Se discute mucho en la actualidad sobre la labor del sacerdote, sobre todo del diocesano. Los sacerdotes religiosos, teniendo un carisma o espiritualidad específico, poseen ya una misión concreta que realizar (educación, misiones, asistencia,etc). El caso con el sacerdote secular o diocesano es un poco distinto. La gran mayoría ha de atender una parroquia, es decir, es responsable de la cura pastoral de una comunidad. Hasta ahí no hay nada que discutir, sin embargo es el modo en que realiza ésta cura lo que suscita mucho debate entre los fieles y entre el mismo clero. El Beato Manuel González, que fue párroco y también obispo, nos da luces al respecto:
"Se ha dicho, y se dice hoy muchas veces, que el cura debe salir de la sacristía y de la iglesia para ir al pueblo, que desgraciadamente no se encuentra hoy en la iglesia. Y esto es verdad y muy verdad. Pero como una verdad exagerada es más peligrosa que un error, es menester prevenirse contra la exageración, que en este caso sería el abandono de la iglesia y de lo que en la iglesia hay." (Beato Manuel González)
Es importante que el sacerdote salga de la Iglesia, la mayoría de los católicos no vienen a ella, basta ver las estadísticas sobre la participación a la Misa dominical. Y es entonces que el sacerdote diocesano tendrá que ser misionero en su parroquia, salir a buscar a las ovejas perdidas, a los católicos indiferentes o no practicantes. Pero, y es que hay un pero, sin descuidar el rebaño fiel.
"Y no es eso lo que se le pide al sacerdote. Se le pide que salga de la iglesia, pero como se le pide al soldado que salga de su campo y de su trinchera para parlamentar o pelear con su enemigo o explorar su campo, y después volverse a seguir fortificando y vigilando su cuartel y trinchera. El cura debe salir de su iglesia; pero después de haberla atendido bien, y para volverse pronto.Su cuartel, su trinchera, su puesto natural y propio, su campo natural, como ha dicho el Papa, es la iglesia." (Beato Manuel González)
Hemos leído y comentado muchas veces en este blog la importancia que Don Manuel daba a la formación de los laicos, de los que estaban más cerca. Teniendo en cuenta que escribió todo eso décadas antes del Concilio Vaticano II, tendremos que reconocer que es un pionero. El párroco debe cultivar esas almas que vienen a la parroquia, esa "núcleo vital" como lo llama Don Manuel, será la fuerza que moverá a quienes están alejados. Si no se nutre ese grupo y se dedica todo el tiempo a estar "fuera" buscando a los alejados, es muy probable que nos quedemos "sin pan ni pedazo".
"Y, por consiguiente, antes de pensar cómo ha de traer al rebaño a los que no vienen. ha de preocuparse en alimentar y sostener a los que no se han ido. Y cuando haya satisfecho esta atención o en los ratos que ésta le deje libre, entonces es cuando debe buscar otras ovejas que no están en el redil. La primera ocupación y preocupación de un cura es su iglesia parroquial." (Beato Manuel González)
Y es que es tanto lo que se puede hacer para atraer a quienes se han alejado, pero nuestra prioridad serán quienes están cerca. Seguro que con la colaboración de ellos tendremos una mayor capacidad de llegar a los indiferentes. Es tarea del párroco formar líderes del Evangelio, laicos capaces de ser protagonistas en la tarea misionera de la Iglesia. Sacerdotes y laicos pueden hacer la diferencia.
Hasta el Cielo.
P. César Piechestein, MED.
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