He escuchado a muchos hablar sobre el valor de la sonrisa, o de còmo influye en nuestro ànimo el pensar positivamente. Todo muy interesante, pero siempre sin despegar del suelo, pensamientos muy humanos y a veces hasta con un toque "new age". Nuestro querido obispo no podría ser así. Su pedagogía, si bien parte de lo cotidiano, de lo natural, nunca se queda ahí. Les invito a leer estos pensamientos suyos y me darán la razón.
¿Quién no gusta llevar colgada una buena medalla?
Se me ocurre proponer a los amigos acuñar una medalla de gran efecto.
Y llega mi atrevimiento hasta a proponer la materia y el dibujo o contenido de la medalla; después los artistas y el jurado decidirán.
Y así propongo como materia de la medalla la carne, los músculos y los nervios de la cara de uso de cada persona, y para dibujo, la mejor cara que cada uno pueda poner con la ayuda de la gracia de Dios y de su buena voluntad.
¿No os parece que sería buena muestra de nuestra Fe y Caridad de cristianos presentar cada cristiano perennemente, por la mañana y por la tarde, con calor y con frío, con bueno y mal humor una buena cara igual, en lugar de la avinagrada, asustada, iracunda, blanducha, melancólica a que cada hora del día y cada cambio de tiempo o de los nervios suelen presentar no pocos hermanos redimidos?
¡Hermanos, a hacer constar con nuestra buena cara habitual que hasta ella llegó la Redención!
Somos redimidos y es ese el fundamento de nuestra felicidad. Nada ni nadie nos puede quitar esa gran verdad. Nuestra buena cara no será nunca fruto de cosas efímeras o afectos humanos. Nuestro eje, nuestra felicidad está en que somos amados y que ese amor que Dios nos tiene le ha llevado a morir en la Cruz para salvarnos. ¡Cómo no llevar siempre una buena cara!
Somos redimidos y es ese el fundamento de nuestra felicidad. Nada ni nadie nos puede quitar esa gran verdad. Nuestra buena cara no será nunca fruto de cosas efímeras o afectos humanos. Nuestro eje, nuestra felicidad está en que somos amados y que ese amor que Dios nos tiene le ha llevado a morir en la Cruz para salvarnos. ¡Cómo no llevar siempre una buena cara!
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