éste fue el principal propósito del Concilio. Decía: "La adoración a Cristo en este sacramento de amor debe encontrar expresión en diversas formas de devoción eucarística: plegarias personales ante el Santísimo, horas de adoración, exposiciones breves, prolongadas, anuales (las cuarenta horas), bendiciones eucarísticas, procesiones eucarísticas, Congresos eucarísticos."
Ya Pablo VI, en su encíclica “Misterio de la Fe”, había escrito que su interés pastoral y su preocupación, era evitar que decayera la esperanza del Concilio. La esperanza de “una nueva era de piedad eucarística extendida por toda la Iglesia”.
Pero sucedió que la adoración Eucarística desapareció casi totalmente después del Concilio. Los apóstoles volvieron a dormirse después que Jesús los amonesto: “¿Es que no pueden velar ni siquiera una hora con migo?”. El obispo Fulton Sheen dijo que este fue un pedido que Jesús hizo a sus apóstoles. No fue atendido en aquel momento y hoy tampoco es escuchado por muchos.
¡El Santísimo Sacramento es nuestro tesoro escondido! Ahora está enterrado en el Sagrario, abandonado. Cuando exponemos este tesoro de amor en la adoración perpetua, con la plenitud de las bendiciones y gracias de Dios, ¡la Iglesia entera se renueva!
Fraternalmente tuyo en su amor Eucarístico, Mons. Pepe.