Nuestra misión es :"Remediar los tres abandonos más perjudiciales de un pueblo,
el de Jesús Sacramentado,
el del cura
y el de las almas."
(Beato Manuel González)

sábado, 30 de abril de 2011

La parroquia como prioridad - Ser Misionero Eucarístico

Nuestro querido Don Manuel antes de ser obispo fue párroco y ese es un detalle muy importante. Cuando de  hablar de la vida parroquial se trata se puede teorizar mucho, pero quien ha vivido el ministerio sacerdotal como pastor de una comunidad parroquial sabe que no es cosa sólo de teorías.

Hoy en día los sacerdotes tenemos una infinidad de campos de acción donde ejercer la cura de almas. Este mismo instrumento que ahora estoy usando es una gran herramienta. La Nueva Evangelización nos desafía porque implica llegar a todos aquellos que no visitan nuestras iglesias. Todo esto nos impulsa a salir en busca de las ovejas perdidas, rebeldes o indiferentes.

“Se ha dicho, y se dice hoy muchas veces, que el cura debe salir de la sacristía y de la iglesia para ir al pueblo, que desgraciadamente no se encuentra hoy en la iglesia. Y esto es verdad y muy verdad. Pero como una verdad exagerada es más peligrosa que un error, es menester prevenirse contra la exageración, que en este caso sería el abandono de la iglesia y de lo que en la iglesia hay.”

Lamentablemente este deseo de ir en busca de los que no llegan a la parroquia nos puede llevar a descuidar el rebaño que está en el redil. Es cierto que el Buen Pastor deja a buen recaudo las 99 para ir detrás de la oveja extraviada, pero no podemos pensar que haremos bien si la vida parroquial se entibia. A donde llegarían las extraviadas, donde las podríamos acoger si en redil está en desorden. Si no tenemos que ofrecer ¿a qué las estamos llamando?

“Y no es eso lo que se le pide al sacerdote. Se le pide que salga de la iglesia, pero como se le pide al soldado que salga de su campo y de su trinchera para parlamentar o pelear con su enemigo o explorar su campo, y después volverse a seguir fortificando y vigilando su cuartel y trinchera.”

Hemos de ser capaces de ir en busca de las extraviadas, pero sin descuidar a las que tenemos en casa. La parroquia es la comunidad de fe, la célula de la diócesis, es la familia de los fieles. Seguramente podremos aprovechar instrumentos y espacios, más allá del ambiente parroquial, que nos den la oportunidad de entrar en contacto con los que se han alejado.

Muchas veces podremos comprobar que una de las principales razones por las que muchos son indiferentes (ojo que no digo contrarios) a la participación en nuestras parroquias, es precisamente porque las ven lánguidas. Tantos se lamentan de lo poco disponible que es el párroco, que nunca está. Las liturgia descuidad, la ausencia de espacios de formación espiritual, escasa apertura a los laicos, etc. Cosas que dependen del párroco y que serían distintas si se tuviera la parroquia como prioridad.

“El cura debe salir de su iglesia; pero después de haberla atendido bien, y para volverse pronto. Su cuartel, su trinchera, su puesto natural y propio, su campo natural, como ha dicho el Papa, es la iglesia.” (Lo que puede un cura hoy, Beato Manuel González)

Una parroquia viva será capaz de producir laicos comprometidos, coherentes y apostólicos. Serán ellos los primeros en atraer a los indiferentes. Una parroquia acogedora será capaz de atraer y convencer a quien se había alejado, a quien no sentía su pertenencia a la Iglesia. Una parroquia viva podrá encaminar a sus fieles hacia la perfección de la vida cristiana y no los dejará a mitad de camino. En fin, una parroquia viva será el consuelo de su obispo porque producirá abundantes vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada, porque será tierra fértil para escuchar la llamada del Señor.

No hay tarea más sacrificada para un sacerdote que el ser párroco, pero no hay una tarea que corresponda mejor a su vocación de padre y pastor. Amemos nuestra parroquia procurando dar lo mejor de nosotros, dejando que ella nos consuma como Sacerdotes-Hostia.
Hasta el Cielo.

P. César Piechestein, MED

miércoles, 20 de abril de 2011

Hacer de Jesús - Ser Misionero Eucarístico

Seguimos profundizando en la identidad de un auténtico apóstol de Jesús Sacramentado y Don Manuel nos invita a imitar el hablar, el obrar y el amar del Señor.
"¿Qué es hacer de Jesús?
Es: Hablar de Jesús como Jesús y con autoridad de Jesús instruyendo, alumbrando, atrayendo."

Y es que nuestro Maestro fascinaba con su Palabra y no porque usara grandes recursos retóricos, sino porque hablaba de lo que sabía, del amor que experimentaba cada día. No eran las suyas grandes teorías que debían convencer al auditorio por la luminosidad de sus razonamientos o lo brillante de los argumentos, sino porque eran palabras de vida. Y hablaba sin descanso, porque cuando no estaba hablando a los hombres, era porque estaba hablando con el Padre. Por eso "hacer de Jesús" significa que la predicación y la oración deben ser parte esencial de nuestra vida cotidiana. Jamás tendremos un día sin orar y sin predicar.

"Obrar con la virtud y con el estilo de Jesús, curando enfermos, resucitando muertos, consolando afligidos, levantando caídos, haciendo andar a los paralíticos, ver a los ciegos y oír a los sordos."

Y es que la Palabra del Señor iba confirmada por las obras. Hablaba del perdón y perdonaba, hablaba del amor al prójimo y curaba, consolaba, alimentaba. Estamos llamados a ser contemplativos en la acción, que será siempre asumida como expresión concreta del amor a Dios y al prójimo por Dios. Es la dimensión paternal (y muchas veces maternal) del pastor que se ocupa del rebaño, de todas sus necesidades, espirituales y corporales. De ahí que estará siempre en medio del rebaño, nunca aislado o indiferente.

"Amar por y a lo Jesús. O sea: decir y hacer todo esto por amor, sin esperar paga ni recompensa, con sacrificio hasta morir en la cruz del cansancio, del agotamiento, de la ingratitud, del martirio de sangre, poco a poco o de una vez."

Y es que si no nos desgastamos, no somos coherentes con nuestra misión. Es indescriptible la sensación del agotamiento, cuando sabes que lo has dado todo, que te has donado por completo. Y aún más emocionante es llegar a los pies del Sagrario y presentarte así al Señor. Todo por amor a Él y para su gloria.

"Un apóstol de Jesús es como un Sagrario ambulante con la puerta de par en par o con sus paredes transparentes para que así como en los de las iglesias se ve con los ojos del alma a Jesús a través de las especies sacramentales, en aquéllos se vea, se oiga y se sienta a través de las palabras, las obras, el cuerpo y el alma del apóstol."

Este es el misionero que atrae, no hacia sí mismo, sino hacia Cristo. Es como Juan el Bautista que va marcando el camino, pero que al mismo tiempo encarna al Maestro. Es vivir intensamente la "Compañía de Imitación", de la que hemos hablado previamente.

"Un apóstol es el Evangelio vivo andando por nuestras calles y plazas repitiendo y renovando sus escenas de Jesús pasando sereno y generoso por entre muchedumbres hambrientas, fariseos envidiosos, niños que aclaman, turbas que vociferan y a veces crucifican..." (Así ama Él, Beato Manuel González)

Y será así que podremos transformar el mundo, desde ese pequeño lugar que la Providencia nos confíe, allí donde el Maestro nos quiera sembrar. Cada uno de acuerdo a su misión, sacerdotes y laicos, seremos apóstoles según su Corazón, podremos "hacer de Jesús".
Hasta el Cielo.

P. César Piechestein, MED.

sábado, 16 de abril de 2011

Delante del Sagrario - Compañía de Confianza

Continuando con las compañías que nos enseña Don Manuel, llegamos a la última, que quizás es la que agrupa las primeras tres. Dejemos que sea él mismo quien nos la defina:

"¿Qué es la compañía de confianza?
Es la misma unión con el Corazón de Jesús que produce la compañía de compasión, llevada hasta el total olvido de sí propio y el abandono total a su Corazón. Es decir, vivir el alma tan unida y compenetrada con el Corazón de Jesús Sacramentado que no se ocupe ni preocupe de sus propios cuidados y gustos, sino de esto sólo: de que Él esté contento." (El abandono de los Sagrarios Acompañados, Beato Manuel González)

 Cuando lleguemos al Reino de los Cielos podremos gozar de la perfecta unión con Cristo, pero mientras peregrinamos en este mundo será siempre a través de la Eucaristía que podremos ponernos en comunión con Él. Y no podemos llegar a esa intimidad si no nos abandonamos completamente, si no le dejamos tomar el mando de nuestra vida, confiando ciegamente. Y es que esa confianza es la prueba de nuestro amor a Él y de la certeza de que nos ama. Quien se sabe amado se deja llevar, se deja formar, como un niño que se recuesta en los brazos de su madre o que cree a pie juntillas todo lo que su padre le enseña. No duda, no titubea frente a la palabra y a la presencia de sus padres, se abandona por completo porque confía.

"Vivir esta confianza es quitar de mi vida ese cúmulo de anhelos, inquietudes, angustias y pesares por lo que creo, espero o temo que voy a necesitar, a sufrir o a dejar de gozar, y sustituirlo por esta sola idea y este solo sentimiento y esta única persuasión: haga yo bien lo que Él me pide ahora y Él se cuidará de lo demás.
Vivir de esta confianza y sólo de ella, es destronar de en medio de mi corazón mi amor propio, ambicioso métome en todo, tirano desarreglador de mi vida y poder maléfico que de cada uno de mis cuidados trata de hacer un ladrón de mi paz. Y entronizar en él la Hostia de mi Comunión de cada día para que el Jesús de ella sea el único Rey y el único ordenador y arreglador y cuidador de todo lo mío y de cuanto a mí se refiere."

Cuánto necesita el mundo de esa confianza. Vivimos en constante tensión, la angustia que producen las diversas preocupaciones han generado una sociedad de enfermos crónicos. Estrés, depresión y todo un conjunto de alteraciones nerviosas del ser humano que cree todavía que todo depende de sí mismo y se olvida de Dios. Es duro ver que hasta quienes debemos de ser los más confiados en su Providencia, sacerdotes y consagrados, muchas veces nos marcamos ninguna diferencia. Nuestra presencia delante del Sagrario es sólo el primer paso. La imitación y la compasión son ya un gran adelanto. Pero sin la compañía de confianza no habremos dado el paso definitivo, aquel que nos convertirá en auténticos testigos.

"El Corazón de Jesús en el Sagrario, quiere, espera, ansía la compañía de nuestra confianza sin límites ni barreras en Él. No dársela es hacerle una de estas dos ofensas, o las dos juntas: la ofensa de la soberbia que dice no te necesito, me basto yo. O la ofensa de la incredulidad o de la fe a medias, que murmura desdeñosa: en estas menudencias mías ¿cómo se va a meter un Dios?"

 Grave error dudar que al Señor le interesen hasta nuestras nimiedades. Acaso no se preocupó del vino que les faltaba a los novios en Caná, o de la fiebre de la suegra de Pedro. Lo que es importante para nosotros, lo es para Él. Y lo tenemos tan cerca, en cada tabernáculo está quieto y dispuesto a escucharnos, a consolarnos, a fortalecernos, como un amigo, un padre o un maestro. Basta con acercarnos y abrir el alma.
"Si el Sagrario es la posición más próxima y la postura más asequible, que ha podido tomar Dios para ser lo más Padre posible de sus hijos los hombres, cómo la desconfianza, que los pone tan lejos, pesará sobre ese Corazón tan tierno y sensible, y cómo le herirá con las espinas de la soberbia, incredulidad, tibieza de fe, dureza de corazón, ligereza de espíritu y flaqueza de memoria con que se amasa y forma!"

Seamos Su consuelo cada día, no lo dejemos sólo. Ya son tantos lo que lo abandonan y son tantos los que aún estando cerca no confían en Él, no se abandonan. Pidamos a Don Manuel que interceda por nosotros, que nos ayude a ser humildes, sencillos como los niños y que nuestra compañía a Jesús sea lo que Él espera de nosotros.
Hasta el Cielo.

P. César Piechestein, MED

domingo, 10 de abril de 2011

De parte de nuestros lectores - Carta de Mons. Pepe al Padre Tomás

Querido padre Tomás:

El Santísimo Sacramento es como un espejo. Mirando a la hostia consagrada vemos el Amor constante de Cristo hacia nosotros.Por eso San Juan Bosco llevaba a los jóvenes al Santísimo Sacramento y es el campeón de la juventud. Le enseñó al joven Domingo Savio a amar al Santísimo Sacramento y Domingo también llegó a ser santo.La juventud necesita saber que Jesús es la persona más fácil de tratar . Sin lugar a duda, es la persona del mundo más fácil de complacer.

El gran obispo Fulton Sheen pasó por un período de aridez espiritual en el que se le hacía muy difícil rezar. Se sentaba en la capilla sin decirle una sola palabra a Jesús. Se sentía muy desalentado porque pensaba que sus horas santas no eran agradables a Jesús.De repente el obispo se dio cuenta que su perrito tampoco podía hablar. Cuando él se sentaba a leer el diario, su perro también se echaba cerca para hacerle compañía. Estando a su lado, el perro acompañaba al obispo y lo hacía muy feliz.El obispo recibió una revelación de Dios: era un gran consuelo y muy agradable al Salvador por sólo estar ahí con Él en el Santísimo Sacramento, aunque, como su perrito, no le dijera nada a Jesús mientras permanecía junto a Él.
 
Me encanta esta historia Tomás, porque como sabes, yo también tengo un perrito. Y como para mí es un gran consuelo, lo llamo "Amigo". También me encanta esta historia porque algo parecido le ocurrió a un sacerdote amigo mío cuando yo era párroco en San Miguel.Mi amigo estaba haciendo su hora santa en nuestra capilla de adoración perpetua, un día terriblemente caluroso. Se sentía tan cansado y agobiado por el calor que no podía rezar. El solo hecho de estar allí, era un gran esfuerzo. Cuando se preguntaba si esa hora tendría algún valor, entró un gatito blanco porque alguien había dejado la puerta abierta. Pensó cuanto odiaba a los gatos.Observó como el gatito pasaba por todos los bancos hasta llegar a donde mi amigo estaba sentado. El gatito lo miró, puso su cabeza sobre su zapato como si fuera su almohada y se acostó a dormir.
Mi amigo se conmovió. El gatito había elegido descansar sobre su zapato. Más tarde mi amigo escuchó una revelación tan fuerte como las campanas de la iglesia en domingo: si uno que odia a los gatos estaba tan contento porque un gatito eligió estar con él, cuánto más encantado estará Jesús cuando elegimos estar con Él, que nos ama infinitamente.

Mi amigo, como el obispo Sheen, nunca más se desanimó por no poder rezar. Solo el estar allí es una oración de fe; es creer realmente que Jesús está allí. Es una oración de amor porque uno elige estar con aquellos a los que uno quiere, con los que uno verdaderamente ama.

Jesús permanece día y noche en el Santísimo Sacramento por amor a ti, porque para Él tú eres la persona más importante en el mundo. Todo lo que pide es que tú, querido Tomás, reserves una hora diaria para Él. El punto más importante de cada retiro o sermón predicado por el obispo Sheen era alentar a todos a que se esforzaran a hacer una hora santa diaria.Antes de morir lo entrevistaron en la televisión. Le preguntaron quién lo había inspirado: ¿un papa, un cardenal, un obispo, un sacerdote o quizás una monja? Él contestó que no. Quien lo había inspirado a hacer una hora santa por día había sido una jovencita. Cuando los comunistas se apoderaron de China, entraron a una iglesia, arrestaron al sacerdote y lo encarcelaron en su propia casa. Luego fueron a la iglesia, destrozaron el sagrario, tiraron las hostias consagradas por el piso y se marcharon.

Pero no vieron a una niña que estaba de rodillas en oración. Era tan menuda que no la notaron. Por la noche ella volvió en silencio, sigilosamente pasó la guardia en la casa del sacerdote antes de entrar en la oscura y fría iglesia.Allí rezó de rodillas una hora antes de recibir a su Dios y Señor en la Santa Comunión. En aquella época, la Comunión se daba en la boca y sólo una vez por día. Por eso la niñita volvía todas las noches hasta que todas las hostias sagradas fueron consumidas. De rodillas se agachaba en el suelo y recibía a Jesús con la lengua. El párroco la veía todas las noches desde su ventana, por la luz de la luna.

El sacerdote sabía exactamente cuántas hostias había en el copón porque las había contado y consagrado. En la trigésimo sexta noche, cuando la última hostia había sido consumida, los guardias descubrieron a la niña cuando se estaba retirando. La apresaron y la mataron a golpes.

El sacerdote sobrevivió para contar la historia. El obispo Sheen la escuchó cuando era seminarista y prometió a Dios hacer una hora santa durante todos los días de su vida sacerdotal, promesa que cumplió hasta su muerte a la edad de ochenta y dos años. Para ese entonces había inspirado a innumerable cantidad obispos y sacerdotes a hacer lo mismo. Pero pocos conocen la historia de la joven que lo inspiró.Te cuento esta historia, Tomás, porque el idealismo es la virtud del joven de corazón. Tú has dedicado tu sacerdocio a llevar a la juventud del mundo a Cristo. Yo quisiera agregar: a Cristo en el Santísimo Sacramento.

San Juan Bosco tuvo en un sueño una visión de la Iglesia representada por un barco a punto de naufragar. Por todos lados la atacaban sus enemigos, tratando de hundirla. Pero ve que el Papa guía a la Iglesia entre dos columnas que emergen del mar. Una columna era la Santísima Madre y la otra era la custodia con el Santísimo Sacramento.La paz fue restituida y el barco entró a puerto en una forma tan espléndida, que no hay palabras para describirlo. Juan Bosco pensó que era el cielo. La Santísima Madre le dijo que era la tierra, renovada y transformada por el reino Eucarístico de Su Hijo.
Fraternalmente tuyo en su amor Eucarístico,Mons. Pepe

miércoles, 6 de abril de 2011

Apóstoles inquietos - Ser Misionero Eucarístico

Desde mi adolescencia, cuando pude ver más de cerca la vida de algunos sacerdotes, me quedó claro que eran gente que no se estaba nunca quieta. Han pasado los años y ahora que me encuentro dentro del gremio de los pastores de almas, confirmo la apreciación que tenía en mis años mozos. 

Para quien ha experimentado en su vida el amor de Dios no existe quietud. Descubrir que Dios te ama y convertirte en su apóstol son la misma cosa. Es imposible permanecer cruzado de brazos cuando sabes que existen millones de personas que aún no han hecho esa experiencia que te cambió la vida, que te descubrió la felicidad. La paz que da Jesús es una paz inquieta, una paz que inflama. Creo que es Don Manuel quien define perfectamente la esencia del apóstol:
“¿Qué es un apóstol?
Etimológicamente es un enviado. Históricamente, según el Evangelio, las Epístolas y demás libros inspirados del Nuevo Testamento y la Historia de la Iglesia, apóstol es, sí, un enviado de Jesús con una sola ocupación: ir, y un solo fin: salir de Jesús, haciendo de Jesús, y volver después de haber hecho a Jesús en muchas almas, para volver a salir, y así cumplir el "id" del mandato apostólico. Es decir, a un apóstol le es todo permitido menos el estarse quieto. Siempre yendo! O saliendo de Jesús solo, o volviendo acompañado de almas a Jesús! El apóstol es un perpetuo viajante con este solo divino encargo: ir desde Jesús solo hasta Jesús acompañado. Él lo dejó dicho: Yo os elegí y os puse para que vayáis...” (Así ama Él)

Es simple correspondencia. Correspondemos al amor que nos ha manifestado, que ha dado un vuelco a nuestra existencia, a nuestros valores, que nos ha hecho felices. Correspondemos siendo responsables de repetir el ciclo, de darles a otros la oportunidad que nosotros tuvimos, transmitiendo el mensaje de Cristo a todos, siendo testigos. Ser Misionero Eucarístico Diocesano es vivir esa tensión del “ir” constantemente para llevar almas a Cristo.

Si has encontrado a Cristo en tu vida no te hagas esperar, comienza hoy a “ir” , porque son muchos los que esperan. Creo que la mejor conclusión son las palabras de Don Manuel, un alma 100% eucarística y por lo tanto 100% apostólica. Se refirió al apóstol como:

“He aquí la gran institución del amor del Corazón de Jesús. Su más rico y abundante desbordamiento, después de la Eucaristía.”(Así ama Él)

Hasta el Cielo.

P. César Piechestein, MED