Hace quince días tuve la bendición de hacer mis
ejercicios espirituales anuales. Fuimos un nutrido grupo de sacerdotes, más de
ochenta, los que pudimos orar y meditar las verdades que Cristo proclamó y que
la Iglesia continua predicando.
Cada día teníamos una hora de adoración eucarística
en grupo y uno de nosotros debía dirigir la misma. El segundo día me tocaba
hacerlo y aproveché para leerles varios pasajes de los escritos de Don Manuel.
El libro escogido fue “En busca del Escondido”, de más está decir que es uno de
mis favoritos.
A uno de mis compañeros le llamó mucho la atención
el párrafo que les comparto a continuación. Aunque no me he puesto a averiguar
si Don Manuel poseía artes culinarias, creo que esta receta que nos brinda es
de las más importantes y por lo tanto digna de ponerse por obra:
"Receta para ser grande
Mientras más hombres voy
tratando y más obras suyas conociendo, me convenzo de que la medida de la
grandeza de éstos, está en proporción inversa con la medida de su distancia
respecto del Sagrario.
Es decir, a más distancia
menos grandeza; a menos distancia, más grandeza.
Por eso los santos, que son los hombres en
todo grandes de verdad, llegan a serlo cuando acortan tanto su distancia al
Sagrario que se convierten ellos mismos en Sagrarios con dos pies, en los que
va muy a gusto el Jesús de su Comunión.
¿Receta para ser grande?
Hacerse Sagrario."
(Obras Completas n. 2696)
Creo que todos, de una manera o de otra, queremos
ser grandes. Nadie quiere pasar por el mundo sin dejar su huella, sin
trascender. Claro que hay modos y modos de ser grande. Nosotros queremos, o al
menos, deberíamos querer ser grandes como los santos. Esa grandeza que no sólo
deja huella en la historia y en la vida de muchos, sino que nos hace grandes a
los ojos de Dios, que es quien mejor paga. Don Manuel resume el método con la
cercanía que podamos tener al Sagrario. Claro está, no es sólo la cercanía
física sino que nos convirtamos nosotros en Sagrarios, en portadores de Cristo,
en Evangelios con pies.
Así que a ponernos a los pies del Abandonado. Seguro
que hará en nosotros grandes cosas, como lo hizo en su Madre. Seamos almas de
Sagrarios, sacerdotes con corazón de Eucaristía.
P. César Piechestein, MED
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