En
su “Decenario al Espíritu Santo”, Don Manuel con su amor siempre de Padre nos
recuerda que ante todo somos instrumentos de Dios y que es su Espíritu el que
obra a través de nosotros. Une, como es lógico, el misterio de la Eucaristía
con el sacerdocio y reconoce en la transformación del ministro en hostia viva,
la acción del Espíritu Santo:
«Por
la Misa somos sacerdotes y hostias con Jesús sacerdote y Hostia; por la
Comunión, comensales de Jesús sacrificado y cooperadores del Espíritu Santo que
nos asimila a aquél y hace que por cada Comunión, bien recibida, seamos más
Jesús. Es muy significativo que las siete oraciones con que la Iglesia prepara
a sus sacerdotes para la santa Misa sean dirigidas de modo especial al Espíritu
Santo. Misas y Comuniones de los Apóstoles, preparadas por el mismo Espíritu
Santo, participadas y agradecidas por la Madre de Jesús en persona, ¡cómo
renovasteis la faz del mundo!».
(Beato Manuel González,Obras Completas,5313)
Creo que todos hemos enseñado a los muchachos que se
preparan para recibir la Confirmación que el Espíritu Santo que recibirán con
el sacramento, actúa respetando nuestra libertad. Es decir que depende de
nosotros el fruto que tendrá su presencia en nuestras vidas. Dios respeta
nuestra libertad y no impone su voluntad, su Espíritu nos inspira aquello que
Dios espera de nosotros, pero sólo quien se abre a su acción, como los
Apóstoles que oraban en el Cenáculo el día de Pentecostés, verá florecer los
siete dones.
Eso que enseñamos nos toca aplicarlo a nuestra vida.
De lo contrario estaremos quitando toda sobrenaturalidad a nuestra acción
pastoral. Creo que hemos comprobado muchas veces cómo obras que parecían
geniales, pero que carecían de auténtica vida sobrenatural, se desmoronan
cuando menos lo esperábamos. No basta con andar en las cosas de Dios, si no
estamos en comunión con el Dios de las cosas.
«Si
toda dirección y todo acierto en acciones y obras para llevar almas a Dios
viene del que se ha llamado por la Iglesia Dedo de la diestra del Padre, o sea,
el Espíritu Santo, el único Iluminador, Director, Guía y Santificador de las
almas, nuestras buenas obras tan rebosantes de criterio humano y de
direcciones humanas y tan vacías de oración, dejan poco o nada que hacer a Dios
Espíritu Santo...»
(Beato Manuel González,Obras Completas,5310)
Acojamos con sincero corazón y con toda la docilidad
de nuestra alma al Paráclito, al Consolador. Tanta necesidad tenemos de Él,
tanto bien podrá hacer a través de nosotros. Bendito sea Cristo Eucaristía que
no sólo se quiso quedar presente en el Sagrario, sino que con su Espíritu Santo
ha venido a habitar en nuestro ser.
P. César Piechestein, MED
No hay comentarios:
Publicar un comentario