Nuestra misión es :"Remediar los tres abandonos más perjudiciales de un pueblo,
el de Jesús Sacramentado,
el del cura
y el de las almas."
(Beato Manuel González)

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viernes, 4 de julio de 2014

Partículas Sacerdotales - La predicación

“Renovemos nuestra confianza en la predicación, que se funda en la convicción de que es Dios quien quiere llegar a los demás a través del predicador y de que Él despliega su poder a través de la palabra humana. Es un género peculiar, ya que se trata de una predicación dentro del marco de una celebración litúrgica; por consiguiente, debe ser breve y evitar parecerse a una charla o una clase.

Uno de los esfuerzos más necesarios es aprender a usar imágenes. Una imagen atractiva hace que el mensaje se sienta como algo familiar, cercano, posible, conectado con la propia vida. Una imagen bien lograda puede llevar a gustar el mensaje que se quiere transmitir. La sencillez tiene que ver con el lenguaje utilizado. Debe ser el lenguaje que comprenden los destinatarios para no correr el riesgo de hablar al vacío. Frecuentemente sucede que los predicadores usan palabras que aprendieron en sus estudios y en determinados ambientes, pero que no son parte del lenguaje común de las personas que los escuchan. Si uno quiere adaptarse al lenguaje de los demás para poder llegar a ellos con la Palabra, tiene que escuchar mucho, necesita compartir la vida de la gente y prestarle una gustosa atención”.
                        Evangelii Gaudium   Papa Francisco
“Si por predicación parroquial se entiende una predicación elocuente, de párrafos redondeados, de profundas materias, de palabras rebuscadas y golpes de efecto, concedo que es difícil para tenerla que hacer todos los domingos y días de fiesta y con el escaso tiempo de preparación de que dispone un cura. Pero si por predicación parroquial se entiende lo que debe entenderse, es decir, una predicación sencilla, sin gritos, ni patéticos golpes de efecto y, sobre todo, de diez minutos de duración, niego que la predicación parroquial sea cosa difícil”.
                        Lo que puede un cura hoy    Beato Manuel González

miércoles, 20 de febrero de 2013

La receta de Don Manuel



Hace quince días tuve la bendición de hacer mis ejercicios espirituales anuales. Fuimos un nutrido grupo de sacerdotes, más de ochenta, los que pudimos orar y meditar las verdades que Cristo proclamó y que la Iglesia continua predicando. 

Cada día teníamos una hora de adoración eucarística en grupo y uno de nosotros debía dirigir la misma. El segundo día me tocaba hacerlo y aproveché para leerles varios pasajes de los escritos de Don Manuel. El libro escogido fue “En busca del Escondido”, de más está decir que es uno de mis favoritos.

A uno de mis compañeros le llamó mucho la atención el párrafo que les comparto a continuación. Aunque no me he puesto a averiguar si Don Manuel poseía artes culinarias, creo que esta receta que nos brinda es de las más importantes y por lo tanto digna de ponerse por obra:

"Receta para ser grande

Mientras más hombres voy tratando y más obras suyas conociendo, me convenzo de que la medida de la grandeza de éstos, está en proporción inversa con la medida de su distancia respecto del Sagrario.

Es decir, a más distancia menos grandeza; a menos distancia, más grandeza.

Por eso los santos, que son los hombres en todo grandes de verdad, llegan a serlo cuando acortan tanto su distancia al Sagrario que se convierten ellos mismos en Sagrarios con dos pies, en los que va muy a gusto el Jesús de su Comunión.

                                   ¿Receta para ser grande?
                                   Hacerse Sagrario."

(Obras Completas n. 2696)

Creo que todos, de una manera o de otra, queremos ser grandes. Nadie quiere pasar por el mundo sin dejar su huella, sin trascender. Claro que hay modos y modos de ser grande. Nosotros queremos, o al menos, deberíamos querer ser grandes como los santos. Esa grandeza que no sólo deja huella en la historia y en la vida de muchos, sino que nos hace grandes a los ojos de Dios, que es quien mejor paga. Don Manuel resume el método con la cercanía que podamos tener al Sagrario. Claro está, no es sólo la cercanía física sino que nos convirtamos nosotros en Sagrarios, en portadores de Cristo, en Evangelios con pies.

Así que a ponernos a los pies del Abandonado. Seguro que hará en nosotros grandes cosas, como lo hizo en su Madre. Seamos almas de Sagrarios, sacerdotes con corazón de Eucaristía.

P. César Piechestein, MED

lunes, 25 de junio de 2012

Misa y adoración se complementan - Benedicto XVI


Creo que estarán de acuerdo conmigo cuando afirmo que tenemos un Papa que nunca deja de producirnos admiración. En él se conjugan la ternura de un padre o más bien abuelo y la sabiduría que el estudio, la oración y las canas dan. Tuve la oportunidad de estar presente en la Santa Misa que celebró en la solemnidad de Corpus Domini en San Juan de Letrán y me quedé muy motivado con su presencia y su homilía. El corazón de su mensaje fue la importancia del culto eucarístico, de la adoración y su unión al sacrificio eucarístico. Aquí una de las más fuertes afirmaciones:
«La acción litúrgica sólo puede expresar su pleno significado y valor si va precedida, acompañada y seguida de esta actitud interior de fe y de adoración. El encuentro con Jesús en la santa misa se realiza verdadera y plenamente cuando la comunidad es capaz de reconocer que él, en el Sacramento, habita su casa, nos espera, nos invita a su mesa, y luego, tras disolverse la asamblea, permanece con nosotros, con su presencia discreta y silenciosa, y nos acompaña con su intercesión, recogiendo nuestros sacrificios espirituales y ofreciéndolos al Padre».

Creo que si algunos todavía pensaban que la adoración eucarística era cosa sólo de algunos “devotos”, con las palabras del Papa la cosa ha quedado más que clara. No podemos sino afirmar junto al Sumo Pontífice, lo que desde siempre predicó Don Manuel: si amamos a Cristo, si reconocemos su presencia en el Sacramento, si creemos que la Santa Misa es la fuente de todas las gracias, no podemos dejar a Jesús abandonado en el Sagrario. Y de la adoración eucarística, afirma el Papa, se desarrolla la vida interior, la comunión con Jesús:
«Estar todos en silencio prolongado ante el Señor presente en su Sacramento es una de las experiencias más auténticas de nuestro ser Iglesia, que va acompañado de modo complementario con la de celebrar la Eucaristía, escuchando la Palabra de Dios, cantando, acercándose juntos a la mesa del Pan de vida. Comunión y contemplación no se pueden separar, van juntas. Para comulgar verdaderamente con otra persona debo conocerla, saber estar en silencio cerca de ella, escucharla, mirarla con amor. El verdadero amor y la verdadera amistad viven siempre de esta reciprocidad de miradas, de silencios intensos, elocuentes, llenos de respeto y veneración, de manera que el encuentro se viva profundamente, de modo personal y no superficial. Y lamentablemente, si falta esta dimensión, incluso la Comunión sacramental puede llegar a ser, por nuestra parte, un gesto superficial».

Creo que ésta homilía ha sido el mejor regalo y la mayor confirmación a nuestro apostolado eucarístico reparador. La Eucaristía es Jesús, Él es la fuente y cumbre de la Iglesia. Estar en comunión con Él nos pone también en comunión con los hermanos, es así que podremos, con palabras de Don Manuel, “eucaristizar” el mundo.
«En el momento de la adoración todos estamos al mismo nivel, de rodillas ante el Sacramento del amor. El sacerdocio común y el ministerial se encuentran unidos en el culto eucarístico».
(Homilía del San Padre Benedicto XVI en la solemnidad del Corpus Domini, Roma 2012)

P. César Piechestein, MED

sábado, 26 de mayo de 2012

Pentecostés fructuosa - Don Manuel González


En su “Decenario al Espíritu Santo”, Don Manuel con su amor siempre de Padre nos recuerda que ante todo somos instrumentos de Dios y que es su Espíritu el que obra a través de nosotros. Une, como es lógico, el misterio de la Eucaristía con el sacerdocio y reconoce en la transformación del ministro en hostia viva, la acción del Espíritu Santo:

«Por la Misa somos sacerdotes y hostias con Jesús sacerdote y Hostia; por la Comunión, comensales de Jesús sacrificado y cooperadores del Espíritu Santo que nos asimila a aquél y hace que por cada Comunión, bien recibida, seamos más Jesús. Es muy significativo que las siete oraciones con que la Iglesia prepara a sus sacerdotes para la santa Misa sean dirigidas de modo especial al Espíritu Santo. Misas y Comuniones de los Apóstoles, preparadas por el mismo Espíritu Santo, participadas y agradecidas por la Madre de Jesús en persona, ¡cómo renovasteis la faz del mundo!».
(Beato Manuel González,Obras Completas,5313)

Creo que todos hemos enseñado a los muchachos que se preparan para recibir la Confirmación que el Espíritu Santo que recibirán con el sacramento, actúa respetando nuestra libertad. Es decir que depende de nosotros el fruto que tendrá su presencia en nuestras vidas. Dios respeta nuestra libertad y no impone su voluntad, su Espíritu nos inspira aquello que Dios espera de nosotros, pero sólo quien se abre a su acción, como los Apóstoles que oraban en el Cenáculo el día de Pentecostés, verá florecer los siete dones.

Eso que enseñamos nos toca aplicarlo a nuestra vida. De lo contrario estaremos quitando toda sobrenaturalidad a nuestra acción pastoral. Creo que hemos comprobado muchas veces cómo obras que parecían geniales, pero que carecían de auténtica vida sobrenatural, se desmoronan cuando menos lo esperábamos. No basta con andar en las cosas de Dios, si no estamos en comunión con el Dios de las cosas.

«Si toda dirección y todo acierto en acciones y obras para llevar almas a Dios viene del que se ha llamado por la Iglesia Dedo de la diestra del Padre, o sea, el Espíritu Santo, el único Iluminador, Director, Guía y Santificador de las almas, nuestras buenas obras tan rebosantes de criterio humano y de direcciones humanas y tan vacías de oración, dejan poco o nada que hacer a Dios Espíritu Santo...»
(Beato Manuel González,Obras Completas,5310)

Acojamos con sincero corazón y con toda la docilidad de nuestra alma al Paráclito, al Consolador. Tanta necesidad tenemos de Él, tanto bien podrá hacer a través de nosotros. Bendito sea Cristo Eucaristía que no sólo se quiso quedar presente en el Sagrario, sino que con su Espíritu Santo ha venido a habitar en nuestro ser.

P. César Piechestein, MED