Nuestra misión es :"Remediar los tres abandonos más perjudiciales de un pueblo,
el de Jesús Sacramentado,
el del cura
y el de las almas."
(Beato Manuel González)

sábado, 26 de mayo de 2012

Pentecostés fructuosa - Don Manuel González


En su “Decenario al Espíritu Santo”, Don Manuel con su amor siempre de Padre nos recuerda que ante todo somos instrumentos de Dios y que es su Espíritu el que obra a través de nosotros. Une, como es lógico, el misterio de la Eucaristía con el sacerdocio y reconoce en la transformación del ministro en hostia viva, la acción del Espíritu Santo:

«Por la Misa somos sacerdotes y hostias con Jesús sacerdote y Hostia; por la Comunión, comensales de Jesús sacrificado y cooperadores del Espíritu Santo que nos asimila a aquél y hace que por cada Comunión, bien recibida, seamos más Jesús. Es muy significativo que las siete oraciones con que la Iglesia prepara a sus sacerdotes para la santa Misa sean dirigidas de modo especial al Espíritu Santo. Misas y Comuniones de los Apóstoles, preparadas por el mismo Espíritu Santo, participadas y agradecidas por la Madre de Jesús en persona, ¡cómo renovasteis la faz del mundo!».
(Beato Manuel González,Obras Completas,5313)

Creo que todos hemos enseñado a los muchachos que se preparan para recibir la Confirmación que el Espíritu Santo que recibirán con el sacramento, actúa respetando nuestra libertad. Es decir que depende de nosotros el fruto que tendrá su presencia en nuestras vidas. Dios respeta nuestra libertad y no impone su voluntad, su Espíritu nos inspira aquello que Dios espera de nosotros, pero sólo quien se abre a su acción, como los Apóstoles que oraban en el Cenáculo el día de Pentecostés, verá florecer los siete dones.

Eso que enseñamos nos toca aplicarlo a nuestra vida. De lo contrario estaremos quitando toda sobrenaturalidad a nuestra acción pastoral. Creo que hemos comprobado muchas veces cómo obras que parecían geniales, pero que carecían de auténtica vida sobrenatural, se desmoronan cuando menos lo esperábamos. No basta con andar en las cosas de Dios, si no estamos en comunión con el Dios de las cosas.

«Si toda dirección y todo acierto en acciones y obras para llevar almas a Dios viene del que se ha llamado por la Iglesia Dedo de la diestra del Padre, o sea, el Espíritu Santo, el único Iluminador, Director, Guía y Santificador de las almas, nuestras buenas obras tan rebosantes de criterio humano y de direcciones humanas y tan vacías de oración, dejan poco o nada que hacer a Dios Espíritu Santo...»
(Beato Manuel González,Obras Completas,5310)

Acojamos con sincero corazón y con toda la docilidad de nuestra alma al Paráclito, al Consolador. Tanta necesidad tenemos de Él, tanto bien podrá hacer a través de nosotros. Bendito sea Cristo Eucaristía que no sólo se quiso quedar presente en el Sagrario, sino que con su Espíritu Santo ha venido a habitar en nuestro ser.

P. César Piechestein, MED

martes, 8 de mayo de 2012

Abandono del Sagrario: el mayor mal de todos los males


Hablar del Beato Manuel González, es hablar del abandono de Jesús Sacramentado. Para él, que consagró todo su sacerdocio a dar y buscar compañía al Sagrario, no existía un mal más grande que la soledad a la que se condenaba a Jesús en tantos pueblos. Lo afirmó categóricamente:

«Tengo la persuasión firmísima de que prácticamente el mayor mal de todos los males y causa de todo mal, no sólo en el orden religioso, sino en el moral, social y familiar es el abandono del Sagrario».

Como hijos de la Iglesia, reconocemos en el Santísimo Sacramento, la fuente y cumbre de nuestra madre y maestra. Todo gira alrededor del “misterio de nuestra fe”, como lo afirmamos en la Santa Misa. De ahí que la mayor pobreza que pueda sufrir un pueblo, es quedarse sin el Sacramento. Pero existen muchas parroquias donde, aunque se celebra la Misa, la relación de los fieles con Jesús Sacramentado es pobre y tantas veces inexistente. Así se explica porque tantas parroquias parecen muertas, languidecen, desfallecen de hambre y sed de Dios, aún teniéndolo tan cerca:

«Si no hay otro nombre en el que pueda haber salvación fuera del nombre de Jesús; si la Sagrada Eucaristía, adorada, visitada, comulgada y sacrificada, es la aplicación de esa salud y, por tanto, la fuente más abundante de gloria para Dios, de reparación por los pecados de los hombres y de bienes para el mundo, el abandono de la Sagrada Eucaristía, al cegar la corriente de esta fuente, priva a Dios de la mayor gloria que de los hombres puede recibir, y a éstos de los mayores y mejores bienes que de Dios pueden esperar».

Una parroquia eucarística rebosa gracia, su testimonio atrae a quienes estaban lejos. Un parroquia con un Sagrario acompañado verá pronto una cosecha abundante en santidad de vida, en vocaciones sacerdotales, en transformación social. Sólo una sincera devoción a Jesús Sacramentado puede vencer la tan propagada tibieza espiritual.

«Revistiendo el abandono del Sagrario, dentro de las ofensas contra la Sagrada Eucaristía, una gravedad especial y trascendental, urge una obra que haga fin especial suyo combatir el abandono y la soledad de los Sagrarios». (Aunque todos… yo no, p. 86-87)

Es así que surge la obra eucarística y reparadora de Don Manuel, de la cual los Misioneros Eucarísticos Diocesanos somos parte. Quiera Dios que cada vez sean más los dispuestos a encarnarla, llevando al Jesús de su Sagrario compañía abundante.

P. César Piechestein, MED