Han pasado apenas diez días desde que nuestros queridos Andrés, Edwin y Javier recibieron el sacramento del orden sacerdotal. Ahora pueden hacer cada día el milagro de la transubstanciación y así alimentar al pueblo de Dios con el Cuerpo de Cristo. Y pensando precisamente en la tarea sacerdotal que deben desempeñar y de la sed de almas que sé que cada uno lleva en el corazón, quise encontrar en las letras de nuestro padre una primera guía.
Sin duda a todo sacerdote, sea joven o maduro, le preocupa ver su parroquia vacía. Muchos son los tratados de pastoral que nos proveen líneas y excelentes consejos. Pero es muy cierto que si nos fiamos de nuestros profesores, mucho más valoramos el consejo de nuestros padres. Y como somos hijos de Don Manuel, era lógico que fuese él quien les señalara el método para cultivar sus parroquias.
El beato Manuel González escribe lo que respondería Jesús Sacramentado a un sacerdote que quiere ver llena de gente su parroquia. Lo dice en su libro “Aunque todos yo no” :
“Mira, sacerdote mío, despreocúpate tú de la sugestión del número y preocúpate más de la calidad. Más que llenarme de gente mis iglesias, preocúpate en llenármela de buen olor de Comuniones fervorosas, de adoraciones rendidas, de suspiros de amor, de aspiraciones de esperanza, de inspira¬ciones de fe, de oraciones bien rezadas, de lágrimas de pecadores, de propósitos eficaces de enmienda, de vida intensamente eucarística. Déjame a Mí multiplicar la gente cuando tú con mi gracia, multipliques la alegría que en Mí y en ti ha de producir el olor de esas cosas buenas.
Llena mi templo de olor de cosas buenas y yo te prometo que ese olor se extenderá por las calles y las casas de tu feligresía y verás cómo la iglesia tuya será pequeña y tendrás que levantar más iglesias para los que han de venir...
Pero sabe que no puede haber cosas buenas con mi Sagrario cerrado. Mira que hombres y obras que no pasen por el Sagrario abierto, no pueden oler bien y al fin y a la postre olerán a muerto.
Mira que si te duelen las injusticias que padecen los pobres, las penas de los enfermos, los escándalos de los niños..., te debe doler sobre todo dolor el abandono que padezco en el Sagrario, que es la injusticia de más urgente y transcendental reparación y la pena que más enardece y el escándalo que más ruinas trae a las almas...”
Creo que son palabras llenas de sabiduría y además fruto de su propia experiencia como arcipreste de Huelva y obispo de Málaga. Estoy seguro de que sabrán seguir su ejemplo y de que las parroquias en las que el Señor los ponga a servir serán semilleros de santidad y vida profundamente Eucarística. Hemos de ser como él lo quiso siempre “Sacerdotes Hostia”.
Hasta el Cielo.
P. César Piechestein, MED
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