Nuestra misión es :"Remediar los tres abandonos más perjudiciales de un pueblo,
el de Jesús Sacramentado,
el del cura
y el de las almas."
(Beato Manuel González)

lunes, 28 de febrero de 2011

Delante del Sagrario - Compañía de Compasión II

Hace pocos días el Papa Benedicto XVI nos recordaba en su mensaje para la jornada de oración por las vocaciones, la dimensión esponsal de nuestro sacerdocio. Y es que un sacerdote no es un soltero sino uno que se ha consagrado a Cristo y por lo tanto será siempre Él su centro, el eje de su vida. 

Reconocemos que el Señor está presente en el Santísimo Sacramento al que el sacramento del orden está entrelazado. No hay Eucaristía sin sacerdocio, ni sacerdocio sin Eucaristía. Como consecuencia de esta verdad no puede haber para el sacerdote nada ni nadie más importante que Jesús Sacramentado.

Es entonces perfectamente lógico pensar que será al sacerdote a quien más le duela el abandono del que Jesús es víctima en tantos Sagrarios. Y es precisamente esa comunión íntima que existe entre el sacerdote y la Eucaristía lo que produce está compasión, este sentir con. 

Esta comunión-compasión entre el sacerdote y Jesús Sacramentado no termina cuando el primero abandona el templo y se aleja físicamente del Sagrario:

“Llena el alma de ese vivir sintiendo y compadeciendo con Él, procura no ver, ni oír, no sentir, ni querer las cosas, los acontecimientos y a las personas, sino como Jesús desde su Sagrario las ve, oye, siente y quiere. Y de esta suerte, la presencia nuestra ante el Sagrario, que por ser corporal está limitada sólo al tiempo en que estamos delante de Él, por esta compasión le podemos acompañar no a ratos, sino siempre, siempre …” (Beato Manuel)

Logrará esto quien pueda congeniar a Marta y María. Cierto que las obligaciones del ministerio pastoral nos impiden permanecer todo el tiempo que quisiéramos a los pies del Tabernáculo, como María, pero también es cierto que a través de la compañía de compasión podemos seguir unidos a Él. Bien decía Santa Teresa “Hemos de obrar con tanta energía como si todo dependiera de nosotros y orar con tanto empeño como si todo dependiera de Dios. En fin Marta y María juntas para siempre”. Aunque nuestro cuerpo esté lejos del Santísimo Sacramento, nuestro espíritu permanece junto a Él.

“Por esta compañía de compasión, nuestro corazón y nuestra vida se convierten en eco del Corazón y de la Vida que palpitan en nuestro Sagrario.” (Beato Manuel )
Y es así que el sacerdote se va transformando en sacerdote-Hostia.
Hasta el Cielo.

P. César Piechestein, MED

viernes, 25 de febrero de 2011

De parte de nuestros lectores - Reflexión de la Hna. Briege McKenna

Una vez más nuestros lectores nos hacen llegar un mensaje extraordinario. Comparto con ustedes ésta reflexión de la Hna. Briege que me ha hecho pensar mucho. Seguro que les ayudará a comprender cuán grande es la misericordia del Señor y cuánto debemos agradecerle. No podemos hacer otra cosa que ser recíprocos ante tanto amor.

LA TIENDA RAÍDA


Como joven religiosa, a menudo oía pláticas acerca de vivir en la presencia de Dios. En la sociedad actual, a causa de tanto ruido y de la dificultad de encontrar lugares de silencio, la gente dice que encuentra difícil estar conscientes de Jesús.

Hace algunos años, en mi retiro anual, me vi sometida a tentaciones terribles y al desaliento. Cada tentación que ustedes puedan pensar, yo las tuve esa noche. Camino a Misa a la mañana siguiente, me sentía abatida y deprimida por los ataques y tentaciones de la noche anterior.

Al enfilarme a recibir la Comunión, hice un acto de fe, dije: "Jesús, yo sé que Te estoy recibiendo, pero me siento tan desalentada, tan destrozada y tan indigna de recibirte."

Fue así como yo me sentí al comulgar. Al recibir la Hostia Sagrada y volver a mi lugar, recibí una clara imagen de una tienda. Recuerdo haber mirado la tienda y pensar: "Vaya, esa pobre tienda está muy maltratada". Recuerdo haberla examinado y decir: "Debe haber pasado por una tormenta terrible."

Al llegar a mi banca y arrodillarme, vi que un hombre entraba en la tienda. Me vi a mí misma en la imagen y cómo le decía yo al hombre: "Oh, no, no puede usted entrar ahí, es un desorden. Está toda estropeada. Tiene agujeros muy grandes."

El hombre me miró, me sonrió y me dijo: "¿Qué quieres decir con eso? Yo vivo aquí adentro."

En ese momento, entendí que yo era la tienda raída, que había sido estropeada por las tentaciones a pecar, el desaliento y todas esas cosas que me amenazaron durante la noche. Ahora, Jesús me mostraba que, estropeada y todo, Él seguía haciendo Su morada en mí - y que acababa de venir nuevamente a mí bajo la apariencia de la Sagrada Hostia.

Fue algo muy humillante: ¡nunca había pensado en mí misma como una tienda raída! Luego sentí como si Jesús me llevara de nuevo al interior de la tienda. Lo vi sentarse a Su mesa y también yo me senté frente a Él. Él me tomó ambas manos y me habló desde el otro lado de la mesa.

Mientras me hablaba, yo miraba la tienda y decía: "¡Dios mío, mira nada más esta tienda! ¿Qué pensará la gente? ¡Mira esta tienda en tan mal estado!"

Me disculpé y aparté mis manos de las manos de Jesús. Empujé la silla, me levanté y comencé a reparar los agujeros de la tienda. Yo pensaba: "¿Qué dirá la gente si ve estos agujeros?" Me puse inmediatamente a hacer que la tienda se viera bien ante los ojos de otras personas.

Fue entonces cuando sentí que Jesús, muy gentilmente, me obligaba a sentarme de nuevo, y me decía: "Briege, si te preocupas por esos agujeros y por tu tarea de repararlos, vas a olvidarte de Mí. Pero si te preocupas por Mí, Yo repararé tu tienda."

Entendí que estaba pasando mucho tiempo preocupándome por las tentaciones y por mis pecados, por cómo les iba a hacer frente y por lo que las demás personas pensaban. El Señor me mostró que la conversión y el arrepentimiento tienen lugar cuando sólo nos preocupamos de Jesús y nos volvemos a Él. Y es que si nos preocupamos de Jesús, automáticamente nos apartamos del pecado. No podemos prestar toda nuestra atención a Jesús y al mismo tiempo volver a pecar.

Esto es lo que le sucedió a todos los grandes Santos de la Iglesia: ellos se volvieron a Jesús, apartándose del pecado. Tomemos, por ejemplo, a San Francisco de Asís. Él hizo de Jesús su única preocupación y se olvidó completamente de todo lo que estaba mal en su vida. Dios se hizo cargo de eso. Lo mismo le ocurrió a San Pablo, a San Pedro, a San Ignacio, a Santa María Magdalena y a Santo Tomás de Aquino, para nombrar tan solo a unos cuantos.

Todos tenemos que recordar que cuando pecamos, no debemos obsesionarnos con el pecado y seguir pensando en él, sino volvernos a Jesús. Cuando comenzamos a tratar de complacer a Jesús y vivir por Él, entonces Él cambia nuestra vida.

El Señor me enseñó esta segunda lección usando la imagen de la tienda de campaña. De nuevo, me encontraba sentada a la mesa con Él. Me asomé fuera de la tienda y vi que personas con muchos problemas, enfermedades y dificultades se acercaban a la tienda. Yo dije: "Señor, tengo que irme, porque todas esas personas me necesitan." Me levanté de un salto y dije: "Dios mío, ¿pero cómo voy a manejar todos esos problemas, a tantas personas y con tantos problemas?"

Mientras estaba parada a la entrada de la tienda tratando de pensar cómo iba a ayudarlas, de nuevo sentí la mano de Jesús haciéndome regresar a Él. Moviendo su dedo índice me dijo con una pequeña sonrisa: "Ellas no vienen a ti para que les resuelvas sus problemas. Ellas sólo vienen a ti porque Yo vivo en ti. Si te levantas y dices: 'Tengo que hacerlo', entonces olvidarás que Yo soy quien sana y quien da la paz. Yo soy quien sana a los enfermos. Lo único que necesito de ti es que seas un instrumento. Así que ahora siéntate y déjame a Mí ir a la puerta."

Me vi a misma sonreír al decirle a Jesús: "Sí, ahora sé por qué me dijiste que cuando alguien confía en Ti no fracasa. Pero si trato de hacer las cosas por mí misma, fracasaré."

A partir de esa experiencia, fui más consciente de que es Jesús quien tiene el poder y quien realiza toda la obra. Como dice San Pablo: "... ya no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí" (Gal 2,20). Frecuentemente, cuando recibo invitaciones para ir por todo el mundo a hablarles a toda clase de personas -obispos, sacerdotes, médicos- suelo pensar: "Yo no puedo hacerlo". Y escucho a Jesús decirme: "No, tú no puedes, pero Yo sí. Déjame hacerlo a través de ti".

Es cierto. Yo no puedo hacerlo. El día que yo crea que puedo, será porque me he escapado y lo he dejado a Él sentado solo en la mesa, en la tienda raída.

El día que yo trate de hacerlo por mí misma, será un día en que quedaré frustrada y cometeré muchos errores. Será el día en que Briege comience a edificar su propio reino en lugar del Reino del Señor.

martes, 15 de febrero de 2011

El Sagrario de mi parroquia: una historia de amor.

El Beato Manuel González empeñó la mayor parte de sus energías en buscarle compañía al Abandonado del Sagrario. Creo que ha sido a través de sus enseñanzas que muchos hemos reencontrado el valor de este pequeño hogar que, en cada templo, acoge el Cuerpo Eucarístico de nuestro Señor. Yo quiero compartirles la historia de amor que me une al sagrario de mi parroquia y cómo me acompañó aún cuando estaba muy lejos.

El Sagrario de mi juventud
Cuando tenía trece años y apenas nos habíamos mudado al norte de Guayaquil, me inscribieron en la catequesis de la confirmación. Fue en aquel entonces que por primera vez me vi frente al sagrario de la parroquia de Nuestra Señora de la Alborada. Justo a los pies de la Virgen, plateado y brillante. Debo confesar que al principio no me fijé mucho en los detalles, aunque me pareció un tabernáculo más grande que los que había visto antes.

Pasó el año de catequesis y recibí el sacramento que me impulsó a ser “soldado de Cristo” como siempre nos recordaba nuestro catequista y repetía nuestro párroco. Ingresé a la Comunidad Misionera Jarcia y fui descubriendo la importancia de la oración. Fue en esa época que me vinculé al sagrario. Me percaté del detalle de la puerta, donde en alto relieve se mostraba a San José y a Santa María que llevan de la mano al Niño Dios que camina entre ellos dos. Esa puerta, esa imagen, era el centro de mis miradas, el eje de mi oración.

Y así pasaron los años, yo y aquel sagrario de mi parroquia nos fuimos haciendo amigos. Es verdad que también visitaba otros sagrarios, sobre todo el de la universidad y cuando nos mudamos más al norte, el sagrario de mi nueva parroquia. Pero el sagrario de la Alborada era como el primer amor, al que siempre se vuelve.
La puerta del Sagrario

Sucedió que cuando llegó el día de marcharme al seminario, en la ciudad de Ibarra a once horas de casa, el Escondido del Sagrario me regaló una sorpresa. Nada más llegar a mi nuevo hogar, el Seminario Mayor Nuestra Señora de la Esperanza, fui a visitar la capilla. No puedo describir la emoción que me llenó cuando vi por primera vez el sagrario. Era exactamente la misma puerta, la misma imagen de mi viejo amigo. Eran poquísimos los detalles que diferenciaban éste sagrario, de aquel que me había acompañado durante mi adolescencia en la parroquia. Era como si se hubiera venido conmigo.

Poco antes de concluir los años de seminario, uno de mis formadores me puso en las manos “Lo que puede un Cura hoy”. Fue así que conocí a Don Manuel y comencé a admirar su pasión por buscarle adoradores al Corazón Eucarístico de Cristo. Y mi amor por aquel sagrario que me seguía acompañando encontró un mentor y un fundamento, el Beato Manuel y “darle y buscarle compañía al Abandonado del Sagrario”.
Lugar actual del Sagrario

Volví a mi parroquia, después de los seis años de formación. Quiso Dios que celebrara mi primera Misa a los pies de mi Sagrario y que mi primer año de sacerdocio transcurriera en la misma parroquia de mis años mozos. Y siempre acompañado de aquel sagrario.

Hoy, diez años más tarde, sigo visitando el sagrario de mi corazón. Doy gracias a Cristo que me enseñó a amar su presencia eucarística a través de la contemplación de esa puerta y que me regaló en Don Manuel un ejemplo a seguir. Y es mi deseo que cada uno de ustedes encuentre también un sagrario que les acompañe y al que ustedes puedan acompañar, porque el amor siempre es recíproco.
Hasta el Cielo.

P. Cèsar Piechestein, MED

lunes, 7 de febrero de 2011

De parte de nuestros lectores - V Carta de Mons. Pepe al P. Tomás


Querido padre Tomás:

En un vuelo vi una película que me hizo acordar de la solemnidad de hoy. ¿Has visto "Un príncipe en Nueva York" ("Coming to America")? Eddie Murphy hace el papel de un príncipe africano a punto de convertirse en rey. Todas las mujeres quieren casarse con él por su riqueza. Pero él desea encontrar a alguien que lo quiera por sí mismo.
Entonces viene a América donde la gente no lo conoce. Se viste sencillamente, sin la majestuosa vestimenta de un príncipe para que nadie sepa lo rico que es. Consigue trabajo en McDonalds y vive en el lugar más pobre de Harlem en Nueva York.

Para encontrar el amor verdadero se convierte en lo que se llama "un pobre sucio, Con esa apariencia pobre y humilde, conoce en una iglesia a una joven muy atractiva. Se atraen, salen y se enamoran.
Ella acepta su propuesta matrimonial y se asombra al descubrir que él es un príncipe disfrazado. El casamiento la convierte en princesa y en la mujer más rica del mundo.

¡Qué historia estupenda! Pero ¿sabes una cosa, Tomás? Esta es la real historia de amor de Jesús en el Santísimo Sacramento. El es el Rey buscando quien lo quiera por sí mismo.

En el Santísimo Sacramento se viste sencillamente, oculta su gloria. Viene humildemente hacia nosotros como "el Pan Vivo bajado del cielo". Es tan profundo su anhelo de ser amado por sí mismo, que se muestra más pobre que cualquier ser humano de la tierra.

Es el Rey con un corazón romántico merecedor de nuestro amor por todo lo que ha hecho por nuestra salvación. Esto es la adoración perpetua, proclamar a Jesús Rey dándole el honor y la gloria que le corresponde.

Por la adoración perpetua una parroquia da al Rey todo el amor que verdaderamente se merece. Por eso la liturgia de Cristo Rey empieza con esta oración:

"Digno es el Cordero degollado de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría, la fuerza y el honor" (Ap 5, 12).

La adoración perpetua es el romance divino entre Jesús y su pueblo. Es decirle "sí" a su propuesta matrimonial. Todo lo que Él quiere es nuestro amor. "Porque yo quiero amor, no sacrificios" (Os. 6,6). Entonces ¡Él nos sorprenderá con la herencia de su Reino!
Fraternalmente tuyo en Su Amor Eucarístico,

Mons. Pepe

viernes, 4 de febrero de 2011

De parte de nuestros lectores - VI Carta de Mons. Pepe al padre Tomás

Querido padre Tomás:

¡Feliz Navidad! Noche de Paz, noche de amor, todo duerme en derredor… brilla anunciando al niñito Jesús. Este inspirado himno se escribió en una iglesia rural de Alemania, hace cien años cuando se le rompió el órgano.El párroco de esta pequeña iglesia dijo que sin órgano la Navidad iba a ser una "noche de silencio, una Noche de Paz". Entonces, para la misa de medianoche, el organista compondría una melodía, el sacerdote escribiría la letra y el coro cantaría las suaves alabanzas de un nuevo himno.

Con esta intención se compuso el himno: algo sencillo, cantado una sola vez y olvidado. Después de Nochebuena, una tormenta de nieve impidió que llegara el hombre que arreglaría el órgano hasta la primavera, cuando la nieve se hubo derretido. Al terminar de arreglarlo, encontró sobre el órgano esta partitura olvidada aquella noche de Navidad. La tomó y se la llevó consigo a Munich. El resto es historia. "Noche de Paz" ha sido escuchada desde entonces. Sus suaves acordes de amor y de paz, han llegado a millones y millones, transformando la vida de innumerables personas.

Lo mismo sucede con una sola hora santa. La dejamos en la capilla, como esa partitura de "Noche de Paz" y Dios transforma nuestra hora de oración en un caudal de gracias infinitas para su pueblo. La gracia de Dios obtenida en una sola hora santa transforma más corazones que toda la gente que lo ha hecho con 'Noche de Paz'. Por una sola hora santa, las gracias de Dios se oirán en el mundo hasta el fin de los tiempos y por toda la eternidad, por el aprecio divino que Dios tiene por aquellos que aman a su Hijo en el Santísimo Sacramento.

Dios Padre estará eternamente agradeciéndote y amándote en el cielo, porque tú has honrado a su Hijo en la tierra, en el Santísimo Sacramento que es la continuación de la Encarnación de Jesús.

Cuando visitamos al Santísimo Sacramento, encontramos la misma humildad y ternura que los pastores encontraron cuando visitaron al "niño acostado en el pesebre" (Lc 2,16). El hambre en el corazón de Dios por el hombre, se expresa con la humildad de estas dos palabras, Niño Jesús.

¡Cuán grande es el deseo de Dios por tener profunda intimidad con el hombre! Jesús vino como un bebé porque nunca nadie les ha tenido miedo de acercarse a ellos. Se ama a un bebé porque es indefenso. Un bebé pidiendo amor con sus bracitos abiertos, es irresistible.

La Hostia Sagrada personifica la ternura divina de la Encarnación. Tan manso y humilde, tan adorable y tan pequeñito y vulnerable, el Santísimo Sacramento es Jesús diciendo "Venid a mí... que soy manso y humilde de corazón..." (Mt 11,28-29).

Sólo los humildes oyen su voz. Sólo aquellos con corazón de niño, buscan su Corazón en el Santísimo Sacramento. Por eso Jesús dice: "Dejad que los niños vengan a mi, no se lo impidáis, porque de los que son como ellos es el Reino de Dios" (Mc 10,14).

En aquel tiempo, los apóstoles desanimaban a los niños a acercarse a Jesús, así como ahora algunos sacerdotes desaniman a la gente a acercarse al Santísimo Sacramento, a la Exposición o a la adoración perpetua.

Esto me recuerda una película llamada 'El Niño de Oro" ("Golden Child"). El destino del niño era la salvación del mundo, ya que todo lo que él tocaba se curaba y quedaba sano. El diablo lo encierra en una jaula y lo aleja de la gente. La misión consistía en liberar al niño.

San José tuvo que proteger al Niño Jesús con la huída a Egipto. Un Herodes furioso había ordenado una masacre (Mt 2,16). El Papa compara esto con el aborto de la vida humana. Pero también existe el aborto de la vida divina. Aquellos que destruyen la adoración, aíslan a los fieles del torrente de la vida divina.

En el Congreso Eucarístico de Sevilla, España, meditando sobre los escritos del obispo Manuel González, el Santo Padre hizo una exhortación a la adoración perpetua en todas las parroquias del mundo entero.

El obispo González inspiró al obispo Félix Zafra y éste a los Misioneros del Santísimo Sacramento. El obispo González compara la visita al Santísimo Sacramento, con el acercamiento a la cálida luz del sol, con el beber de agua fresca en una fuente que da vida y con el ensimismamiento por la dulce fragancia de una flor. Pero el sol, la fuente y la flor no tienen corazón y si no se entristecen no nos acercamos a ellos.

El Corazón de Jesús sí se entristece si lo dejamos solo porque Su Corazón es el más sensible y tierno de todos los corazones. "Con cuerdas humanas los atraía, con lazos de amor; y era para ellos como los que alzan a un niño contra su mejilla, me inclinaba hacia Él y le daba de comer" (Os 11,4).

Como la estrella sobre Belén, el Papa señaló al Santísimo Sacramento como el remedio "que cura" todos nuestros males tanto en la Iglesia como en el mundo. La solución a toda confusión y promiscuidad en el mundo es la intimidad con Jesús en el Santísimo Sacramento. Eludir su llamado a esta intimidad causa toda la promiscuidad.

Esta noche en la misa de medianoche, Joseph Skelton, Keith Poupard, George Wilson y Lou Verroi cantaron "Más cerca, oh Dios de Ti" ("Just a closer walk with Thee"). Y es así de simple. La prolongación de la Encarnación de Cristo en el Santísimo Sacramento es Jesús mismo que viene íntimamente a nuestro lado para que podamos acercarnos más íntimamente a Él.
"Yo os aseguro: el que no reciba el Reino de Dios como niño, no entrará en el'. Y abrazaba a los niños, y los bendecía poniendo las manos sobre ellos" (Mc 10,15-16).
Esto es adoración perpetua Tomás. El Santísimo Sacramento es Emmanuel, “Dios con nosotros”, que se “rebajó” con infinita humildad y amor para continuar abrazando, bendiciendo y curando a todos sus hijos hoy, así como lo hizo en el tiempo del Evangelio.
La Iglesia nunca pretendió ser tan excesivamente institucional, burocrática o legalista, sino más bien cálida, personal e íntima. La gente es atraída por lo amigable y adorable. La adoración perpetua es una puerta siempre abierta. Es un signo de los brazos abiertos de Cristo en el Santísimo Sacramento, siempre invitando, dando la bienvenida y abrazando a cada uno de los que se acercan a Él. Una puerta siempre abierta hacia los brazos extendidos de Cristo que espera y transmite a todos un sentido de pertenencia personal. Una puerta siempre abierta irradiando la luz del Amor Divino en la custodia, define el verdadero significado de la Encarnación.
En el Santísimo Sacramento el Verbo se hace carne y habita entre nosotros. Así como vemos al niño acostado en el pesebre, así también podemos ver en la Sagrada Hostia la misma "gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad" (Jn 1,14)
Por eso la Madre Teresa decía que cuando miramos a la Sagrada Hostia vemos cuánto Jesús nos quiere AHORA. Es su Amor eterno por ti. Este Amor nos dice "confiadle todas vuestras preocupaciones, pues Él cuida de vosotros" (1 P 5,7).
Con plena confianza deposita todos tus temores y ansiedades en su Corazón y a cambio recibirás su paz. El sonido de su amor permanente es lo único que Él quiere que oigas en tu mente y en tu corazón. Cada hora santa debería ser como esta canción "esta noche hay por todas partes un cierto silencio. Por eso escucha con mucha atención, acércate y verás lo que te quiero decir. No es un sueño. Lo único que oirás es un susurro al oído, TE AMO por siempre jamás" ("There is a kind of hush, all over...").
Por el Amor permanente de Jesús en el Santísimo Sacramento podemos decir: "Noche de paz, noche de amor, todo es calma, todo brilla en derredor, duerme la paz celestial".
Por este amor permanente debemos estar tan entusiasmados de tener una capilla de adoración perpetua, así como lo estuvo el ángel al proclamar la buena noticia del nacimiento de Jesús en Belén, la primera capilla de adoración perpetua.
Querido Tomás, sé ese ángel, ese mensajero. Dile a la gente con esa misma alegría que tu parroquia tendrá adoración perpetua en donde el mismo Jesús nacido en Belén los estará esperando con los brazos abiertos. "No temáis, pues os anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo" (Lc 2,10).
Fraternalmente tuyo en su Amor Eucarístico, Mons. Pepe