Si tuviéramos que resumir en una palabra lo que Don Manuel esperaba de sus sacerdotes, es que fueran Hostias. De hecho podríamos resumir en ese concepto todo lo que debe ser un Misionero Eucarístico. Pero dejemos que sea el mismo a definir qué es un Sacerdote-Hostia:
«Un sacerdote que cada día ofrece en honor del Padre a Jesús inmolado con Él y que da cuanto tiene y se da cuanto es a las almas, sin esperar nada de ello. Es un sacerdote sacrificado a gusto en su Misa de cada día en honor del Padre Dios, con y como Jesús, y dado a las almas siempre, como Jesús en el Sagrario y en la comunión». (El Corazón de Jesús al corazón del sacerdote, p. 45)
Llevar a Cristo, siendo no sólo sus “representantes oficiales”, sino siendo otro Cristo, eucaristizados al punto de poder encarnarlo. Ser sacerdote es mucho más que ser un evangelizador o un líder cristiano, mucho más que eso es lo que la Iglesia y nuestros hermanos esperan de nosotros. Frente al desafío de una sociedad secularizada y al reto de la nueva evangelización, no podemos quedarnos en lo accidental. Jesucristo nos pide que seamos Hostia:
«Si bien solamente Cristo es al mismo tiempo Sacerdos et Hostia, el ministro, injertado en el dinamismo misionero de la Iglesia, es sacramentalmente sacerdos, pero a la vez está llamado ha ser también hostia, a tener " los mismos sentimientos que tuvo Cristo Jesús " (Flp 2, 5). De esta inquebrantable unidad entre sacerdote y víctima, entre sacerdocio y Eucaristía, depende la eficacia de toda acción evangelizadora. De la sólida unidad entre Cristo y su ministro, realizada en el Espíritu Santo, desechando toda pretensión, por parte del ministro, de sustituir a Cristo, sino apoyándose en Él y dejándole obrar en su persona y a través de su persona, depende también hoy la obra eficaz de la misericordia divina contenida en la Palabra y en los sacramentos». (Congregación para el Clero, El presbítero maestro de la Palabra, ministro de los Sacramentos y guía de la comunidad, ante el tercer milenio cristiano, cap. IV número 2)
No sólo Don Manuel nos llama a ser Hostia, la misma Iglesia así nos lo pide. Y hemos de comenzar nuestra eucaristización al pie del Sagrario. De Él tomaremos las fuerzas, la gracia, la luz para poder re-evangelizar el mundo, comenzando por la parte que nos ha sido encomendada. Es la hora de ser radicales, de darlo todo por el Todo. La Nueva Evangelización requiere espíritus dispuesto a sacudirse la tibieza y arder en la caridad. Porque el Sacerdote Hostia “sabe que él solo no es ni vale nada; pero unido con su augusto Compañero de Sacerdocio y de Sacrificio es omnipotente” (Beato Manuel González).
P. César Piechestein, MED
Dios nos regale muchos sacerdortes-hostias vivas entregados, como Cristo!! Dios lo bendiga, a todo el clero y nos dé santas y abundantes vocaciones!
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