UNA GRAN RECETA CONTRA EL MIEDO DE LA
PERSECUCIÓN
"El valor del desagravio
Mi madre la Iglesia sufre dura persecución en España; deber mío es, como católico y como español, desagraviarla. ¿Cómo?
1.- Con mi adhesión, ahora más firme y más práctica, al Papa, a mi prelado y a mi párroco, y prometiendo creer con fe más viva todo su credo, cumplir sin respeto humano todos sus mandamientos, orar con más confianza filial y unido al Corazón de Jesús y a María Inmaculada, al levantarme y al acostarme y con la frecuencia que me enseña y recibir con la mayor sinceridad y limpieza y hacer que los que de mí dependan reciban sus santos sacramentos, singularmente la sagrada Eucaristía, que recibida diaria o frecuentemente cura todas las debilidades del alma e infunde fortaleza de héroe.
2.- Con mi protesta más enérgica y por todos los medios lícitos, contra los despojos de que están haciendo víctima a mi madre la Iglesia, no sólo privándola de sus bienes materiales y se sus instituciones más queridas, como las órdenes religiosas, sino echándola de la vida oficial y pública, por el ateísmo del Estado, de la familia, por el matrimonio civil y el divorcio; de la escuela, por el laicismo oficial; de las tumbas de los cristianos, por la secularización de los cementerios; de las ideas y de los sentimientos del pueblo y de las relaciones sociales, por el desenfreno de propaganda oral y escrita contra la religión, la moral, la propiedad privada y hasta contra las vidas de los ciudadanos.
3.- Con mi amor hasta el sacrificio. No se ama así a la madre natural? Y no es mi madre sobrenatural la Iglesia, que me da el ser cristiano en el Bautismo, la paz y la luz a mi alma en esta vida y el descanso y la gloria eterna en mi muerte?
En esta hora de tanto despojo y dolor de la madre, no es deber en el hijo el sacrificio remediarla?
Quiero sacrificarme por mi madre, en primer lugar en mi dinero, quitándoselo a los gastos superfluos, a mis diversiones, lujos y hasta a mis necesidades menos urgentes para dárselo a mi madre para que sostenga sus sacerdotes, sus seminarios, sus templos, el culto de nuestro Dios, sus instituciones de enseñanza y caridad y para dárselo con gozo, y no una vez, sino mientras esté despojada de lo suyo y amenazada de vivir, no en la pobreza, que no le asusta vivir como su Jesús, sino en la miseria. Cuando se ama, no se cuenta!
Quiero además sacrificarme por mi madre con mi celo por mi catecismo, repasándolo yo un poquito cada día y procurando que lo aprendan los que dependan de mí o en los que ejerza influencia si soy jefe de familia, enviando a los hijos al catecismo, es sustitución del que no se da en la escuela.
Si conozco un poquito de catecismo, ofreciéndome a mi párroco para ayudarle en la catequesis y enseñarlo familiarmente a parientes, criados, vecinos, presos, enfermos, mendigos y en todas las coyunturas y formas que sugiera el celo que siempre es ingenioso.
Mucho necesita la madre Iglesia la limosna del dinero; pero incomparablemente más necesita la limosna del catecismo a tantos hambrientos de él; cuánto daña a la Iglesia el analfabetismo catequístico de muchos hijos suyos! Cuántos cristianos sin Cristo y aun contra Cristo por no saber catecismo!
Una campaña de intensificación de catecismo aprendido, sentido y practicado cómo renovaría y multiplicaría las fuerzas católicas!
Quiero sacrificarme por mi madre, por último, con mi valor, dando la cara varonilmente por Cristo y por su doctrina, por sus sacerdotes, sus templos y sus instituciones, combatiendo la prensa que combate a la Iglesia, restándole suscriptores, lectores, anunciantes y toda clase de apoyo, y fomentando con mi dinero y mi propaganda los periódicos aprobados por ella, y usando debidamente de mi voto en las elecciones, ahuyentando sin cansancio y en todas las formas que pueda la invasión pagana, que va entrando aun en los católicos, de modas, diversiones, espectáculos, y prácticas reprobadas por el Papa y los obispos, y que hace más estragos en la sociedad, en la familia y en las almas que la más fiera revolución comunista.
Más gloria da a Dios y más consuelo a la Iglesia un católico fiel y fervoroso que un ciento de tibios.
Padre Santo, por el Corazón de tu Hijo sacramentado, te pido vivir y morir hijo bueno de mi santa madre la Iglesia."
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