Nuestra misión es :"Remediar los tres abandonos más perjudiciales de un pueblo,
el de Jesús Sacramentado,
el del cura
y el de las almas."
(Beato Manuel González)

martes, 20 de diciembre de 2011

La Misa Dominical - Carta Dominicae Cenae del Beato Juan Pablo II

Es muy común encontrarnos con el desafío del individualismo entre nuestros hermanos en la fe. Muchas personas nos cuestionan sobre la necesidad de venir al templo y se hacen eco del argumento de la omnipresencia de Dios. Porque siendo que Él está en todas partes, no hace falta ir al templo para  encontrarse con Él. Es necesario que dentro de la pastoral sobre todo de las grandes urbes, donde cada vez es más común que cada quien se aisle en su propia casa, insistamos en el valor de la oración en común, sobre todo de la celebración de la Misa dominical.

A veces parecería que empezando por nosotros mismos, los sacerdotes, no la tenemos tan clara. Parecería más fructuoso desenvolver otras actividades y proponer iniciativas innovadoras. Cierto es que muchas de ellas suelen producir frutos interesantes, pero la mayoría de las veces son efímeros. El Beato Juan Pablo II nos muestra el camino concreto para reunir al rebaño del Señor:

"Pero ella no se realiza sólo mediante el hecho de la unión entre los hombres a través de la experiencia de la fraternidad a la que da ocasión el banquete eucarístico. La Iglesia se realiza cuando en aquella unión y comunión fraternas, celebramos el sacrificio de la cruz de Cristo, cuando anunciamos «la muerte del Señor hasta que El venga». Y luego cuando, compenetrados profundamente en el misterio de nuestra salvación, nos acercamos comunitariamente a la mesa del Señor, para nutrirnos sacramentalmente con los frutos del Santo Sacrificio propiciatorio. En la Comunión eucarística recibimos pues a Cristo, a Cristo mismo; y nuestra unión con El, que es don y gracia para cada uno, hace que nos asociemos en Él a la unidad de su Cuerpo, que es la Iglesia." (Dominicae Cenae, 4)

"Nútrase de ella toda actividad pastoral, sea también alimento para nosotros mismos y para todos los sacerdotes que colaboran con nosotros, y finalmente para todas las comunidades encomendadas a nuestro cuidado. En esta praxis ha de revelarse, casi a cada paso, aquella estrecha relación que hay entre la vitalidad espiritual y apostólica de la Iglesia y la Eucaristía, entendida en su significado profundo y bajo todos los puntos de vista." (Ibidem)

Para leer toda la carta clica AQUI.


Sigamos promoviendo aquellas iniciativas que puedan responder a nuestras necesidades eclesiales, pero sin olvidar que la Santa Misa debe ser la principal. El crecimiento y fortalecimiento de toda comunidad cristiana comienza con la asamblea dominical, cuando la parroquia se reune a celebrar el Santo Sacrificio y se alimenta de él.

P. César Piechestein, MED

viernes, 16 de diciembre de 2011

El párroco y la Madre de Cristo Sacerdote

Oración del Párroco a María Santísima

Oh María, Madre de Jesucristo, Crucificado y Resucitado,
Madre de la Iglesia, pueblo sacerdotal (1 Pe 2,9),
Madre de los sacerdotes, ministros de tu Hijo:
acoge el humilde ofrecimiento de mí mismo,
para que en mi misión pastoral
pueda anunciar la infinita misericordia
del Sumo y Eterno Sacerdote:
oh “Madre de misericordia”.

Tú que has compartido con tu Hijo,
su «obediencia sacerdotal» (Heb 10,5-7; Lc 1,38),
y has preparado para él un cuerpo (Heb 10,7)
en la unción del Espíritu Santo,
introduce mi vida sacerdotal en el misterio inefable
de tu divina maternidad,
oh “Santa Madre de Dios”.

Dame fuerza en las horas oscuras de la vida,
confórtame en la fatiga de mi ministerio
que tu Jesús me ha confiado,
para que, en comunión Contigo, pueda llevarlo a cabo
con fidelidad y amor,
oh Madre del Eterno Sacerdote,
«Reina de los Apóstoles, Auxilio de los presbíteros».

Tú que has acompañado silenciosamente a Jesús
en su misión de anunciar
el Evangelio de paz a los pobres,
hazme fiel a la grey
que el Buen Pastor me ha confiado.
Haz que yo pueda guiarla siempre
con sentimientos de paciencia, de dulzura
de firmeza y amor,
en la predilección por los enfermos,
por los pequeños, por los pobres, por los pecadores,
oh “Madre Auxiliadora del Pueblo cristiano”.

A Ti me consagro y confío, oh María,
que, junto a la Cruz de tu Hijo,
has sido hecha partícipe de su obra redentora,
«unida con lazo indisoluble a la obra de la salvación».
Haz que, en el ejercicio de mi ministerio,
pueda sentir siempre más
«la dimensión espléndida y penetrante de tu cercanía»
en todo momento de mi vida,
en la oración y en la acción,
en la alegría y en el dolor, en el cansancio y en el descanso,
oh “Madre de la Confianza”.

Concédeme oh Madre, que en la celebración de la Eucaristía,
centro y fuente del ministerio sacerdotal,
pueda vivir mi cercanía a Jesús
en tu cercanía materna,
porque «cuando celebramos la Santa Misa tú estás junto a nosotros»
y nos introduces en el misterio de la ofrenda redentora de tu divino Hijo,
oh «Mediadora de las gracias que brotan de esta ofrenda para la Iglesia y para todos los fieles»
oh “Madre del Salvador”.

Oh María: deseo poner mi persona,
mi voluntad de ser santo,
bajo tu protección e inspiración materna
para que Tú me guíes
hacia aquella “conformación con Cristo, Cabeza y Pastor”
que requiere el ministerio de párroco.
Haz que yo tome conciencia
de que “Tú estás siempre junto a todo sacerdote”,
en su misión de ministro
del Único Mediador Jesucristo:
Oh “Madre de los Sacerdotes”,
“Socorro y Mediadora”
de todas las gracias.

Amén

martes, 13 de diciembre de 2011

El párroco y el Sagrario - Directorio para el ministerio y la vida de los presbíteros

El ministerio del párroco es absorbente, tanto que puede llevarlo a desarrollar tantas actividades como necesidades puedan haber en una comunidad. Sin embargo ninguna tarea es tan esencial y específica del sacerdote como la eucarística, ni devoción que le sea más propia que la del Sagrario. Será su ejemplo lo que llevará a los fieles hacia Jesús Sacramentado, hacia la participación activa en la Santa Misa, hacia la comunión frecuente. ¿Y no es acaso eso lo que verdaderamente anhela todo párroco?

No se cansaba la pluma de Don Manuel, cuando de animar a sus sacerdotes a acompañar al Abandonado del Sagrario se trataba. Pero no se ha cansado tampoco la pluma de los Santos Padres de hacer lo mismo. La Iglesia que es maestra nos pide constantemente renovar nuestro amor hacia la Eucaristía:

"La centralidad de la Eucaristía se debe indicar no sólo por la digna y piadosa celebración del Sacrificio, sino aún más por la adoración habitual del Sacramento. El presbítero debe mostrarse modelo de la grey también en el devoto cuidado del Señor en el sagrario y en la meditación asidua que hace — siempre que sea posible — ante Jesús Sacramentado. Es conveniente que los sacerdotes encargados de la dirección de una comunidad dediquen espacios largos de tiempo para la adoración en comunidad, y tributen atenciones y honores, mayores que a cualquier otro rito, al Santísimo Sacramento del altar, también fuera de la Santa Misa. « La fe y el amor por la Eucaristía hacen imposible que la presencia de Cristo en el sagrario permanezca solitaria »."
( Directorio para la vida y el ministerio de los presbíteros, 50)

¿Cómo no se moverán a adorar al Sacramentado los fieles que vean a su párroco que reza ante el Tabernáculo? Es el pastor quien guía al rebaño y bien sabemos que son los ejemplos los que arrastran. Sólo un sacerdote de corazón eucarístico verá crecer en su parroquia el número de participantes a la Santa Misa y el número y calidad de las comuniones. Y serán esos los apóstoles que trasformarán su entorno social a través de un auténtico apostolado, educando a las nuevas generaciones, promoviendo la justicia social. No bastan las elocuentes homilías ni los grandes programas pastorales o sociales, que si no se vive el amor al Crucificado del Sagrario, ya se quedará todo en palabras y buenas ideas.

La Iglesia necesita sacerdotes santos, muchos y eucarísticos.

P. César Piechestein, MED

jueves, 8 de diciembre de 2011

Descubriendo la Vocación

Tres preguntas que pueden aclarar un poco las dudas sobre un tema esencial en la vida cristiana.

¿Qué es para ti la vocación?
Es el plan que Dios tiene para cada persona, el camino que El Señor prepara a cada uno desde toda la eternidad para amarlo y conocerlo. Descubrir este plan es la experiencia más hermosa que se pueda tener.

¿Cómo puedo descubrir que el Señor me está llamando?
La vocación al sacerdocio es un misterio que se descubre poco a poco, el secreto es sintonizar con Dios, preguntarle a Él mismo, insistir mucho hasta escuchar claramente su voz, pedir la gracia de descubrir su voluntad en las cosas que nos pasan. Este descubrimiento sigue aún después de haber entrado al seminario.

¿Qué le dirías a un joven que está discerniendo su vocación?

1. Que Dios está con Él, lo ama y le está hablando.

2. Que ore y comulgue más de lo ordinario.

3. Que encuentre algún sacerdote que lo pueda acompañar en este descubrimiento.


P. Andrés Ulloa, MED