El Beato Juan Pablo II, cuando nos invitaba a trabajar por la Nueva Evangelización, decía que había que hacerlo con un nuevo ardor. No me parece fácil definir ese ardor, pero estoy seguro que va de la mano del amor, de un amor hasta el extremo, un amor de quien ama con locura. Esa locura de amor nos hace capaces de ir más allá de nuestros límites, nos impulsa a hacer cosas extraordinarias. Don Manuel llama chiflados a quienes sirven con ese ardor:
"Decía un amigo mío, hombre listo y experimentado, si los hay, que quería rodearse de chiflados en cada ramo de los órdenes de la actividad humana, un chiflado por las artes, otro por las letras, otro por la propaganda, otro por la enseñanza, otro por las cuestiones financieras, etc. Ahí no es nada lo que quería mi amigo. ¡Como que en este mundo, lo mismo en el orden natural que en el sobrenatural, no se hace nada que sobresalga un dedo del nivel ordinario a no ser por los chiflados!". (Beato Manuel González, Obras Completas, 1720)
Leyendo a Peter Drucker, conocido como el padre del management, me encontré con una afirmación muy interesante. Dice que un manager para poder ser realmente eficaz debe poseer un elemento imprescindible: la concentración. Para poder alcanzar un ideal, es necesario plantearse metas, pero saber que sólo es posible alcanzar una a la vez. Hay que poner todas nuestras capacidades, concentrarlas en alcanzar esa sola meta actual, una vez que la hayamos alcanzado, emprenderemos la siguiente. Hoy nuestra meta es vivir plenamente el “Año de la Fe”.
“El chiflado es el hombre de una sola idea, de un solo entusiasmo, de una sola dirección. Y todas sus ideas, sus amores y su actividad a esa sola idea, a ese solo entusiasmo y a esa sola dirección convergen. "Teme al hombre de un solo libro", se dijo en la antigüedad. "Teme al hombre de una sola idea, es decir, teme al chiflado si es tu enemigo. Espera mucho de él, si es tu amigo”. (Beato Manuel González, Obras Completas, 1720)
Nuestra sola idea debe ser amar y hacer amar a Jesucristo. Esa es nuestro ideal, no existe otro para un cristiano. Que no nos vayan a repetir las palabras del Apocalipsis: “Tengo contra ti que has perdido tu amor de antes” (Ap. 2,4). La Nueva Evangelización y su nuevo ardor nos exigen renovar nuestro amor a Jesús, todos los días. Será nuestro Sagrario, nuestra Misa y nuestra Comunión, lo que nos renovará cada jornada. Sin Eucaristía no hay amor, ni ardor, ni Nueva Evangelización.
"Pues bien, amigos míos, y ahora me dirijo especialmente a mis hermanos los sacerdotes, aquí teníamos necesidad imperiosa de chiflados por Cristo, por su religión bendita, por la educación católica de los chicos y de los grandes, por la prensa buena, por obras de Acción Social Católica, por todos esos medios, en fin, que pueden dar vida a un pueblo muerto por haber cortado su comunicación con Cristo. ¡Chiflados!”. (Beato Manuel González, Obras Completas, 1721)
El chiflado no tiene miedo, no es pesimista, no se detiene ante el rechazo, el aparente fracaso o las dificultades. La Iglesia del tercer milenio necesita urgentemente un ejército de chiflados que vayan por todo el mundo a anunciar que Cristo está vivo y abandonado, que no se cansa de llamarnos, que nos espera con los brazos abiertos. Es hora de chiflarse y evangelizar.
Hasta el Cielo.
P. César Piechestein, MED.
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