Nuestra misión es :"Remediar los tres abandonos más perjudiciales de un pueblo,
el de Jesús Sacramentado,
el del cura
y el de las almas."
(Beato Manuel González)

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viernes, 11 de septiembre de 2015

Cirineos : ayudando a cargar la Cruz a Jesucristo Sacerdote



Hace apenas un mes ha iniciado en Guayaquil una obrita que busca continuar “dando y buscando compañía al Abandonado del Sagrario”. Siguiendo la espiritualidad eucarístico-reparadora que Don Manuel sembró y cultivó en la Iglesia, un pequeño grupo de varones ha decidido asumir la tarea de ayudar a cargar la Cruz a Jesucristo Sacerdote.


Ha sido un fruto de los Retiros Espirituales Eucarísticos, otra iniciativa que realizamos cada primer domingo de mes ya desde hace tres años y que ha tenido una gran acogida en la ciudad. Las Madres Sacerdotales organizaban una exposición de libros de Don Manuel y además invitaban a sus reuniones. Había una opción para las mujeres que quisieran adoptar espiritualmente a un sacerdote, pero para varones no existía una obra.

Por iniciativa de mi papá, Carlos Piechestein, y con la compañía de otros cinco varones adultos, arrancó la obra que tiene como principal objetivo acompañar a Jesús Sacramentado y al sacerdote. La lectura reflexiva de los libros de Don Manuel, la adoración eucarística, la comunión diaria ofrecida por los Misioneros Eucarísticos Diocesanos, el sostén de las vocaciones sacerdotales y la oración por ellas, son los objetivos de la comunidad.

A quienes quieran ser parte de esta obra les extendemos la invitación. La cita es cada miércoles a partir de las 19h00 en la parroquia San Alejo (Eloy Alfaro 302 y Luzárraga, Bahía de Guayaquil). Se empieza con la Santa Misa, para pasar luego a la reunión y terminar con la visita al Santísimo Sacramento.

P. César Piechestein
Misionero Eucarístico Diocesano

viernes, 4 de julio de 2014

Partículas Sacerdotales - La predicación

“Renovemos nuestra confianza en la predicación, que se funda en la convicción de que es Dios quien quiere llegar a los demás a través del predicador y de que Él despliega su poder a través de la palabra humana. Es un género peculiar, ya que se trata de una predicación dentro del marco de una celebración litúrgica; por consiguiente, debe ser breve y evitar parecerse a una charla o una clase.

Uno de los esfuerzos más necesarios es aprender a usar imágenes. Una imagen atractiva hace que el mensaje se sienta como algo familiar, cercano, posible, conectado con la propia vida. Una imagen bien lograda puede llevar a gustar el mensaje que se quiere transmitir. La sencillez tiene que ver con el lenguaje utilizado. Debe ser el lenguaje que comprenden los destinatarios para no correr el riesgo de hablar al vacío. Frecuentemente sucede que los predicadores usan palabras que aprendieron en sus estudios y en determinados ambientes, pero que no son parte del lenguaje común de las personas que los escuchan. Si uno quiere adaptarse al lenguaje de los demás para poder llegar a ellos con la Palabra, tiene que escuchar mucho, necesita compartir la vida de la gente y prestarle una gustosa atención”.
                        Evangelii Gaudium   Papa Francisco
“Si por predicación parroquial se entiende una predicación elocuente, de párrafos redondeados, de profundas materias, de palabras rebuscadas y golpes de efecto, concedo que es difícil para tenerla que hacer todos los domingos y días de fiesta y con el escaso tiempo de preparación de que dispone un cura. Pero si por predicación parroquial se entiende lo que debe entenderse, es decir, una predicación sencilla, sin gritos, ni patéticos golpes de efecto y, sobre todo, de diez minutos de duración, niego que la predicación parroquial sea cosa difícil”.
                        Lo que puede un cura hoy    Beato Manuel González

jueves, 26 de junio de 2014

Dar de comer al alma

Cada día doy gracias a Dios por la confianza que sus hijos tienen en nosotros. Los curas párrocos somos además de pastores, consejeros, asesores, motivadores y algunas cosas más. Como buenos padres hemos de procurar ayudar en todo a nuestros hijos, aunque a veces (lo tengo que confesar) creo que la gracia de estado presta auxilios extraordinarios, porque los líos no sólo son numerosos, sino cada vez más complicados.

Pero para todo problema yo siempre tengo mi consejo fundamental, la solución a todo, la fuerza y el consuelo que sólo Dios puede dar y es la Comunión Diaria. Quizás a alguno le pueda parecer un escape simplista, pero no lo es. A otro le podrá parecer que no se puede presentar al Señor como un remedio, por un sincero temor de que se lo trate como una pastilla. La verdad es que, aunque los riesgos siempre existen, la ganancia y las pruebas que nos dan los santos nos garantizan la victoria.

¿Cómo puedo ponerme en el papel de consejero espiritual y no terminar como terapeuta o psicólogo? Porque soy sacerdote y lo mío no es sólo ayudar a resolver problemas o a orientar en una crisis, se trata de llevarles a Dios y ponerlos en comunión con Él. Y no conozco otro camino que no sea la Eucaristía. No quiero negar con esto que, además de proponer la Comunión Diaria, también procuro dar todo lo demás que esperan y necesitan, pero siempre dejando en claro que, sin la ayuda de Cristo, no habrá una transformación completa.


No estoy seguro de haberme explicado bien, pero estoy convencido de que la Eucaristía nutre nuestra alma, iluminando el entendimiento y fortaleciendo la voluntad (que son sus potencias), permitiéndonos superarnos en todas las dimensiones de nuestra vida. Y si la Iglesia, nuestra madre y maestra, nos ofrece y recomienda la Eucaristía a diario, es porque no existe mejor alimento.

P. César Piechestein, MED

miércoles, 18 de septiembre de 2013

Comulgar con hambre



Hace unos días recordaba al perro de Pavlov. El animalito estaba entrenado, había desarrollado el bendito “reflejo condicionado” que lo hacía salivar cada vez que escuchaba sonar la campana que le anunciaba la llegada de su alimento. Esa campanita hacía que todo su ser se entusiasmara con la sola idea del banquete que le llegaría a continuación.

Cierto que no es cosa linda compararnos con un can, aunque sea el mejor amigo del hombre, pero también nosotros podemos desarrollar esos reflejos. Creo que a todos nos ha sucedido que, al recordar un sabroso platillo, se nos haga agua la boca. Los aromas y los lugares nos pueden ayudar a repetir las sensaciones pasadas y a disfrutar otra vez de la misma experiencia.


Estoy seguro de que compartirán conmigo que, de todos los banquetes, el mejor es el eucarístico y sin embargo muchas veces lo recibimos sin el entusiasmo del perrito del experimento. Las razones podrían ser variadas: costumbre, tibieza, distracción, etc. La conclusión siempre será la misma y es que muchas veces comulgamos sin hambre.

Y la verdad es que es mucho lo que perdemos, porque a mayor devoción al comulgar, corresponde un mayor fruto espiritual. No es cuestión de beatería, sino de sacar el mayor provecho a tan insigne platillo, que si bien podemos recibirlo diariamente no tendríamos porque dejar de apreciar su valor eterno.

La clave para evitar la rutina cuando de comulgar se trata, nos la da el mismo perrito de Pavlov. Si a él le bastaba escuchar el sonido de la campana, nosotros tenemos mucho más que eso. Toda la liturgia de la Santa Misa tiene como objetivo prepararnos a tan grandioso momento, vivirla con atención nos permite llegar a la comunión con un espíritu bien dispuesto.

La próxima vez que entre a Misa, recuerde la sencilla lección que nos deja el mejor amigo del hombre. Que hasta en las cosas más sencillas, quien de verdad quiere, encuentra grandes lecciones.

Hasta el Cielo.

P. César Piechestein, MED

jueves, 7 de junio de 2012

Adoración y Comunión: compañeras inseparables


Uno de los mecanismos usados para poder descubrir si se están logrando los objetivos que se ha propuesto un grupo humano, es la evaluación. En una parroquia es necesario plantearse metas, que serán siempre la consecuencia práctica de lo propuesto por el plan de pastoral diocesano. Sin embargo, como una parroquia no es igual a una empresa comercial, la evaluación de la misma requiere métodos distintos.

La idea no es ponerme ahora a hacer una lista de métodos para evaluar, sino sólo reflexionar sobre lo que realmente cuenta en una comunidad cristiana. Cuando un Misionero Eucarístico regresaba de una misión, entregaba a Don Manuel el informe de la misma. Podemos leer un ejemplo detallado en el libro “Artes para ser Apóstol”, pero baste con decir que el elemento clave era siempre el número de comuniones.

Sin embargo ese era sólo el comienzo. Sabemos perfectamente que Don Manuel no se conformaba con que aumentase el número de comulgantes, su aspiración era que creciera la devoción eucarística, que Jesús no siguiera siendo el Abandonado. Y es que comunión y adoración van juntas, siempre que los comulgantes hayan interiorizado en el Misterio del Sacramento. Así lo afirma el Papa Benedicto XVI:

«De hecho, no es que en la Eucaristía simplemente recibamos algo. Es un encuentro y una unificación de personas, pero la persona que viene a nuestro encuentro y desea unirse a nosotros es el Hijo de Dios. Esa unificación sólo puede realizarse según la modalidad de la adoración. Recibir la Eucaristía significa adorar a Aquel a quien recibimos. Precisamente así, y sólo así, nos hacemos uno con él. Por eso, el desarrollo de la adoración eucarística, como tomó forma a lo largo de la Edad Media, era la consecuencia más coherente del mismo misterio eucarístico: sólo en la adoración puede madurar una acogida profunda y verdadera. Y precisamente en este acto personal de encuentro con el Señor madura luego también la misión social contenida en la Eucaristía y que quiere romper las barreras no sólo entre el Señor y nosotros, sino también y sobre todo las barreras que nos separan a los unos de los otros». 
(Discurso a la Curia Romana, 22 de diciembre 2005)

En conclusión, si queremos realmente que nuestras parroquias crezcan y maduren, que produzcan frutos de santidad y abundantes vocaciones sacerdotales, que rebosen de laicos comprometidos con la evangelización y la acción social, tenemos que cultivar la adoración eucarística, porque seguramente la Santa Misa la celebramos cada día.

"Nadie come esta carne sin antes adorarla; ... pecaríamos si no la adoráramos" 
(San Agustín)

P. César Piechestein, MED

miércoles, 8 de febrero de 2012

Parroquia, Nueva Evangelización y Año de la Fe - II parte

Avanzando en la preparación del Año de la Fe hemos de recordar la invitación que nos ha hecho el Papa . El mundo ha de reconocer a través de los cristianos la presencia y el mensaje del Maestro:

"Deseamos que este Año suscite en todo creyente la aspiración a confesar la fe con plenitud y renovada convicción, con confianza y esperanza. Será también una ocasión propicia para intensificar la celebración de la fe en la liturgia, y de modo particular en la Eucaristía, que es «la cumbre a la que tiende la acción de la Iglesia y también la fuente de donde mana toda su fuerza». Al mismo tiempo, esperamos que el testimonio de vida de los creyentes sea cada vez más creíble. Redescubrir los contenidos de la fe profesada, celebrada, vivida y rezada, y reflexionar sobre el mismo acto con el que se cree, es un compromiso que todo creyente debe de hacer propio, sobre todo en este Año." (Carta Apostólica Porta Fidei, 9)

Teniendo en cuenta que cada uno de nosotros formamos parte de una comunidad estable de fieles, es decir, de una parroquia, volvemos nuestra mirada e ella. Es ahí donde celebramos la fe, donde hemos sido educados en la doctrina cristiana, donde recibimos los sacramentos. Es el centro desde donde somos enviados a ser testigos del Evangelio en el mundo.

En la entrada anterior veíamos un panorama no muy alentador sobre nuestras parroquias, donde lamentablemente hay mucho aún por hacer para que se conviertan en centros vitales de la fe. Veamos que propone Don Manuel como solución para una “Parroquia-Calvario”:

"1618. Héroes: Eso, eso han de ser los curas de tales parroquias, y si no lo son, primero el desaliento que acobarda; después, el tedio que retrae; y, por último, el pesimismo, que todo lo inutiliza, se apoderarán de sus corazones y cerrarán sus válvulas paralizando el riego de la sangre y, como consecuencia, la inactividad, la inercia para todo lo bueno, y permita el Señor que tras la inercia, no venga la muerte moral con todas sus podredumbres...!
Y pregunto: Supuesto que ese pobre cura ha de vivir en calvario perpetuo, no lo queda otra ocupación que dejarse crucificar y esperar resignado la muerte? No tiene ninguna utilidad su sacrificio? No servirá para nada ese cura- víctima? Ha de consumirse su vida como la de la luz de la lámpara solitaria que arde ante el Sagrario? No tiene otro destino en la tierra más que consumirse como el grano de incienso en el incensario?
1619. No, ese sacerdote tiene que hacer mucho más que eso. Su sacrificio es el más fecundo de todos después del de la Cruz. Su destino no es ser luz de lámpara solitaria, sino luz colocada en lo alto del monte para iluminar a todo hombre que viene a este mundo. Y sal que condimente a las almas y las preserve de la corrupción. Llorará, es cierto, pero su llanto se convertirá en gozo suyo y de muchas gentes. Hablará, y al parecer no será oído. Y trabajará sin fruto visible, pero su palabra y su trabajo siempre, oídlo bien!, siempre producirán su fruto." (Obras Completas del Beato Manuel González, Lo que puede un cura hoy)

Pues si queridos hermanos, la transformación de la parroquia depende del cura párroco y creo que no es una afirmación novedosa. Para que este Año de la Fe sea lo que Dios espera que sea, hemos de ser nosotros los primeros en renovar nuestra fe y nuestro deseo de comunicarla, como lo afirma Su Santidad en la primera citación que compartimos. No podemos pensar que es una llamada dirigida sólo a los laicos, puesto que somos nosotros los pastores y por lo tanto los primeros convocados.  Nuestro ejemplo animará a los fieles que nos han sido encomendados.

Comencemos por sacarnos de encima cualquier conformidad y retomemos la sed de almas que teníamos cuando estrenamos el sacerdocio. Encendamos una vez más la llama de devoción que teníamos cuando éramos todavía seminaristas y alimentemos la ilusión con la que mirábamos nuestro futuro pastoral. Siempre es posible volver al primer amor.

P. César Piechestein, MED

martes, 17 de enero de 2012

Parroquia, Nueva Evangelización y Año de la Fe - I parte

Su Santidad nos ha llamado a prepararnos para vivir el año de la Fe y ha insistido en la necesidad de la Nueva Evangelización. Estos dos elementos nos ponen ante la necesidad de poner los ojos sobre lo que tenemos, nuestra realidad actual. Como Misioneros Eucarísticos sabemos que nuestra prioridad es la parroquia, la comunidad de fe a la que hemos sido enviados por nuestro obispo. Es ahí donde hemos de evangelizar, donde hemos de educar en la fe a los hermanos.

Para desarrollar un plan es esencial comenzar con lo que tenemos, para después plantearnos los medios para llegar hasta lo que nos hemos propuesto como meta. Creo que para lograrlo nos podría dar una mano Don Manuel:

"Cómo están nuestras parroquias
1616. No nos empeñemos en engañarnos. Es verdad que hay parroquias, muchas por la misericordia de Dios, en las que se cumplen con una feliz exactitud los deseos del Buen Maestro: "Un solo redil y un solo Pastor". ¡Benditos de Dios sean y dichosos los curas a quienes Él regala tanto! Pero también son muchas las parroquias, verdaderas repeticiones del Calvario; que allí no faltan ni sayones que crucifiquen, ni fariseos hipócritas que seduzcan y azucen al pueblo, ni discípulos cobardes que huyan, ni malos ladrones que roben dinero y fama, ni víctima que responda con sonrisa y con perdones a los que crucifican, seducen, abandonan y roban...
1617. ¡Las parroquias-calvarios!
Ésta es la frase y no hay que asustarse de ella. Y aunque me llaméis cruel, yo añadiré que a ese calvario levantado por los malos cristianos en nuestras parroquias hay que añadirle que es un calvario, no de tres horas, sino de muchas horas y de muchos años. Que es un calvario en que no se muere para resucitar al tercer día, sino que se vive para padecer más. Que es un calvario en el que se siente, a veces, junto con el abandono de Dios, el abandono de los más amigos. Un calvario en el que nadie llora, ni compadece. Un calvario, en fin, y esto quizá es lo que lo hace más angustioso, desde el que se divisa el falso tabor del mundo adornado con sus placeres y riquezas tan atrayente y sugestivo, y sobre él al ángel malo que repite: Todo esto te daré, si me adoras... ¡Dios mío, Dios mío, qué duras son a veces las pruebas a que sometes a tus amigos!"
(Lo que puede un cura hoy, Beato Manuel González)

Seguramente no es un panorama alentador en muchos de los casos, pero precisamente por eso es que hay que poner manos a la obra cuanto antes. El Papa nos llama la atención y nos anima a comenzar la renovación de la Iglesia, desde la comunidad que nos ha encomendado, a la que pertenecemos. Laicos y sacerdotes juntos, porque somos corresponsables de la construcción del Reino. Dispuestos a transformar las parroquias-calvarios en parroquias-cenáculo o parroquias-tabor, donde Cristo sea adorado y obedecido.

Esta es la primera de varias entregas que tendrán como eje la parroquia como epicentro de la Nueva Evangelización y de la celebración del año de la Fe. Esperamos aportar positivamente al buen desarrollo y a la fecundidad de éste tiempo de gracia hacia el que caminamos.
Hasta el Cielo.

P. César Piechestein, MED