Nuestra misión es :"Remediar los tres abandonos más perjudiciales de un pueblo,
el de Jesús Sacramentado,
el del cura
y el de las almas."
(Beato Manuel González)

jueves, 7 de junio de 2012

Adoración y Comunión: compañeras inseparables


Uno de los mecanismos usados para poder descubrir si se están logrando los objetivos que se ha propuesto un grupo humano, es la evaluación. En una parroquia es necesario plantearse metas, que serán siempre la consecuencia práctica de lo propuesto por el plan de pastoral diocesano. Sin embargo, como una parroquia no es igual a una empresa comercial, la evaluación de la misma requiere métodos distintos.

La idea no es ponerme ahora a hacer una lista de métodos para evaluar, sino sólo reflexionar sobre lo que realmente cuenta en una comunidad cristiana. Cuando un Misionero Eucarístico regresaba de una misión, entregaba a Don Manuel el informe de la misma. Podemos leer un ejemplo detallado en el libro “Artes para ser Apóstol”, pero baste con decir que el elemento clave era siempre el número de comuniones.

Sin embargo ese era sólo el comienzo. Sabemos perfectamente que Don Manuel no se conformaba con que aumentase el número de comulgantes, su aspiración era que creciera la devoción eucarística, que Jesús no siguiera siendo el Abandonado. Y es que comunión y adoración van juntas, siempre que los comulgantes hayan interiorizado en el Misterio del Sacramento. Así lo afirma el Papa Benedicto XVI:

«De hecho, no es que en la Eucaristía simplemente recibamos algo. Es un encuentro y una unificación de personas, pero la persona que viene a nuestro encuentro y desea unirse a nosotros es el Hijo de Dios. Esa unificación sólo puede realizarse según la modalidad de la adoración. Recibir la Eucaristía significa adorar a Aquel a quien recibimos. Precisamente así, y sólo así, nos hacemos uno con él. Por eso, el desarrollo de la adoración eucarística, como tomó forma a lo largo de la Edad Media, era la consecuencia más coherente del mismo misterio eucarístico: sólo en la adoración puede madurar una acogida profunda y verdadera. Y precisamente en este acto personal de encuentro con el Señor madura luego también la misión social contenida en la Eucaristía y que quiere romper las barreras no sólo entre el Señor y nosotros, sino también y sobre todo las barreras que nos separan a los unos de los otros». 
(Discurso a la Curia Romana, 22 de diciembre 2005)

En conclusión, si queremos realmente que nuestras parroquias crezcan y maduren, que produzcan frutos de santidad y abundantes vocaciones sacerdotales, que rebosen de laicos comprometidos con la evangelización y la acción social, tenemos que cultivar la adoración eucarística, porque seguramente la Santa Misa la celebramos cada día.

"Nadie come esta carne sin antes adorarla; ... pecaríamos si no la adoráramos" 
(San Agustín)

P. César Piechestein, MED

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