Nuestra misión es :"Remediar los tres abandonos más perjudiciales de un pueblo,
el de Jesús Sacramentado,
el del cura
y el de las almas."
(Beato Manuel González)

jueves, 30 de diciembre de 2010

Delante del Sagrario - Compañía de Compasión

Hoy en la mañana celebré la Santa Misa en el hogar de ancianos Victoria, acá en Roma. La protagonista del pasaje evangélico era la profetisa Ana. Llama la atención el compromiso de ésta viuda que, según afirma el Evangelio, no se separaba del Templo, ayunaba y hacía oración. Parecería que su relación con Dios no podría ser más profunda, y sin embargo lo fue. 

Ella como tantos en Israel, oraba y esperaba que llegara el Mesías prometido. Y dice San Lucas que al saber del Niño "alababa a Dios y hablaba del Niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén." (Lc 2,38) Comenzó  para ella en aquel momento, a sus 84 años, una nueva dimensión espiritual. Había visto cumplida la promesa por la que oraba, era el momento de comenzar a anunciar la redención. 

En la profetisa Ana se hace realidad lo que el Beato Manuel llama la "Compañía de Compasión". Antes de aquel día Ana servía al Señor de una manera, podríamos decir con una compañía de presencia. Aún no conocía al Mesías, pero lo esperaba, la promesa era el fundamento de su fe. Una vez que conoció a Jesús, cambió todo, pues su fe se vio premiada. Desde aquel momento se une a Cristo, a la redención, pues era eso precisamente lo que ella deseaba. Así es que nos propone Don Manuel que debemos unirnos a Cristo.

"En menos palabras: si Jesús está en el Sagrario para prolongar, extender y perpetuar su Encarnación y su Redención, lo menos que yo debo hacer es presentarle mi alma entera con sus potencias, y mi cuerpo entero con sus sentidos, para que se llenen y empapen de sentimientos, ideas y afectos de Jesús Redentor encarnado y sacramentado …" (Beato Manuel González)

Es así que se entregó Ana, y es así que nos debemos de entregar nosotros también. No basta con estar presentes delante del Sagrario, hemos de procurar "sentir con" Jesús, esa es la compañía de compasión. No será tarea fácil, pero es la meta, es el salto cualitativo que dio la profetisa.

"Si Jesús está en el Sagrario con el corazón palpitante de amor sin fin a su Padre y de amor hasta el fin a nosotros; si ese amor que sube a su Padre es infinitamente latréutico, porque lo alaba como El se merece, e infinitamente Eucarístico, porque le da gracias por los beneficios que nos hace hasta dejarlo satisfecho, e infinitamente expiatorio, porque lo aplaca por los pecados con que le ofendemos, hasta ponerlo en paz; y es infinitamente impetratorio, porque con clamor válido intercede y ruega por nosotros; y si ese amor desciende desde su Corazón a los hijos de los hombres, es amor de padre, hartas veces menospreciado; de Hermano casi siempre desairado; de amigo, las más de las veces abandonado; de Esposo muy poco correspondido; y de Rey, muchas veces desobedecido, vilipendiado y traicionado … " (Beato Manuel González)

En psicología se habla de empatía, es decir que me pongo en el lugar del otro, tomo su sitio y procuro sentir lo que siente. No es simple solidaridad, es una consecuencia clave del amor. Es así que sucede entre quienes se aman: el dolor que padece el ser amado lo siento mío, su alegría igual.

"Si todo esto es así, yo debo estar ante el Sagrario con todo mi corazón y con todo el amor de él, para sumergirme en aquel Corazón y palpitar con sus mismas palpitaciones y amar como El ama, alabando, agradeciendo, expiando, intercediendo al Padre Celestial y disponiéndome a darme por Él de todos los modos a mis prójimos hasta el fin, sin esperar nada …" (Beato Manuel González)

Es así como quiere Jesús que lo acompañemos. Somos sus instrumentos, el ora a través de nosotros. Frente al Sagrario nos ofrecemos a Él, nos unimos a sus sentimientos, a sus intensiones. 

Ahora que estamos por iniciar un nuevo año y que seguramente pensamos en hacer algunos propósitos incluyamos este: hacer de nuestra presencia frente al Sagrario una auténtica compañía de compasión. No nos conformemos con estar ahí, procuremos sentir con Él, amar como ama Él.
Hasta el Cielo.

P. César Piechestein, MED

jueves, 23 de diciembre de 2010

¡ Un Niño nos ha nacido ! - Saludo Navideño

Creo que no soy el único preocupado por el acelerado ritmo que se nota en éstos días cercanos a la Navidad. Tantos compromisos "sociales", tantas cenas y reuniones que cada vez son menos sentidas y más superficiales. Y es que aunque ganas nos faltan, como que no se puede dejar de cumplir, para no "quedar mal".

Cuidado y caemos en la trampa y terminamos tomándole fastidio a una fiesta tan importante. No es necesario hacer tanto y aunque no podamos por ahora generar un cambio social, si que podemos empezar por nuestra casa. Olvidemos lo menos importante y démosle espacio a lo que verdaderamente cuenta: estar con Dios y estar en familia.

Que este tiempo nos ayude a revalorizar la amistad y el amor que Dios nos ha regalado y que viene demostrado en la Encarnación de su Hijo. Ese niño es el milagro más grande de la historia, que nos enseña lo importante de un Dios que nace en una familia. No te lo pierdas, no desaproveches ese regalo que tienes en la Iglesia, que tienes en tu hogar.Les deseo, aún a la distancia, con toda la fuerza de mi corazón, una Santa Navidad.
Hasta el Cielo.

P. César Piechestein
elcuradetodos

miércoles, 8 de diciembre de 2010

En la Solemnidad de María Inmaculada - ¡Madre que no nos cansemos!

¡Madre nuestra! ¡Una petición! : ¡Que no nos cansemos!
Sí, aunque el desaliento por el poco fruto o por la ingratitud nos asalte, aunque la flaqueza nos ablande, aunque el furor enemigo nos persiga y nos calumnie, aunque nos flaten el dinero y los auxilios humanos, aunque vinieran al suelo nuestras obras y tuviéramos que empezar de nuevo ... ¡Madre querida ... ! ¡Que no nos cansemos!
Firmes, decididos, alentados, sonrientes siempre, con los ojos del alma fijos en el Corazón de Jesús que está en el Sagrario, ocupemos nuestro puesto, el que a cada cual ha señalado Dios.
¡Nada de volver la cara atrás!
¡Nada de cruzarse de brazos!
¡Nada de estériles lamentos!
Mientras nos quede una gota de sudor o de sangre que derramar, unas monedas que repartir, un poco de energía que gastar, una palabra que decir, un aliento de nuestro corazón, un poco de fuerza en nuestras manos o en nuestros pies ... que puedan servir para dar gloria a El y a Ti y para hacer un poco de bien a nuestros hermanos ...
¡Madre mía, por última vez!
¡Morir antes que cansarnos!

Beato Manuel González

domingo, 5 de diciembre de 2010

Testimonio desde la Misión - Carta de San Francisco Javier a San Ignacio de Loyola

¡AY DE MÍ SI NO ANUNCIARA LA BUENA NUEVA!

No cabe duda de que una característica esencial a la vocación sacerdotal es la sed de almas. San Francisco Javier nos da un gran testimonio que es también una llamada de atención. Ser cristiano, ser sacerdote, implica ser también misionero. No podemos acomodarnos y convencernos de que ya hemos hecho suficiente, cuando hay tantos que aún no conocen a Cristo, que aún no hay recibido la buena nueva de Dios que se ha hecho carne y que vive entre nosotros porque se ha hecho Pan. La descripción que hace el Santo Misionero de los pueblos que enocontró en su camino, no se diferencia mucho de la que hace el Beato Manuel de la realidad de los pueblos de España a principios del siglo pasado. Tantos son también hoy los cristianos condenados a una vida espiritual mediocre porque no cuentan con un sacerdote que los guíe y acompañe en el camino de la fe. Leamos con atención sincera las letras del patrono de universal de las misiones.

"Visitamos las aldeas de los neófitos, que pocos años antes habían recibido la iniciación cristiana. Esta tierra no es habitada por los portugueses, ya que es sumamente estéril y pobre, y los cristianos nativos, privados de sacerdotes, lo único que saben es que son cristianos. No hay nadie que celebre para ellos la misa, nadie que les enseñe el Credo, el Padrenuestro, el Avemaría o los mandamientos de la ley de Dios.

Por esto, desde que he llegado aquí, no me he dado momento de reposo: me he dedicado a recorrer las aldeas, a bautizar a los niños que no habían recibido aún este sacramento. De este modo, purifiqué a un número ingente de niños que, como suele decirse, no sabían distinguir su mano derecha de la izquierda. Los niños no me dejaban recitar el Oficio divino ni comer ni descansar, hasta que les enseñaba alguna oración; entonces comencé a darme cuenta de que de ellos es el reino de los cielos.

Por tanto, como no podía cristianamente negarme a tan piadosos deseos, comenzando por la profesión de fe en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, les enseñaba el Símbolo de los apóstoles y las oraciones del Padrenuestro y el Avemaria. Advertí en ellos gran disposición, de tal manera que, si hubiera quien los instruyese en la doctrina cristiana, sin duda llegarían a ser unos excelentes cristianos.

Muchos, en estos lugares, no son cristianos, simplemente porque no hay quien los haga tales. Muchas veces me vienen ganas de recorrer las universidades de Europa, principalmente la de París, y de ponerme a gritar por doquiera, como quien ha perdido el juicio, para impulsar a los que poseen más ciencia que caridad, con estas palabras: «¡Ay, cuántas almas, por vuestra desidia, quedan excluidas del cielo y se precipitan en el infierno!»

¡Ojalá pusieran en este asunto el mismo interés que ponen en sus estudios! Con ello podrían dar cuenta a Dios de su ciencia y de los talentos que les han confiado. Muchos de ellos, movidos por estas consideraciones y por la meditación de las cosas divinas, se ejercitarían en escuchar la voz divina que habla en ellos y, dejando de lado sus ambiciones y negocios humanos, se dedicarían por entero a la voluntad y al arbitrio de Dios, diciendo de corazón: «Señor, aquí me tienes; ¿qué quieres que haga? Envíame donde tú quieras, aunque sea hasta la India.»

sábado, 20 de noviembre de 2010

De parte de nuestros lectores - Carta de Mons. Pepe al P. Tomás

Iniciamos con ilusión un nuevo espacio en nuestro blog que servirá para compartir documentos que nos envían amigos de Jesús Sacramentado. En esta primera entrega, desde Chile, el Ing. Fabio Garcia nos comparte una carta escrita por Mons. Pepe Ramírez a un sacerdote en Filipinas. Creo que nos ayudará en este caminar hacia una vida entregada a los pies del Sagrario. Me trajo a la memoria alguna anécdota de Don Bosco y el Gris.

Querido padre Tomás:

¡Feliz día de tu Santo! Algo muy gracioso me sucedió hace un par de años. Estaba pensando en ello cuando decidí escribirte. Lo que pasó fue que el padre Martín Lucia y yo fuimos juntos a un retiro espiritual. Como yo tenía un resfrío muy fuerte y estaba tosiendo, el padre Martín me sugirió que tomara un trago de coñac para que me ayudara a dormir. No había llevado despertador y estaba preocupado que si tomaba el trago no iba a poder levantarme a las 3:00 a.m. para mi hora Santa con el Señor en el Santísimo Sacramento.

Don Bosco con el Gris
El padre Martín me aseguró que Dios iba a encontrar la forma de despertarme, así tomé el coñac. ¡Pum! A las 3:00 a.m. oí un fuerte golpe seguido de otros en la puerta. Esperando ver al padre Lucia cuando abrí la puerta, me quedé muy sorprendido al mirar hacia abajo y ver a un perro en su lugar. El perro había entrado a la casa, subido la escalera, se había puesto de espalda a la puerta y con la cola la golpeaba hasta que me levanté a abrirla. A la mañana siguiente me enteré que el perro nunca entraba a la casa.

Estoy sentado aquí pensando para mis adentros: Si Dios puede utilizar un perro para llevarme a mi hora Santa, ¿no podría usarme a mí, querido Tomás, para acercarte más al Santísimo Sacramento? Quiero seguir escribiéndote en mi máquina de escribir, con la misma fuerza del perro que golpeaba mi puerta, hasta que por la gracia de Dios empieces a hacer una hora Santa por día y tengas Adoración Perpetua en tu parroquia.

Es solo cuestión de fe, ¡fe en que el Santísimo Sacramento es realmente la persona de Jesús, aquí con nosotros, en este mismo lugar y en este mismo momento! Tu tocayo no creyó que Jesús había resucitado, “Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el agujero de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré” (Jn 20,25).

Por esta razón se le llama: “Tomás el Incrédulo”. ¿Quién es hoy “Tomás el Incrédulo”? La gente cree en la Resurrección pero, ¿saben dónde mora el Señor resucitado? ¡Hoy, “Tomás el Incrédulo” es aquel que no cree que el Santísimo Sacramento es Jesús, nuestro Salvador Resucitado, con todo el poder de Su Resurrección, que derrama gracias abundantes sobre todos aquellos que se acercan a Su divina presencia!

Muchos dirán que “sí” creen en la Presencia Real. Pero la fe es mucho más que una aprobación intelectual. La creencia es inseparable del comportamiento. Si creemos que Jesús está presente en el Santísimo Sacramento, entonces nos comportamos de acuerdo a nuestra creencia. Vamos a Él, nos acercamos a Él, corremos hacia Él. San Pablo dice, “La fe es garantía de lo que se espera; la prueba de las realidades que no se ven” (Heb 11,1).

Si pudieras ver a Jesús en el Santísimo Sacramento, Tomás, ¿no reservarías una hora todos los días para estar con Él? Si pudieras verlo como realmente Él es, ¿no tendrías Adoración Perpetua en tu parroquia? El mundo entero vendría día y noche a verlo y a estar con Él.

Imagínate lo que sucedería si Jesús se hiciera visible en el Santísimo Sacramento. Todo el mundo querría tomar el primer vuelo hacia las Filipinas para ir a tu parroquia. Y, ¿no le diría Jesús a cada uno lo que le dijo al apóstol Tomás: “Porque me has visto has creído. Dichosos los que no han visto y han creído”? (Jn 20,29).

En el Evangelio de hoy, Jesús se le aparece a Tomás para que crea que ha resucitado. La maravilla más grande de su amor no es que Él se te aparezca; Jesús te espera en el Santísimo Sacramento. Él quiere que vayas a Él por la fe, para que por toda la eternidad te pueda llamar “BIENAVENTURADO”.

Su amor es más que decir: “Acerca aquí tu dedo y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente” (Jn 20,27).

Jesús en el Santísimo Sacramento es el mismo que dijo estas palabras a Tomás, el mismo que atravesó las puertas cerradas y que se presentó en medio de loa apóstoles y les dijo: “La paz esté con vosotros”.

Esta es la paz que Jesús quiere que tengas en tus horas santas. La experiencia de esta paz es mucho mayor que si Jesús te mostrara sus llagas. Sus llagas no se ven en el Santísimo Sacramento. Sus llagas son ahora la belleza del paraíso. Estas llagas brillan más gloriosamente que el sol. Estas llagas son fuente de Gracia.

Jesús quiere darte la plenitud de estas gracias, que vengas a Él por la fe. Por eso es mucho mejor que Él no te muestre Sus llagas visiblemente como al apóstol Tomás, porque Él quiere derramar sobre ti las gracias invisibles de estas llagas con todo el merito, toda la gloria, la belleza y el amor salvífico que emanan de ellas.

Con cada hora Santa que hagas, le estás diciendo a Jesús: “Señor mío y Dios mío” (Jn 20,28).

Y cada vez Él te dice: “Dichoso eres, Tomás, porque no has visto y has creído”.

Fraternalmente tuyo en
Su Amor Eucarístico,

Mons. Pepe

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Delante del Sagrario - Compañía de Presencia

COMPAÑÍA DE PRESENCIA

Una de las quejas que muchas veces se escucha, de parte de los fieles, es la de que encuentran los templos cerrados. Es verdad que la mayoría sólo se abren durante el tiempo que duran las celebraciones litúrgicas y luego permanecen el resto del día sin brindar la posibilidad de poder ir a visitar al Abandonado del Sagrario. Pero es también una de las quejas más comunes, pero esta de parte de los sacerdotes, lo poco que vienen los católicos a estarse en oración en el templo y lo peligroso que es dejarlos abiertos y solos, porque quedan a merced de cualquier bandido. Y resulta, como fruto de estas dos quejas, la formación de un círculo vicioso. Nadie llega al templo porque no se abre y no se abre porque no llega nadie. Al final Jesús Sacramentado sigue abandonado en el Tabernáculo.

La presencia física

No podemos quedarnos de brazos cruzados, sabiendo que Cristo espera que le acompañemos y que le busquemos compañía. Hemos de comenzar examinando si estamos dedicando un tiempo para estar presentes delante de nuestro Sagrario. Nuestro sí, puesto que es el que se nos ha encomendado, el de nuestra parroquia o capilla, aquel que frecuentamos cada día para celebrar la Santa Misa.

Unidos a El como María
“Si el amor se goza en la presencia, los que dicen amar a Jesús Sacramentado con toda su alma y sobre todas las cosas, ¿se pasan más tiempo con Él que con las demás personas que dicen amar menos que a Él?” (Beato Manuel)

Es ciertamente un punto esencial dentro de nuestra relación con Jesús. No existe un lugar más cerca de él que a la sombra del Sagrario. De ahí que dentro de nuestro plan de vida hemos de colocar como prioridad ese tiempo cotidiano para estar con Él, físicamente presentes delante del Tabernáculo, en adoración, dándole el consuelo de nuestra compañía.

Es en esos momentos de oración en Su presencia que nos dejamos llenar de la gracia que siempre emana del Tabernáculo. Creo que es esencial recordar que es precisamente por esta razón que no hay mejor lugar para orar, para meditar, para estar con Él. Pero es cierto que no nos podemos quedar allí todo el día.

La presencia espiritual


Una vez que hemos descubierto la dulzura de Su presencia nos invade como a María la hermana de Lázaro, el deseo de permanecer a Sus pies. Y es cuando descubrimos que delante del Sagrario el tiempo se nos hace corto y por más que deseemos quedarnos, nuestros demás deberes nos llaman y obligan a separarnos de nuestro Tabor. Ahí es donde Don Manuel nos propone la “presencia espiritual” :

“Otra pregunta más: doy por ciertas e insuperables todas las dificultades que disminuyen mi presencia corporal antes el Sagrario, pero ¿con mi presencia espiritual o en espíritu, quién puede meterse?” (Beato Manuel)

Y es que nada ni nadie nos puede impedir permanecer al pie del Sagrario todo el día y todos los días. Somos capaces de mantenernos en presencia de Dios durante cada minuto de la jornada, basta quererlo.

“Trabajar, andar, descansar, reír, llorar de cara al Sagrario, mirando a él como si estuviera ante él …¿puede haber muchas dificultades exteriores para eso? ¿No viven en esa presencia mutua, espiritual, los que de verdad se quieren, y a pesar de dificultades de tiempo, de distancia y de trabajos?” (Beato Manuel)

Esa era la experiencia de muchos santos, que vivían esa comunión con Jesús cada instante del día. Así como los enamorados que no sacan de sus pensamientos al ser amado, que suspiran añorando el volver a estar en su presencia, así las almas enamoradas nunca se desprenden de su Sagrario.

Amigos no lo dejemos sólo ni un solo momento. Que nuestra compañía de presencia sea permanente, física o espiritual, pero siempre delante del Sagrario. Hermanos sacerdotes que leen este mensaje abran sus parroquias, que se pierde más teniéndolas cerradas, que si por dejarlas abiertas algún ladrón se nos llevara algo. Brindemos a todos la bendición de poder estar al pie del Sagrario.
Hasta el Cielo.

P. César Piechestein, MED

domingo, 24 de octubre de 2010

Del mensaje del Papa Benedicto XVI a los seminaristas

Queridos seminaristas:

En diciembre de 1944, cuando me llamaron al servicio militar, el comandante de la compañía nos preguntó a cada uno qué queríamos ser en el futuro. Respondí que quería ser sacerdote católico. E subteniente replicó: Entonces tiene usted que buscarse otra cosa. En la nueva Alemania ya no hay necesidad de curas. Yo sabía que esta "nueva Alemania" estaba llegando a su fin y, que después de las devastaciones tan enormes que aquella locura había traído al País, habría más que nunca necesidad de sacerdotes. Hoy la situación es completamente distinta. Pero también ahora hay mucha gente que, de una u otra forma, piensa que el sacerdocio católico no es una "profesión" con futuro, sino que pertenece más bien al pasado. Vosotros, queridos amigos, habéis decidido entrar en el seminario y, por tanto, os habéis puesto en camino hacia el ministerio sacerdotal en la Iglesia católica, en contra de estas objeciones y opiniones. Habéis hecho bien. Porque los hombres, también en la época del dominio tecnológico del mundo y de la globalización, seguirán teniendo necesidad de Dios, del Dios manifestado en Jesucristo y que nos reúne en la Iglesia universal, para aprender con Él y por medio de Él la vida verdadera, y tener presentes y operativos los criterios de una humanidad verdadera. Donde el hombre ya no percibe a Dios, la vida se queda vacía; todo es insuficiente. El hombre busca después refugio en el alcohol o en la violencia, que cada vez amenaza más a la juventud. Dios está vivo. Nos ha creado y, por tanto, nos conoce a todos. Es tan grande que tiene tiempo para nuestras pequeñas cosas: "Hasta los pelos de vuestra cabeza están contados". Dios está vivo, y necesita hombres que vivan para Él y que lo lleven a los demás. Sí, tiene sentido ser sacerdote: el mundo, mientras exista, necesita sacerdotes y pastores, hoy, mañana y siempre.

El seminario es una comunidad en camino hacia el servicio sacerdotal. Con esto, ya he dicho algo muy importante: no se llega a ser sacerdote solo. Hace falta la "comunidad de discípulos", el grupo de los que quieren servir a la Iglesia de todos. Con esta carta quisiera poner de relieve -mirando también hacia atrás, a mis días en el seminario- algunos elementos importantes para estos años en los que os encontráis en camino.

1. Quien quiera ser sacerdote debe ser sobre todo un "hombre de Dios", como lo describe san Pablo (1 Tm 6,11). Para nosotros, Dios no es una hipótesis lejana, no es un desconocido que se ha retirado después del "big bang". Dios se ha manifestado en Jesucristo. En el rostro de Jesucristo vemos el rostro de Dios. En sus palabras escuchamos al mismo Dios que nos habla. Por eso, lo más importante en el camino hacia el sacerdocio, y durante toda la vida sacerdotal, es la relación personal con Dios en Jesucristo. El sacerdote no es el administrador de una asociación, que intenta mantenerla e incrementar el número de sus miembros. Es el mensajero de Dios entre los hombres. Quiere llevarlos a Dios, y que así crezca la comunión entre ellos. Por esto, queridos amigos, es tan importante que aprendáis a vivir en contacto permanente con Dios. Cuando el Señor dice: "Orad en todo momento", lógicamente no nos está pidiendo que recitemos continuamente oraciones, sino que nunca perdamos el trato interior con Dios. Ejercitarse en este trato es el sentido de nuestra oración. Por esto es importante que el día se inicie y concluya con la oración. Que escuchemos a Dios en la lectura de la Escritura. Que le contemos nuestros deseos y esperanzas, nuestras alegrías y sufrimientos, nuestros errores y nuestra gratitud por todo lo bueno y bello, y que de esta manera esté siempre ante nuestros ojos como punto de referencia en nuestra vida. Así nos hacemos más sensibles a nuestros errores y aprendemos a esforzarnos por mejorar; pero, además, nos hacemos más sensibles a todo lo hermoso y bueno que recibimos cada día como si fuera algo obvio, y crece nuestra gratitud. Y con la gratitud aumenta la alegría porque Dios está cerca de nosotros y podemos servirlo.

2. Para nosotros, Dios no es sólo una palabra. En los sacramentos, Él se nos da en persona, a través de realidades corporales. La Eucaristía es el centro de nuestra relación con Dios y de la configuración de nuestra vida. Celebrarla con participación interior y encontrar de esta manera a Cristo en persona, debe ser el centro de cada una de nuestras jornadas. San Cipriano ha interpretado la petición del Evangelio: "Danos hoy nuestro pan de cada día", diciendo, entre otras cosas, que "nuestro" pan, el pan que como cristianos recibimos en la Iglesia, es el mismo Señor Sacramentado. En la petición del Padrenuestro pedimos, por tanto, que Él nos dé cada día este pan "nuestro"; que éste sea siempre el alimento de nuestra vida. Que Cristo resucitado, que se nos da en la Eucaristía, modele de verdad toda nuestra vida con el esplendor de su amor divino. Para celebrar bien la Eucaristía, es necesario también que aprendamos a conocer, entender y amar la liturgia de la Iglesia en su expresión concreta. En la liturgia rezamos con los fieles de todos los tiempos: pasado, presente y futuro se suman a un único y gran coro de oración. Por mi experiencia personal puedo afirmar que es entusiasmante aprender a entender poco a poco cómo todo esto ha ido creciendo, cuánta experiencia de fe hay en la estructura de la liturgia de la Misa, cuántas generaciones con su oración la han ido formando.

3. También es importante el sacramento de la Penitencia. Me enseña a mirarme con los ojos de Dios, y me obliga a ser honesto conmigo mismo. Me lleva a la humildad. El Cura de Ars dijo en una ocasión: Pensáis que no tiene sentido recibir la absolución hoy, sabiendo que mañana cometeréis nuevamente los mismos pecados. Pero -nos dice- Dios mismo olvida en ese momento los pecados de mañana, para daros su gracia hoy. Aunque tengamos que combatir continuamente los mismos errores, es importante luchar contra el ofuscamiento del alma y la indiferencia que se resigna ante el hecho de que somos así. Es importante mantenerse en camino, sin ser escrupulosos, teniendo conciencia agradecida de que Dios siempre está dispuesto al perdón. Pero también sin la indiferencia, que nos hace abandonar la lucha por la santidad y la superación. Cuando recibo el perdón, aprendo también a perdonar a los demás. Reconociendo mi miseria, llego también a ser más tolerante y comprensivo con las debilidades del prójimo.

4. Sabed apreciar también la piedad popular, que es diferente en las diversas culturas, pero que a fin de cuentas es también muy parecida, pues el corazón del hombre después de todo es el mismo. Es cierto que la piedad popular puede derivar hacia lo irracional y quizás también quedarse en lo externo. Sin embargo, excluirla es completamente erróneo. A través de ella, la fe ha entrado en el corazón de los hombres, formando parte de sus sentimientos, costumbres, sentir y vivir común. Por eso, la piedad popular es un gran patrimonio de la Iglesia. La fe se ha hecho carne y sangre. Ciertamente, la piedad popular tiene siempre que purificarse y apuntar al centro, pero merece todo nuestro aprecio, y hace que nosotros mismos nos integremos plenamente en el "Pueblo de Dios".

(Ciudad del Vaticano, 18 de octubre del 2010)

lunes, 18 de octubre de 2010

Ser predicadores - De las Homilías de San Gregorio Magno, papa, sobre los Evangelios

EL SEÑOR VIENE DETRÁS DE SUS PREDICADORES

Nuestro Señor y Salvador, hermanos muy amados, nos enseña unas veces con sus palabras, otras con sus obras. Sus hechos, en efecto, son normas de conducta, ya que con ellos nos da a entender tácitamente lo que debemos hacer. Manda a sus discípulos a predicar de dos en dos, ya que es doble el precepto de la caridad, a saber, el amor de Dios y el del prójimo.

El Señor envía a los discípulos a predicar de dos en dos, y con ello nos indica sin palabras que el que no tiene caridad para con los demás no puede aceptar, en modo alguno, el ministerio de la predicación.

Con razón se dice que los envió delante de si por todas las aldeas y lugares que iba a visitar. En efecto, el Señor viene detrás de sus predicadores, ya que, habiendo precedido la predicación, viene entonces el Señor a la morada de nuestro interior, cuando ésta ha sido preparada por las palabras de exhortación, que han abierto nuestro espíritu a la verdad. En este sentido dice Isaías a los predicadores: Preparad el camino del Señor; enderezad las sendas para nuestro Dios. Por esto les dice también el salmista: Alfombrad el camino del que sube sobre el ocaso. Sobre el ocaso, en efecto, sube el Señor, ya que en el declive de su pasión fue precisamente cuando, por su resurrección, puso más plenamente de manifiesto su gloria. Sube sobre el ocaso, porque, con su resurrección, pisoteó la muerte que había sufrido. Por esto nosotros alfombramos el camino del que sube sobre el ocaso cuando os anunciamos su gloria, para que él, viniendo a continuación, os ilumine con su presencia amorosa.

Escuchemos lo que dice el Señor a los predicadores que envía a sus campos: La mies es mucha, pero los operarios son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que envíe trabajadores a su mies. Por tanto, para una mies abundante son pocos los trabajadores; al escuchar esto, no podemos dejar de sentir una gran tristeza, porque hay que reconocer que, si bien hay personas que desean escuchar cosas buenas, faltan, en cambio, quienes se dediquen a anunciarlas. Mirad cómo el mundo está lleno de sacerdotes, y, sin embargo, es muy difícil encontrar un trabajador para la mies del Señor; porque hemos recibido el ministerio sacerdotal, pero no cumplimos con los deberes de este ministerio.

Pensad, pues, amados hermanos, pensad bien en lo que dice el Evangelio: Rogad al Señor de la mies que envíe trabajadores a su mies. Rogad también por nosotros, para que nuestro trabajo en bien vuestro sea fructuoso y para que nuestra voz no deje nunca de exhortaros, no sea que, después de haber recibido el ministerio de la predicación, seamos acusados ante el justo Juez por nuestro silencio.

sábado, 16 de octubre de 2010

Cari amici italiani:

Vi faccio sapere che oggi ho cominciato un mio blog in vostra lingua.
Mi farà tanto piacere che mi lasciate i vostri commenti.
Chiedo scusa per la povertà del mio italiano.
Vi aspetto in: vangelopertutti.blogspot.com

sábado, 9 de octubre de 2010

De las Homilías de san Gregorio Magno, papa, sobre los Evangelios

Escuchemos lo que dice el Señor a los predicadores que envía a sus campos: La mies es mucha, pero los operarios son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que envíe trabajadores a su mies. Por tanto para una mies abundante son pocos los trabajadores; al escuchar esto, no podemos dejar de sentir una gran tristeza, porque hay que reconocer que, si bien hay personas que desean escuchar cosas buenas, faltan, en cambio, quienes se dediquen a anunciarlas. Mirad cómo el mundo está lleno de sacerdotes, y, sin embargo, es muy difícil encontrar un trabajador para la mies del Señor; porque hemos recibido el ministerio sacerdotal, pero no cumplimos con los deberes de este ministerio.

Pensad, pues, amados hermanos, pensad bien en lo que dice el Evangelio: Rogad al Señor de la mies que envíe trabajadores a su mies. Rogad también por nosotros, para que nuestro trabajo en bien vuestro sea fructuoso y para que nuestra voz no deje nunca de exhortaros, no sea que, después de haber recibido el ministerio de la predicación, seamos acusados ante el justo Juez por nuestro silencio. Porque unas veces los predicadores no dejan oír su voz a causa de su propia maldad, otras, en cambio, son los súbditos quienes impiden que la palabra de los que presiden nuestras asambleas llegue al pueblo.

Efectivamente, muchas veces es la propia maldad la que impide a los predicadores levantar su voz, como lo afirma el salmista: Dios dice al pecador: «¿Por qué recitas mis preceptos?» Otras veces, en cambio, son los súbditos quienes impiden que se oiga la voz de los predicadores, como dice el Señor a Ezequiel: Te pegaré la lengua al paladar, te quedarás mudo y no podrás ser su acusador; pues son Casa Rebelde. Como si claramente dijera: «No quiero que prediques, porque este pueblo, con sus obras, me irrita hasta tal punto que se ha hecho indigno de oír la exhortación para convertirse a la verdad.» Es difícil averiguar por culpa de quién deja de llegar al pueblo la palabra del predicador, pero, en cambio, fácilmente se ve cómo el silencio del predicador perjudica siempre al pueblo y, algunas veces, incluso al mismo predicador.

Y hay aún, amados hermanos, otra cosa, en la vida de los pastores, que me aflige sobremanera; pero, a fin de que lo que voy a decir no parezca injurioso para algunos, empiezo por acusarme yo mismo de que, aun sin desearlo, he caído en este defecto, arrastrado sin duda por el ambiente de este calamitoso tiempo en que vivimos.

Me refiero a que nos vemos como arrastrados a vivir de una manera mundana, buscando el honor del ministerio episcopal y abandonando, en cambio, las obligaciones de este ministerio. Descuidamos, en efecto, fácilmente el ministerio de la predicación y, para vergüenza nuestra, nos continuamos llamando obispos; nos place el prestigio que da este nombre, pero, en cambio, no poseemos la virtud que este nombre exige. Así, contemplamos plácidamente cómo los que están bajo nuestro cuidado abandonan a Dios, y nosotros no decimos nada; se hunden en el pecado, y nosotros nada hacemos para darles la mano y sacarlos del abismo.

Pero, ¿cómo podríamos corregir a nuestros hermanos, nosotros, que descuidamos incluso nuestra propia vida? Entregados a las cosas de este mundo, nos vamos volviendo tanto más insensibles a las realidades del espíritu, cuanto mayor empeño ponemos en interesarnos por las cosas visibles.

Por eso dice muy bien la Iglesia, refiriéndose a sus miembros enfermos: Me pusieron a guardar sus viñas; y mi viña, la mía, no la supe guardar. Elegidos como guardas de las viñas, no custodiamos ni tan sólo nuestra propia viña, sino que, entregándonos a cosas ajenas a nuestro oficio, descuidamos los deberes de nuestro ministerio.

lunes, 4 de octubre de 2010

Del Sagrario a los pobres.

Quien ha leído algunas obras del Beato Manuel se habrá quedado siempre impresionado de cómo cada una trasluce la profunda intimidad espiritual entre él y Jesús Sacramentado. Es indescriptible el sentimiento que produce la lectura no de teorías sobre la vida ascética, sino de testimonios personales de vida interior.

Pero no podríamos pensar que un hombre tan unido a el Sagrario, fuese indiferente al sufrimiento del prójimo. Basta con leer con atención “Lo que puede un cura hoy” para descubrir la faceta apostólica y sobre todo paternal de un ministro de Dios que se desveló por los más pobres y que puso todas sus capacidades en acción para llevar consuelo a los más pobres.

Quiero compartirles unas líneas sobre este punto que él mismo expuso en su discurso de entrada a la diócesis de Málaga:
“El tesoro de un obispo son sus pobres, y el cuidado de ellos, su negocio preferente. El Padre Celestial se los ha confiado. Al obispo dice mientras mira a cada uno de los pobres de su diócesis: “A ti se te confía el pobre, tu eres el ayudador del huérfano” (Sal 10, 14) .Ved aquí en que queremos emplear nuestra vida de obispo".

Tengamos en cuenta que su atención a los pobres no comenzó con su episcopado. Ya siendo capellán del hogar de ancianos y luego como arcipreste de Huelva había demostrado su predilección por los más necesitados. Siempre, eso sí, reconociendo a Jesús como “el más necesitado de cuántos pobres se nos han confiado”.

Y continua afirmando:
“Y vosotros, pobres de nuestra tierra, niños sin madres, compañeros de abandonos y representantes del pobre Jesucristo, desvalidos sin protección, enfermos sin esperanzas, esperadnos también, que no acertamos a separaros de vuestro augusto representado.”
Esta capacidad de ver a Cristo presente en el hermano es siempre evangélica. La Beata Madre Teresa de Calcuta insistía mucho en esto cuando afirmaba “Lo hacemos por Cristo”. No descuidaba nunca la adoración eucarística matinal y se preocupaba de que sus hijas espirituales tampoco. Aseguraba que sólo después de contemplar a Cristo en el Sacramento, se es capaz de contemplarlo en el rostro del pobre.

Don Manuel concluye así su mensaje sobre los pobres:
“¡A vosotros vamos, pero un poco después de Él!, que es preciso que los ojos que os van a mirar y las manos que os van a levantar, y las bocas que os van a consolar, y los corazones que os van a compadecer se unjan antes con el aceite bendito de la compasión del Sagrario abandonado, que esa unción dará multiplicaciones infinitas de virtud y santas fecundidades al interés de aquellas manos, al acento de aquellas palabras, al calor de aquellos cariños …”. (Artes para ser Apóstol)

Ha sido con el ejemplo de su vida que Don Manuel ha dejado confirmadas estas palabras. La espiritualidad eucarística reparadora no se limita a nuestra compañía frente al Sagrario. Cristo espera nuestro consuelo en cada pobre y para que nuestro servicio sea verdaderamente caridad fraterna y no pura acción social, deberá tener su origen y fuente en el Tabernáculo.
Hasta el Cielo.

P. César Piechestein, MED

martes, 21 de septiembre de 2010

Les comparto esta homilía del Papa en su visita a Inglaterra. Me parece importante como destaca la centralidad de la Eucaristía como actualización del sacrificio de Cristo en la Cruz. El valor del sacerdocio y la relación entre el crecimiento del compromiso y de los laicos y la necesidad de que aumenten las vocaciones sacerdotales, precisamente para poder atender a la formación de los mismos.


"Queridos amigos en Cristo

Os saludo a todos con alegría en el Señor y os doy las gracias por vuestra calurosa acogida. Agradezco al Arzobispo Nichols sus palabras de bienvenida de vuestra parte. Verdaderamente, en este encuentro entre el Sucesor de Pedro y los fieles de Gran Bretaña, "el corazón habla al corazón", gozándonos en el amor de Cristo y en la común profesión de la fe católica que nos viene de los Apóstoles. Me alegra especialmente que nuestro encuentro tenga lugar en esta catedral dedicada a la Preciosísima Sangre, que es el signo de la misericordia redentora de Dios derramada en el mundo por la pasión, muerte y resurrección de su Hijo, nuestro Señor Jesucristo. De manera particular, saludo al Arzobispo de Canterbury, quien nos honra con su presencia.

Quien visita esta Catedral no puede dejar de sorprenderse por el gran crucifijo que domina la nave, que reproduce el cuerpo de Cristo, triturado por el sufrimiento, abrumado por la tristeza, víctima inocente cuya muerte nos ha reconciliado con el Padre y nos ha hecho partícipes en la vida misma de Dios. Los brazos extendidos del Señor parecen abrazar toda esta iglesia, elevando al Padre a todos los fieles que se reúnen en torno al altar del sacrificio eucarístico y que participan de sus frutos. El Señor crucificado está por encima y delante de nosotros como la fuente de nuestra vida y salvación, "sumo sacerdote de los bienes definitivos", como lo designa el autor de la Carta a los Hebreos en la primera lectura de hoy (Hb 9,11).

A la sombra, por decirlo así, de esta impactante imagen, deseo reflexionar sobre la palabra de Dios que se acaba de proclamar y profundizar en el misterio de la Preciosa Sangre. Porque ese misterio nos lleva a ver la unidad entre el sacrificio de Cristo en la cruz, el sacrificio eucarístico que ha entregado a su Iglesia y su sacerdocio eterno. Él, sentado a la derecha del Padre, intercede incesantemente por nosotros, los miembros de su cuerpo místico.

Comencemos con el sacrificio de la Cruz. La efusión de la sangre de Cristo es la fuente de la vida de la Iglesia. San Juan, como sabemos, ve en el agua y la sangre que manaba del cuerpo de nuestro Señor la fuente de esa vida divina, que otorga el Espíritu Santo y se nos comunica en los sacramentos (Jn 19,34; cf. 1 Jn 1,7; 5,6-7). La Carta a los Hebreos extrae, podríamos decir, las implicaciones litúrgicas de este misterio. Jesús, por su sufrimiento y muerte, con su entrega en virtud del Espíritu eterno, se ha convertido en nuestro sumo sacerdote y "mediador de una alianza nueva" (Hb 9,15). Estas palabras evocan las palabras de nuestro Señor en la Última Cena, cuando instituyó la Eucaristía como el sacramento de su cuerpo, entregado por nosotros, y su sangre, la sangre de la alianza nueva y eterna, derramada para el perdón de los pecados (cf. Mc 14,24; Mt 26,28; Lc 22,20).

Fiel al mandato de Cristo de "hacer esto en memoria mía" (Lc 22,19), la Iglesia en todo tiempo y lugar celebra la Eucaristía hasta que el Señor vuelva en la gloria, alegrándose de su presencia sacramental y aprovechando el poder de su sacrificio salvador para la redención del mundo. La realidad del sacrificio eucarístico ha estado siempre en el corazón de la fe católica; cuestionada en el siglo XVI, fue solemnemente reafirmada en el Concilio de Trento en el contexto de nuestra justificación en Cristo. Aquí en Inglaterra, como sabemos, hubo muchos que defendieron incondicionalmente la Misa, a menudo a un precio costoso, incrementando la devoción a la Santísima Eucaristía, que ha sido un sello distintivo del catolicismo en estas tierras.

El sacrificio eucarístico del Cuerpo y la Sangre de Cristo abraza a su vez el misterio de la pasión de nuestro Señor, que continúa en los miembros de su Cuerpo místico, en la Iglesia en cada época. El gran crucifijo que aquí se yergue sobre nosotros, nos recuerda que Cristo, nuestro sumo y eterno sacerdote, une cada día a los méritos infinitos de su sacrificio nuestros proprios sacrificios, sufrimientos, necesidades, esperanzas y aspiraciones. Por Cristo, con Él y en Él, presentamos nuestros cuerpos como sacrificio santo y agradable a Dios (cf. Rm 12,1). En este sentido, nos asociamos a su ofrenda eterna, completando, como dice San Pablo, en nuestra carne lo que falta a los dolores de Cristo en favor de su cuerpo, que es la Iglesia (cf. Col 1,24). En la vida de la Iglesia, en sus pruebas y tribulaciones, Cristo continúa, según la expresión genial de Pascal, estando en agonía hasta el fin del mundo (Pensées, 553, ed. Brunschvicg).

Vemos este aspecto del misterio de la Sangre Preciosa de Cristo actualizado de forma elocuente por los mártires de todos los tiempos, que bebieron el cáliz que Cristo mismo bebió, y cuya propia sangre, derramada en unión con su sacrificio, da nueva vida a la Iglesia. También se refleja en nuestros hermanos y hermanas de todo el mundo que aun hoy sufren discriminación y persecución por su fe cristiana. También está presente, con frecuencia de forma oculta, en el sufrimiento de cada cristiano que diariamente une sus sacrificios a los del Señor para la santificación de la Iglesia y la redención del mundo. Pienso ahora de manera especial en todos los que se unen espiritualmente a esta celebración eucarística y, en particular, en los enfermos, los ancianos, los discapacitados y los que sufren mental y espiritualmente.

Pienso también en el inmenso sufrimiento causado por el abuso de menores, especialmente por los ministros de la Iglesia. Por encima de todo, quiero manifestar mi profundo pesar a las víctimas inocentes de estos crímenes atroces, junto con mi esperanza de que el poder de la gracia de Cristo, su sacrificio de reconciliación, traerá la curación profunda y la paz a sus vidas. Asimismo, reconozco con vosotros la vergüenza y la humillación que todos hemos sufrido a causa de estos pecados; y os invito a presentarlas al Señor, confiando que este castigo contribuirá a la sanación de las víctimas, a la purificación de la Iglesia y a la renovación de su inveterado compromiso con la educación y la atención de los jóvenes. Agradezco los esfuerzos realizados para afrontar este problema de manera responsable, y os pido a todos que os preocupéis de las víctimas y os compadezcáis de vuestros sacerdotes.

Queridos amigos, volvamos a la contemplación del gran crucifijo que se alza por encima de nosotros. Las manos de Nuestro Señor, extendidas en la Cruz, nos invitan también a contemplar nuestra participación en su sacerdocio eterno y por lo tanto nuestra responsabilidad, como miembros de su cuerpo, para que la fuerza reconciliadora de su sacrificio llegue al mundo en que vivimos. El Concilio Vaticano II habló elocuentemente sobre el papel indispensable que los laicos deben desempeñar en la misión de la Iglesia, esforzándose por ser fermento del Evangelio en la sociedad y trabajar por el progreso del Reino de Dios en el mundo (cf. Lumen gentium, 31; Apostolicam actuositatem, 7). La exhortación conciliar a los laicos, para que, en virtud de su bautismo, participen en la misión de Cristo, se hizo eco de las intuiciones y enseñanzas de John Henry Newman. Que las profundas ideas de este gran inglés sigan inspirando a todos los seguidores de Cristo en esta tierra, para que configuren su pensamiento, palabra y obras con Cristo, y trabajen decididamente en la defensa de las verdades morales inmutables que, asumidas, iluminadas y confirmadas por el Evangelio, fundamentan una sociedad verdaderamente humana, justa y libre.

Cuánto necesita la sociedad contemporánea este testimonio. Cuánto necesitamos, en la Iglesia y en la sociedad, testigos de la belleza de la santidad, testigos del esplendor de la verdad, testigos de la alegría y libertad que nace de una relación viva con Cristo. Uno de los mayores desafíos a los que nos enfrentamos hoy es cómo hablar de manera convincente de la sabiduría y del poder liberador de la Palabra de Dios a un mundo que, con demasiada frecuencia, considera el Evangelio como una constricción de la libertad humana, en lugar de la verdad que libera nuestra mente e ilumina nuestros esfuerzos para vivir correcta y sabiamente, como individuos y como miembros de la sociedad.

Oremos, pues, para que los católicos de esta tierra sean cada vez más conscientes de su dignidad como pueblo sacerdotal, llamados a consagrar el mundo a Dios a través de la vida de fe y de santidad. Y que este aumento de celo apostólico se vea acompañado de una oración más intensa por las vocaciones al orden sacerdotal, porque cuanto más crece el apostolado seglar, con mayor urgencia se percibe la necesidad de sacerdotes; y cuanto más profundizan los laicos en la propia vocación, más se subraya lo que es propio del sacerdote. Que muchos jóvenes en esta tierra encuentren la fuerza para responder a la llamada del Maestro al sacerdocio ministerial, dedicando sus vidas, sus energías y sus talentos a Dios, construyendo así un pueblo en unidad y fidelidad al Evangelio, especialmente a través de la celebración del sacrificio eucarístico.
Queridos amigos, en esta catedral de la Preciosísima Sangre, os invito una vez más a mirar a Cristo, que inicia y completa nuestra fe (cf. Hb 12,2). Os pido que os unáis cada vez más plenamente al Señor, participando en su sacrificio en la cruz y ofreciéndole un "culto espiritual" (Rm 12,1) que abrace todos los aspectos de nuestra vida y que se manifieste en nuestros esfuerzos por contribuir a la venida de su Reino. Ruego para que, al actuar así, os unáis a la hilera de los creyentes fieles que a lo largo de la historia del cristianismo en esta tierra han edificado una sociedad verdaderamente digna del hombre, digna de las más nobles tradiciones de vuestra nación."

miércoles, 25 de agosto de 2010

Don Manuel nos invita a vestir una buena cara

He escuchado a muchos hablar sobre el valor de la sonrisa, o de còmo influye en nuestro ànimo el pensar positivamente. Todo muy interesante, pero siempre sin despegar del suelo, pensamientos muy humanos y a veces hasta con un toque "new age". Nuestro querido obispo no podría ser así. Su pedagogía, si bien parte de lo cotidiano, de lo natural, nunca se queda ahí. Les invito a leer estos pensamientos suyos y me darán la razón.

¿Quién no gusta llevar colgada una buena medalla?

Se me ocurre proponer a los amigos acuñar una medalla de gran efecto.

Y llega mi atrevimiento hasta a proponer la materia y el dibujo o contenido de la medalla; después los artistas y el jurado decidirán.

Y así propongo como materia de la medalla la carne, los músculos y los nervios de la cara de uso de cada persona, y para dibujo, la mejor cara que cada uno pueda poner con la ayuda de la gracia de Dios y de su buena voluntad.

¿No os parece que sería buena muestra de nuestra Fe y Caridad de cristianos presentar cada cristiano perennemente, por la mañana y por la tarde, con calor y con frío, con bueno y mal humor una buena cara igual, en lugar de la avinagrada, asustada, iracunda, blanducha, melancólica a que cada hora del día y cada cambio de tiempo o de los nervios suelen presentar no pocos hermanos redimidos?

¡Hermanos, a hacer constar con nuestra buena cara habitual que hasta ella llegó la Redención!

Somos redimidos y es ese el fundamento de nuestra felicidad. Nada ni nadie nos puede quitar esa gran verdad. Nuestra buena cara no será nunca fruto de cosas efímeras o afectos humanos. Nuestro eje, nuestra felicidad está en que somos amados y que ese amor que Dios nos tiene le ha llevado a morir en la Cruz para salvarnos. ¡Cómo no llevar siempre una buena cara!

Cristo es nuestro alimento, nuestro bebida - San Columbano, abad



Escuchad, amados hermanos, mis palabras; escuchadlas bien, como si se tratara de algo que os es muy necesario; saciad vuestra sed con el agua de la fuente divina de la que os voy a hablar; desead este agua y no dejéis que vuestra sed se extinga; bebed y no os creáis nunca saciados; nos está llamando el que es fuente viva, el que es la fuente misma de la vida nos dice: El que tenga sed que venga a mí, y que beba.

Entended bien de qué bebida se trata: escuchad lo que, por medio de Jeremías, os dice aquel que es la misma fuente: Me han abandonado a mí, la fuente de aguas vivas -oráculo del Señor-. El mismo Señor, nuestro Dios Jesucristo, es la fuente de la vida, por ello nos invita a sí como a una fuente para que bebamos de él. Bebe de él quien lo ama, bebe de él quien se alimenta con su palabra, quien lo ama debidamente, quien sinceramente lo desea, bebe de él quien se inflama en el amor de la sabiduría.

Considerad de dónde brota esta fuente: brota de aquel mismo lugar de donde descendió nuestro pan; porque uno mismo es nuestro pan y nuestra fuente, el Hijo único, nuestro Dios, Cristo el Señor, de quien debemos estar siempre hambrientos. Aunque nos alimentemos de él por el amor, aunque lo devoremos por el deseo, continuemos hambrientos deseándolo. Bebamos de él como si se tratara de una fuente, bebámoslo con un amor que nos parezca siempre susceptible de aumento, bebámoslo con toda la fuerza de nuestros deseos y deleitémonos con la suavidad de su dulzura.

Pues el Señor es suave y es dulce; aunque lo hayamos comido y lo hayamos bebido, no dejemos de estar hambrientos y sedientos de él, pues este manjar jamás es totalmente comido, ni esta bebida jamás es agotada; aunque se le coma, jamás se consume; aunque se le beba, jamás se le agota, porque nuestro manjar es eterno y nuestra fuente perenne y siempre deliciosa. Por eso dice el profeta: Los que estáis sedientos, venid a la fuente, pues esta fuente es la fuente de los sedientos, no la de los que se sienten saturados; por ello, a aquellos que tienen hambre -que son aquellos mismos a quienes en otro lugar proclaman dichosos- los llama a sí y convoca a aquellos que nunca han quedado saciados de beber, sino que cuanto más beben, más sedientos se sienten.

Por eso, hermanos, hemos de desear siempre, hemos de buscar y amar siempre a aquel que es la Palabra de Dios, fuente de sabiduría, que tiene su asiento en las alturas, en quien, como dice el Apóstol, están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia yque no cesa de llamar a los que están sedientos de esta bebida.

Si estás sediento, bebe de esta fuente de vida; si tienes hambre, come de este pan de vida. Dichosos los que tienen hambre de este pan y sed de esta fuente; estos hambrientos y sedientos, por mucho que coman y beban, siempre buscan saciar aún más plenamente su hambre y su sed. Sin duda debe ser muy dulce aquel manjar y aquella bebida que por mucho que se coma y que se beba continúa aún deseándose y cuyo gusto no cesa de excitar el hambre y la sed. Por ello dice el profeta rey:

Gustad y ved qué dulce, qué bueno es el Señor.

viernes, 20 de agosto de 2010

2.º- ACTUALIDAD DE LA LABOR DE LOS MISIONEROS EUCARÍSTICOS DIOCESANOS:

- Evidentemente, las circunstancias de las últimas décadas en la iglesia, referentes a un progresivo descenso de las vocaciones sacerdotales, quizás podrían desalentar en el intento de volver a poner en marcha la labor de los Misioneros Eucarísticos Diocesanos.
- Pero, analizando las circunstancias concretas que impulsaron al Beato Manuel, a poner en marcha ésta Obra sacerdotal, que se sitúa en perfecta línea de continuidad con el resto de la Obra por él iniciada en Huelva en 1910 (y que culminaría con la fundación del Instituto de Hermanas Marías Nazarenas –hoy “Misioneras Eucarísticas de Nazaret”- en Málaga, el año 1921); nos parece que haciendo un análisis y reflexión actual sobre la vivencia y participación del Misterio eucarístico por parte de los fieles, sobre el desarrollo y fomento de su vida espiritual, así como el servicio, cercanía, compañía y práctica de la dirección espiritual entre los sacerdotes; podemos incidir, en que la reactivación de la Obra de los Misioneros Eucarísticos Diocesanos, responde a unas necesidades que siguen latentes en la Iglesia.
- Vamos a intentar hacer un esbozo, de lo que, a nuestro pobre juicio, podría ser hoy la Obra de los Misioneros Eucarísticos Diocesanos.


2º.- A) ESPIRITUALIDAD DE LOS MISIONEROS EUCARÍSTICOS DIOCESANOS:

- Al ser sacerdotes que viven en un presbiterio particular bajo la guía de su Pastor Diocesano, unidos todos al Sumo Pontífice, su espiritualidad específica es la del sacerdote diocesano ; a la que suman el especial carisma eucarístico-reparador suscitado en la vida, obra y persona del Beato Manuel González, especialmente en sus peculiares características de compañía de PRESENCIA, COMPASIÓN, IMITACIÓN y CONFIANZA.


2.- B) ¿QUÉ SON ¿ o ¿QUÉ PUEDEN SER?

- Tomando los escritos del Beato Manuel González, e intentando interpretar en nuestros días su intención al fundar los mismos; podríamos definir a los MISIONEROS EUCARÍSTICOS DIOCESANOS, como aquellos sacerdotes que participando de su carisma eucarístico-reparador y queriendo potenciar y vivir con mayor fidelidad y entrega a este carisma y sin dejar de ejercer los cargos u ocupaciones pastorales que tengan encomendados y sujetos en todo a la obediencia a sus respectivos Obispos, se ofrecen a los mismos a fin de incrementar en sus Diócesis, el culto y adoración a la Santísima Eucaristía, el acompañamiento o Dirección espiritual ofrecido a sus hermanos en el presbiterio, así como a todos los fieles que lo deseen, intentando con ello un mayor acercamiento de todos ellos al Sacramento del Amor.- A la hora de dar cuerpo a ésta peculiar obra sacerdotal-eucarística, lo haríamos en sintonía con el deseo de la Iglesia de que se fomenten Asociaciones sacerdotales, que tienden a formar una espiritualidad verdaderamente diocesana .
- Se trata, pues, de Asociaciones que “teniendo estatutos aprobados por la autoridad competente, estimulan a la santidad en el ejercicio del ministerio y favorecen la unidad de los clérigos entre sí y con el propio Obispo ”.
- Un matiz especial que entre otros, poseería ésta Obra, y fiel a la voluntad del Beato Manuel, sería remediar el abandono en que de hecho, viven muchos sacerdotes. Así se respondería a luchar contra la SOLEDAD del sacerdote de la que se hacen ecos los padres sinodales en el año 1992 y que destacan en la Exhortación Apostólica postsinodal “Pastores dabo vobis ” .

(Ponencia pronunciada en el Encuentro de sacerdotes asesores de la UNER, celebrada en Valencia los días 27 y 28 de Febrero de 2007)

Hoy por hoy es nuestra intensión continuar con esta obra sacerdotal y eucarística. En unión con las Misioneras Eucarísticas y con la aprobación de Mons. Antonio Arregui, arzobispo de Guayaquil, estamos trabajando para traer nuevamente a la vida la obra de los M.E.D. Nos encomendamos a la interseción de Don Manuel, fundador de esta familia y confiamos en que pronto será una realidad al servicio de la Iglesia.


P. César Piechestein, MED


miércoles, 30 de junio de 2010

Primera Reunión de los Misioneros Eucarísticos en Guayaquil



Les comparto con gran alegría esta noticia. El lunes pasado nos reunimos en el Nazaret de Guayaquil tres de los cuatro sacerdotes que hacemos parte de este primer núcleo de MED. Estuvimos el padre Wilson Chango, el padre Yomar Silva y un servidor. El padre Edison Chango no pudo estar presente por un compromiso previo, pero seguro estará la próxima semana. Seguro que la mayor alegría la tuvo Don Manuel.

Los Misioneros Eucarísticos II

1º.- E) FRUTOS DE LA LABOR DE LOS MISIONEROS EUCARÍSTICOS DIOCESANOS:

Al año de fundación de los Misioneros Eucarísticos diocesanos, el Beato Manuel escribía: “Hace un año nos reuníamos ante el Sagrario de mi capilla un grupo de ocho o nueve Sacerdotes y yo para recibir del Pastor de los pastores la bendición, que fuera a la par aprobación y aliento de la Obra que allí mismo empezaba de los Misioneros Eucarísticos Diocesanos. Que la bendición pedida cayó sobre la Obra, bien a las claras está. ¡Bien me lo han dicho, no sus bocas, que de estas cosas no saben hablar, sino el aspecto derrotado, las caras flacas, los calzados agujereados, las voces roncas y hasta los contagios de gripe con que han vuelto unos y otros de sus excursiones!... ¡Bien por mis Misioneros! ¡Benditos de Dios sean como lo son de su prelado! Y, ¡benditos también los Párrocos que con agradecido cariño los reciben, y las Marías que preparan sus caminos, y los fieles que los escuchan y los pueblos que se van aprovechando de sus visitas! ¡Cómo se me ensancha y se llena de gratitud y de esperanza el corazón al ver como para todos los pueblos y rincones de mi Diócesis ha habido palabra y trabajo, y bendiciones y santas influencias del Misionero!... Espero, sin embargo, que las oraciones y auxilios de los buenos y la misma urgentísima necesidad de tantas pobres almas traerán el milagro que hace falta de multiplicación de Misioneros y de medios para que puedan dedicarse sólo a sus misiones y a todos los lugares que los necesitan... amo querido de todas mis obras y director de todas mis empresas, ¿verdad que sí? ”.


Diez años después de la fundación de los Misioneros, escribía: “Hoy, a los diez años de obra y pese a los estragos de la enfermedad, de la muerte y del poco número, puedo, con el corazón rebosante de gratitud y el alma de esperanza, convertir el anuncio en futuro, en consoladora afirmación en presente: ¡Cómo se van renovando con verdad nuestros pueblos por la acción eucarística!... Bendito seas, corazón de Jesús, por lo que has bendecido tu obra y por lo que seguirás bendiciéndola. Multiplica los Misioneros de tu Eucaristía y yo te aseguro que la diócesis entera estará pronto de rodillas delante de tus Sagrarios... ”


2.º- ACTUALIDAD DE LA LABOR DE LOS MISIONEROS EUCARÍSTICOS DIOCESANOS:

Evidentemente, las circunstancias de las últimas décadas en la iglesia, referentes a un progresivo descenso de las vocaciones sacerdotales, quizás podrían desalentar en el intento de volver a poner en marcha la labor de los Misioneros Eucarísticos Diocesanos.


Pero, analizando las circunstancias concretas que impulsaron al Beato Manuel, a poner en marcha ésta Obra sacerdotal, que se sitúa en perfecta línea de continuidad con el resto de la Obra por él iniciada en Huelva en 1910 (y que culminaría con la fundación del Instituto de Hermanas Marías Nazarenas –hoy “Misioneras Eucarísticas de Nazaret”- en Málaga, el año 1921); nos parece que haciendo un análisis y reflexión actual sobre la vivencia y participación del Misterio eucarístico por parte de los fieles, sobre el desarrollo y fomento de su vida espiritual, así como el servicio, cercanía, compañía y práctica de la dirección espiritual entre los sacerdotes; podemos incidir, en que la reactivación de la Obra de los Misioneros Eucarísticos Diocesanos, responde a unas necesidades que siguen latentes en la Iglesia.

Ponencia pronunciada en el Encuentro de sacerdotes asesores de la UNER, celebrada en Valencia los días 27 y 28 de Febrero de 2007
(En la foto los hermanos Wilson y Edison Chango, sacerdotes MED)

martes, 15 de junio de 2010

Discípulos de Don Manuel González - P. Henry Ventura (Venezuela)

Breves datos biográficos

Soy el P.Henry A. Ventura Medina. Venezolano de Coro Estado Falcon, nacì el 30-09-1965 de 44 años de edad .....soy el ùltimo de diez hermanos, todos mis hermanos casados menos una hermana que es Misionera Eucaristica de Nazaret , una familia muy grande, mi madre aùn vive, mi padre falleciò el año pasado y muchos sobrinos como 38, gracias a Dios con los altos y bajos de la vida estamos bien. Conocì la Obra de la UNER y a Don Manuel cuando tenia 19 años a través del sacerdote de mi parroquia que me invitò a participar del grupo JER; allì fui creciendo con las catequesis de las hermanas. Desde ese tiempo quedè enamorado de Jesùs Sacramentado y siempre he vivido el carisma reparador desde los escritos de nuestro Padre Fundador Don Manuel. El Señor me llamò a la vida Sacerdotal por la Eucaristia y para la Eucaristia y es lo que cada dìa le pido al Señor ser Sacerdote Hostia. Desde hace seis años soy el asesor nacional de la UNER en Venezuela, aunque he atravesado las fronteras de mi Pais y fuì invitado a la asamblea de la UNER en Mexico y a visitar todos los grupos y fue una experiencia maravillosa y despues fui al Perù, hablar de Jesùs Eucaristia y pedir que no lo dejen abandonado me hace sentir Misionero Eucaristico. Actualmente estoy como parroco en la Iglesia de Nuestra Señora de la Candelaria en Caraballeda en el Estado Vargas a cuarenta minutos de la capital de Venezuela Caracas. Soy religioso de la Obra de San Luis Orione sacerdote Italiano hombre Eucaristico y de mucha caridad.

¿Qué papel ha desempeñado la figura del Beato Manuel González en su vida espiritual?
La figura del Beato Manuel González ha influido mucho en mi vida espiritual y personal; desde mi juventud me fui formando en el Carisma Eucarístico Reparador de la JER y fue cuando asumí el compromiso como cristiano con todas sus exigencias .
A través del Beato Manuel González descubrí a un Jesús callado que desde la Eucaristía me llamaba a entregar mi vida por medio de su Evangelio y a trasmitirlo a todos. Su espiritualidad y su vida es un ejemplo para mi vida sacerdotal, que trato siempre de vivir y trasmitir para que lo conozcan, amen y sigan ya que es un modelo de santidad para cada uno de nosotros. Su programa es mi programa : Eucaristizar.

Así que fue miembro de la Juventud Eucarística Reparadora (JER) . Cuéntenos de qué manera influyó esto en sus años jóvenes.
La juventud Eucarística Reparadora fue un hermoso regalo de Papá Dios en mi vida. La JER me puso al frente de Jesús Eucaristía, que aún no conocía y pensaba conocer, fue el camino para enamorarme de Él, de su Evangelio y de la Iglesia. Fueron muchas las experiencias vividas: Asambleas Nacionales de UNER, compartir con otros jóvenes los años de mis primeras misiones por los pueblitos de mi región, fundar otros grupos JER, entre otras.
Este movimiento me presentó a un Jesús joven que ya desde mi juventud estaba abandonado y no lo debía estar, ofrecí mi vida para acompañarlo siempre y darlo a conocer a todos aquellos que no lo conocían y así como Don Manuel repetir muchas veces “ aunque todos te abandonen yo no".

¿Cree usted que la espiritualidad de Don Manuel siga siendo tan actual como a mediados del siglo pasado?
La espiritualidad de Don Manuel, su ideal, su programa siempre es y será tan actual como en su tiempo ya que la Eucaristía sigue siendo centro y vida de la Iglesia. No olvidemos que el Papa Juan Pablo II nos convocó a vivir el año eucarístico con estas palabras “La Eucaristía : Luz y Vida del nuevo milenio”.
Estoy seguro que el camino para este nuevo milenio es la Eucaristía. Y la espiritualidad del Beato Manuel González nos dice que los males de este mundo se originan en el abandono de la Eucaristía. Y más en este nuevo milenio en que nos acompañan, la sombra de una cultura que niega la vida en cada una de sus etapas , la sombra de una indiferencia que condena a tantas personas a la pobreza , la violencia, el terrorismo, y la guerra. Las palabras del Beato Manuel González siguen invitándonos hoy a ser Eucaristía, a ser Pan Vivo, Hostia Viva para poder Eucaristizar y caminar en un mundo transparente por medio del Sacramento Eucarístico que es un grito de vida que cambia y transforma la vida de cada hombre.

¿Qué elemento de la espiritualidad sacerdotal que propone Don Manuel ha influido más en su sacerdocio?
El elemento más influyente en mi vida sacerdotal es sin duda, el centro de su espiritualidad : La Eucaristía. La entrega de su vida, de su sacerdocio, en manos del Corazón Eucarístico de Jesús, desde allí su plan pastoral, primero como sacerdote, segundo como Obispo. Este Amor lo llevó a ser el chiflado de amor por Jesús Eucaristía y alcanzar la santidad. Este aspecto influye mucho en mi vida a diario a pesar de mis dificultades y debilidades, pero me mantiene con la fuerza de seguir amándolo y dándolo a conocer para que también otros lo amen.

Sabemos que está entusiasmado con la obra de los Misioneros Eucarísticos Diocesanos. Cuéntenos qué es lo que le produce más ilusión.
Me ilusionan varios aspectos, primero el fin por el cual Don Manuel funda la obra de los Misioneros Eucarísticos Diocesanos, remediar los tres abandonos, mas perjudiciales para un pueblo, el de Jesús Sacramentado, el del Sacerdote y las almas. Segundo la necesidad de sacerdotes verdaderamente enamorados de Jesús cuyo centro de su sacerdocio sea la Eucaristía y desde la Eucaristía la pasión por las almas que se les confía , y tercero sacerdotes dispuestos a salir de la sacristía, arremangarse para ir a los pueblos, para acercar a las almas a Jesús Eucaristía y a la Iglesia . Y hacer realidad la petición de Don Manuel al Corazón de Jesús, de no perder la esperanza de que surgieran de nuevo los Misioneros Eucarísticos Diocesanos.
Estoy seguro que desde el discernimiento de los tiempos bajo la acción del Espíritu Santo y a través de la espiritualidad de nuestro querido Beato Manuel González, está tocando muchos corazones de sacerdotes y seminaristas a dar vida a esta rama masculina de la gran familia de Don Manuel González.
No tengamos miedo.

Ante la escasez de vocaciones sacerdotales y los últimos escándalos que han sacudido a la Iglesia, ¿qué piensa que nos podría decir el Beato Manuel a los sacerdotes del Tercer Milenio?
Creo nos diría : que vivamos nuestro sacerdocio con coherencia evangélica y de rodillas delante del sagrario, solo desde allí podemos ser Evangelios vivos para poder ganar almas para Cristo y nuestra Madre la Iglesia. Traigo a memoria estas sus palabras para todos nosotros sacerdotes. “¡Sacerdote de Cristo, no te acobardes , no estas solo! Esta contigo toda la Iglesia con su inmenso poder; no eres huérfano; esta contigo la Madre Inmaculada con toda su infinita ternura y esta contigo el corazón de Jesús vivo y real en tu sagrario. La omnipotencia de Dios entre tus manos".
Madre Inmaculada que no nos cansemos …

Todos llamados a la santidad !!!

miércoles, 9 de junio de 2010

Apuntes sobre los MED

LOS MISIONEROS EUCARÍSTICOS DIOCESANOS:

1º.- A) FUNDACIÓN DE LOS MISMOS:
- En una carta pastoral del Beato Manuel González, fechada el primer viernes de Marzo de 1918 (su título es “Cómo se han de renovar con verdad nuestros pueblos por la acción eucarística”, nos narra él mismo como nace la Obra de los Misioneros Eucarísticos diocesanos.

- Recordemos que apenas entra en la Diócesis de Málaga el 25 de Febrero de 1916 y comienza a recorrerla, Don Manuel percibe una situación alarmante por no decir caótica. Al año de haber llegado a dicha Diócesis es nombrado Administrador Apostólico de la misma, con la plenitud de poderes episcopales .

- Siendo pues todavía Administrador Apostólico es cuando establece la Obra de los Misioneros Eucarísticos diocesanos. Con ellos y siguiendo su peculiar carisma eucarístico-reparador, quiere ir transformando su Diócesis, y ciertamente pudo hacerlo, como se comprobaría años después.

- Ahora bien, podríamos preguntarnos: ¿surgen los Misioneros Eucarísticos diocesanos como respuesta a una necesidad concreta de aquella Diócesis de Málaga? Podemos responder que sí, en cuanto que Málaga lo necesitaba en aquel momento preciso; pero que la idea de juntar sacerdotes para acompañarle en su tarea de búsqueda amor y reparación a la Eucaristía, ya la tenía presente desde años atrás. En efecto, ya el 5 de Febrero de 1913, escribe en El Granito de Arena: “De entre los muchos lectores sacerdotes de EL GRANITO DE ARENA y que se llaman amigos míos entusiastas de estas Obras, ¿no habría alguno que quisiera acompañarme, alistándose conmigo a las órdenes del Amo, dispuesto a compartir alegrías...penas...y hasta el pan?... ¡Ay! Con un grupito de sacerdotes jóvenes de buen espíritu y de buena salud, puestos uno y otra al servicio de la Obra de los Sagrarios Calvarios, ¡a dónde iríamos a parar! ¡Dios mío! ¡Lo que se podría hacer! Levantada la caza como está, colocados en tierra firme, contando con la bendición del Papa, quién contra nos? ...”

1º.- B) FIN DE LOS MISIONEROS EUCARÍSTICOS DIOCESANOS:
- Tomamos las mismas palabras del Beato: El fin de la Obra de los Misioneros Eucarísticos Diocesanos es “Remediar los tres abandonos más perjudiciales de un pueblo: el de Jesucristo Sacramentado, el del cura y el de las almas, mediante la formación y el sostenimiento de núcleos de almas sólidamente piadosas que desagravien y acompañen al Primero, auxilien al segundo y aproximen al Uno y al otro a las terceras... ”

1º.- C) CARACTERÍSTICAS DEL MISIONERO EUCARÍSTICO DIOCESANO:
- Son sacerdotes diocesanos, viven apostólicamente y sin votos , desarrollan su cargo pastoral y periódicamente se ofrecen para visitar parroquias en los que desarrollan el servicio anteriormente descrito. Solían salir trimestralmente.

- El tipo de Misionero Eucarístico que concibiera el Prelado Fundador no era el de predicador de grandes misiones, sino el de misionero director espiritual: “La acción del misionero (grandes misiones) es la de la lluvia torrencial; la del director espiritual, la de la llovizna; aquella moja, ésta remoja la tierra. Urge que salgan a los pueblos sacerdotes prudentes, celosos, ilustrados en la ciencia de las almas a buscar y pulimentar margaritas preciosas...porque los pueblos, por muy perdidos y extraviados que estén, si tienen núcleo piadoso, son pueblos de esperanza; tarde o temprano volverán; los que no lo tienen, no volverán; prácticamente son irredimibles. Dios no acostumbra a salvar sin intercesores ni apóstoles, y las almas piadosas de un pueblo son sus intercesores y sus apóstoles ”

1º.- D) DISPOSICIONES DE LOS MISIONEROS EUCARÍSTICOS DIOCESANOS:
- Sobre las disposiciones de los MISIONEROS EUCARÍSTICOS DIOCESANOS, dice el Beato que “los Misioneros Eucarísticos van a lo mismo que las Marías, y lo que quiera que hagan en los pueblos es siempre con la licencia y el beneplácito del Párroco, y si éste no quiere que hagan nada, los Misioneros que saben que cumplen su misión lo mismo con su acción en las almas que con su pasión con Jesús paciente en el Sagrario, se van tranquilos...

(Ponencia pronunciada en el Encuentro de sacerdotes asesores de la UNER, celebrada en Valencia los días 27 y 28 de Febrero de 2007)