COMPAÑÍA DE PRESENCIA
Una de las quejas que muchas veces se escucha, de parte de los fieles, es la de que encuentran los templos cerrados. Es verdad que la mayoría sólo se abren durante el tiempo que duran las celebraciones litúrgicas y luego permanecen el resto del día sin brindar la posibilidad de poder ir a visitar al Abandonado del Sagrario. Pero es también una de las quejas más comunes, pero esta de parte de los sacerdotes, lo poco que vienen los católicos a estarse en oración en el templo y lo peligroso que es dejarlos abiertos y solos, porque quedan a merced de cualquier bandido. Y resulta, como fruto de estas dos quejas, la formación de un círculo vicioso. Nadie llega al templo porque no se abre y no se abre porque no llega nadie. Al final Jesús Sacramentado sigue abandonado en el Tabernáculo.
La presencia física
No podemos quedarnos de brazos cruzados, sabiendo que Cristo espera que le acompañemos y que le busquemos compañía. Hemos de comenzar examinando si estamos dedicando un tiempo para estar presentes delante de nuestro Sagrario. Nuestro sí, puesto que es el que se nos ha encomendado, el de nuestra parroquia o capilla, aquel que frecuentamos cada día para celebrar la Santa Misa.
Unidos a El como María |
“Si el amor se goza en la presencia, los que dicen amar a Jesús Sacramentado con toda su alma y sobre todas las cosas, ¿se pasan más tiempo con Él que con las demás personas que dicen amar menos que a Él?” (Beato Manuel)
Es ciertamente un punto esencial dentro de nuestra relación con Jesús. No existe un lugar más cerca de él que a la sombra del Sagrario. De ahí que dentro de nuestro plan de vida hemos de colocar como prioridad ese tiempo cotidiano para estar con Él, físicamente presentes delante del Tabernáculo, en adoración, dándole el consuelo de nuestra compañía.
Es en esos momentos de oración en Su presencia que nos dejamos llenar de la gracia que siempre emana del Tabernáculo. Creo que es esencial recordar que es precisamente por esta razón que no hay mejor lugar para orar, para meditar, para estar con Él. Pero es cierto que no nos podemos quedar allí todo el día.
La presencia espiritual
Una vez que hemos descubierto la dulzura de Su presencia nos invade como a María la hermana de Lázaro, el deseo de permanecer a Sus pies. Y es cuando descubrimos que delante del Sagrario el tiempo se nos hace corto y por más que deseemos quedarnos, nuestros demás deberes nos llaman y obligan a separarnos de nuestro Tabor. Ahí es donde Don Manuel nos propone la “presencia espiritual” :
“Otra pregunta más: doy por ciertas e insuperables todas las dificultades que disminuyen mi presencia corporal antes el Sagrario, pero ¿con mi presencia espiritual o en espíritu, quién puede meterse?” (Beato Manuel)
Y es que nada ni nadie nos puede impedir permanecer al pie del Sagrario todo el día y todos los días. Somos capaces de mantenernos en presencia de Dios durante cada minuto de la jornada, basta quererlo.
“Trabajar, andar, descansar, reír, llorar de cara al Sagrario, mirando a él como si estuviera ante él …¿puede haber muchas dificultades exteriores para eso? ¿No viven en esa presencia mutua, espiritual, los que de verdad se quieren, y a pesar de dificultades de tiempo, de distancia y de trabajos?” (Beato Manuel)
Esa era la experiencia de muchos santos, que vivían esa comunión con Jesús cada instante del día. Así como los enamorados que no sacan de sus pensamientos al ser amado, que suspiran añorando el volver a estar en su presencia, así las almas enamoradas nunca se desprenden de su Sagrario.
Amigos no lo dejemos sólo ni un solo momento. Que nuestra compañía de presencia sea permanente, física o espiritual, pero siempre delante del Sagrario. Hermanos sacerdotes que leen este mensaje abran sus parroquias, que se pierde más teniéndolas cerradas, que si por dejarlas abiertas algún ladrón se nos llevara algo. Brindemos a todos la bendición de poder estar al pie del Sagrario.
Hasta el Cielo.
P. César Piechestein, MED
¡Cuanta verdad! me alegra tanto que escriba sobre estos temas... Me ponen en pie, hacen que me levante pues Dios habla a través de ellas. Siga meditando y escribiendo sobre esto y la fuerza del Espiritu Santo tenga por seguro que soplará en los corazones de muchos Hijos de Dios. Le pongo en manos de la Virgen.
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