El ministerio del párroco es absorbente, tanto que puede llevarlo a desarrollar tantas actividades como necesidades puedan haber en una comunidad. Sin embargo ninguna tarea es tan esencial y específica del sacerdote como la eucarística, ni devoción que le sea más propia que la del Sagrario. Será su ejemplo lo que llevará a los fieles hacia Jesús Sacramentado, hacia la participación activa en la Santa Misa, hacia la comunión frecuente. ¿Y no es acaso eso lo que verdaderamente anhela todo párroco?
No se cansaba la pluma de Don Manuel, cuando de animar a sus sacerdotes a acompañar al Abandonado del Sagrario se trataba. Pero no se ha cansado tampoco la pluma de los Santos Padres de hacer lo mismo. La Iglesia que es maestra nos pide constantemente renovar nuestro amor hacia la Eucaristía:
"La centralidad de la Eucaristía se debe indicar no sólo por la digna y piadosa celebración del Sacrificio, sino aún más por la adoración habitual del Sacramento. El presbítero debe mostrarse modelo de la grey también en el devoto cuidado del Señor en el sagrario y en la meditación asidua que hace — siempre que sea posible — ante Jesús Sacramentado. Es conveniente que los sacerdotes encargados de la dirección de una comunidad dediquen espacios largos de tiempo para la adoración en comunidad, y tributen atenciones y honores, mayores que a cualquier otro rito, al Santísimo Sacramento del altar, también fuera de la Santa Misa. « La fe y el amor por la Eucaristía hacen imposible que la presencia de Cristo en el sagrario permanezca solitaria »."
( Directorio para la vida y el ministerio de los presbíteros, 50)
¿Cómo no se moverán a adorar al Sacramentado los fieles que vean a su párroco que reza ante el Tabernáculo? Es el pastor quien guía al rebaño y bien sabemos que son los ejemplos los que arrastran. Sólo un sacerdote de corazón eucarístico verá crecer en su parroquia el número de participantes a la Santa Misa y el número y calidad de las comuniones. Y serán esos los apóstoles que trasformarán su entorno social a través de un auténtico apostolado, educando a las nuevas generaciones, promoviendo la justicia social. No bastan las elocuentes homilías ni los grandes programas pastorales o sociales, que si no se vive el amor al Crucificado del Sagrario, ya se quedará todo en palabras y buenas ideas.
La Iglesia necesita sacerdotes santos, muchos y eucarísticos.
P. César Piechestein, MED
No se cansaba la pluma de Don Manuel, cuando de animar a sus sacerdotes a acompañar al Abandonado del Sagrario se trataba. Pero no se ha cansado tampoco la pluma de los Santos Padres de hacer lo mismo. La Iglesia que es maestra nos pide constantemente renovar nuestro amor hacia la Eucaristía:
"La centralidad de la Eucaristía se debe indicar no sólo por la digna y piadosa celebración del Sacrificio, sino aún más por la adoración habitual del Sacramento. El presbítero debe mostrarse modelo de la grey también en el devoto cuidado del Señor en el sagrario y en la meditación asidua que hace — siempre que sea posible — ante Jesús Sacramentado. Es conveniente que los sacerdotes encargados de la dirección de una comunidad dediquen espacios largos de tiempo para la adoración en comunidad, y tributen atenciones y honores, mayores que a cualquier otro rito, al Santísimo Sacramento del altar, también fuera de la Santa Misa. « La fe y el amor por la Eucaristía hacen imposible que la presencia de Cristo en el sagrario permanezca solitaria »."
( Directorio para la vida y el ministerio de los presbíteros, 50)
¿Cómo no se moverán a adorar al Sacramentado los fieles que vean a su párroco que reza ante el Tabernáculo? Es el pastor quien guía al rebaño y bien sabemos que son los ejemplos los que arrastran. Sólo un sacerdote de corazón eucarístico verá crecer en su parroquia el número de participantes a la Santa Misa y el número y calidad de las comuniones. Y serán esos los apóstoles que trasformarán su entorno social a través de un auténtico apostolado, educando a las nuevas generaciones, promoviendo la justicia social. No bastan las elocuentes homilías ni los grandes programas pastorales o sociales, que si no se vive el amor al Crucificado del Sagrario, ya se quedará todo en palabras y buenas ideas.
La Iglesia necesita sacerdotes santos, muchos y eucarísticos.
P. César Piechestein, MED
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