Misioneros Eucarìsticos Diocesanos es una fraternidad sacerdotal fundada por el Beato Manuel Gonzàlez.
el de Jesús Sacramentado,
el del cura
y el de las almas."
(Beato Manuel González)
Páginas
jueves, 30 de diciembre de 2010
Delante del Sagrario - Compañía de Compasión
jueves, 23 de diciembre de 2010
¡ Un Niño nos ha nacido ! - Saludo Navideño
miércoles, 8 de diciembre de 2010
En la Solemnidad de María Inmaculada - ¡Madre que no nos cansemos!
domingo, 5 de diciembre de 2010
Testimonio desde la Misión - Carta de San Francisco Javier a San Ignacio de Loyola
sábado, 20 de noviembre de 2010
De parte de nuestros lectores - Carta de Mons. Pepe al P. Tomás
Don Bosco con el Gris |
lunes, 15 de noviembre de 2010
miércoles, 10 de noviembre de 2010
Delante del Sagrario - Compañía de Presencia
Unidos a El como María |
viernes, 5 de noviembre de 2010
miércoles, 27 de octubre de 2010
domingo, 24 de octubre de 2010
Del mensaje del Papa Benedicto XVI a los seminaristas
Queridos seminaristas:
En diciembre de 1944, cuando me llamaron al servicio militar, el comandante de la compañía nos preguntó a cada uno qué queríamos ser en el futuro. Respondí que quería ser sacerdote católico. E subteniente replicó: Entonces tiene usted que buscarse otra cosa. En la nueva Alemania ya no hay necesidad de curas. Yo sabía que esta "nueva Alemania" estaba llegando a su fin y, que después de las devastaciones tan enormes que aquella locura había traído al País, habría más que nunca necesidad de sacerdotes. Hoy la situación es completamente distinta. Pero también ahora hay mucha gente que, de una u otra forma, piensa que el sacerdocio católico no es una "profesión" con futuro, sino que pertenece más bien al pasado. Vosotros, queridos amigos, habéis decidido entrar en el seminario y, por tanto, os habéis puesto en camino hacia el ministerio sacerdotal en la Iglesia católica, en contra de estas objeciones y opiniones. Habéis hecho bien. Porque los hombres, también en la época del dominio tecnológico del mundo y de la globalización, seguirán teniendo necesidad de Dios, del Dios manifestado en Jesucristo y que nos reúne en la Iglesia universal, para aprender con Él y por medio de Él la vida verdadera, y tener presentes y operativos los criterios de una humanidad verdadera. Donde el hombre ya no percibe a Dios, la vida se queda vacía; todo es insuficiente. El hombre busca después refugio en el alcohol o en la violencia, que cada vez amenaza más a la juventud. Dios está vivo. Nos ha creado y, por tanto, nos conoce a todos. Es tan grande que tiene tiempo para nuestras pequeñas cosas: "Hasta los pelos de vuestra cabeza están contados". Dios está vivo, y necesita hombres que vivan para Él y que lo lleven a los demás. Sí, tiene sentido ser sacerdote: el mundo, mientras exista, necesita sacerdotes y pastores, hoy, mañana y siempre.
El seminario es una comunidad en camino hacia el servicio sacerdotal. Con esto, ya he dicho algo muy importante: no se llega a ser sacerdote solo. Hace falta la "comunidad de discípulos", el grupo de los que quieren servir a la Iglesia de todos. Con esta carta quisiera poner de relieve -mirando también hacia atrás, a mis días en el seminario- algunos elementos importantes para estos años en los que os encontráis en camino.
1. Quien quiera ser sacerdote debe ser sobre todo un "hombre de Dios", como lo describe san Pablo (1 Tm 6,11). Para nosotros, Dios no es una hipótesis lejana, no es un desconocido que se ha retirado después del "big bang". Dios se ha manifestado en Jesucristo. En el rostro de Jesucristo vemos el rostro de Dios. En sus palabras escuchamos al mismo Dios que nos habla. Por eso, lo más importante en el camino hacia el sacerdocio, y durante toda la vida sacerdotal, es la relación personal con Dios en Jesucristo. El sacerdote no es el administrador de una asociación, que intenta mantenerla e incrementar el número de sus miembros. Es el mensajero de Dios entre los hombres. Quiere llevarlos a Dios, y que así crezca la comunión entre ellos. Por esto, queridos amigos, es tan importante que aprendáis a vivir en contacto permanente con Dios. Cuando el Señor dice: "Orad en todo momento", lógicamente no nos está pidiendo que recitemos continuamente oraciones, sino que nunca perdamos el trato interior con Dios. Ejercitarse en este trato es el sentido de nuestra oración. Por esto es importante que el día se inicie y concluya con la oración. Que escuchemos a Dios en la lectura de la Escritura. Que le contemos nuestros deseos y esperanzas, nuestras alegrías y sufrimientos, nuestros errores y nuestra gratitud por todo lo bueno y bello, y que de esta manera esté siempre ante nuestros ojos como punto de referencia en nuestra vida. Así nos hacemos más sensibles a nuestros errores y aprendemos a esforzarnos por mejorar; pero, además, nos hacemos más sensibles a todo lo hermoso y bueno que recibimos cada día como si fuera algo obvio, y crece nuestra gratitud. Y con la gratitud aumenta la alegría porque Dios está cerca de nosotros y podemos servirlo.
2. Para nosotros, Dios no es sólo una palabra. En los sacramentos, Él se nos da en persona, a través de realidades corporales. La Eucaristía es el centro de nuestra relación con Dios y de la configuración de nuestra vida. Celebrarla con participación interior y encontrar de esta manera a Cristo en persona, debe ser el centro de cada una de nuestras jornadas. San Cipriano ha interpretado la petición del Evangelio: "Danos hoy nuestro pan de cada día", diciendo, entre otras cosas, que "nuestro" pan, el pan que como cristianos recibimos en la Iglesia, es el mismo Señor Sacramentado. En la petición del Padrenuestro pedimos, por tanto, que Él nos dé cada día este pan "nuestro"; que éste sea siempre el alimento de nuestra vida. Que Cristo resucitado, que se nos da en la Eucaristía, modele de verdad toda nuestra vida con el esplendor de su amor divino. Para celebrar bien la Eucaristía, es necesario también que aprendamos a conocer, entender y amar la liturgia de la Iglesia en su expresión concreta. En la liturgia rezamos con los fieles de todos los tiempos: pasado, presente y futuro se suman a un único y gran coro de oración. Por mi experiencia personal puedo afirmar que es entusiasmante aprender a entender poco a poco cómo todo esto ha ido creciendo, cuánta experiencia de fe hay en la estructura de la liturgia de la Misa, cuántas generaciones con su oración la han ido formando.
3. También es importante el sacramento de la Penitencia. Me enseña a mirarme con los ojos de Dios, y me obliga a ser honesto conmigo mismo. Me lleva a la humildad. El Cura de Ars dijo en una ocasión: Pensáis que no tiene sentido recibir la absolución hoy, sabiendo que mañana cometeréis nuevamente los mismos pecados. Pero -nos dice- Dios mismo olvida en ese momento los pecados de mañana, para daros su gracia hoy. Aunque tengamos que combatir continuamente los mismos errores, es importante luchar contra el ofuscamiento del alma y la indiferencia que se resigna ante el hecho de que somos así. Es importante mantenerse en camino, sin ser escrupulosos, teniendo conciencia agradecida de que Dios siempre está dispuesto al perdón. Pero también sin la indiferencia, que nos hace abandonar la lucha por la santidad y la superación. Cuando recibo el perdón, aprendo también a perdonar a los demás. Reconociendo mi miseria, llego también a ser más tolerante y comprensivo con las debilidades del prójimo.
4. Sabed apreciar también la piedad popular, que es diferente en las diversas culturas, pero que a fin de cuentas es también muy parecida, pues el corazón del hombre después de todo es el mismo. Es cierto que la piedad popular puede derivar hacia lo irracional y quizás también quedarse en lo externo. Sin embargo, excluirla es completamente erróneo. A través de ella, la fe ha entrado en el corazón de los hombres, formando parte de sus sentimientos, costumbres, sentir y vivir común. Por eso, la piedad popular es un gran patrimonio de la Iglesia. La fe se ha hecho carne y sangre. Ciertamente, la piedad popular tiene siempre que purificarse y apuntar al centro, pero merece todo nuestro aprecio, y hace que nosotros mismos nos integremos plenamente en el "Pueblo de Dios".
(Ciudad del Vaticano, 18 de octubre del 2010)
lunes, 18 de octubre de 2010
Ser predicadores - De las Homilías de San Gregorio Magno, papa, sobre los Evangelios
El Señor envía a los discípulos a predicar de dos en dos, y con ello nos indica sin palabras que el que no tiene caridad para con los demás no puede aceptar, en modo alguno, el ministerio de la predicación.
Con razón se dice que los envió delante de si por todas las aldeas y lugares que iba a visitar. En efecto, el Señor viene detrás de sus predicadores, ya que, habiendo precedido la predicación, viene entonces el Señor a la morada de nuestro interior, cuando ésta ha sido preparada por las palabras de exhortación, que han abierto nuestro espíritu a la verdad. En este sentido dice Isaías a los predicadores: Preparad el camino del Señor; enderezad las sendas para nuestro Dios. Por esto les dice también el salmista: Alfombrad el camino del que sube sobre el ocaso. Sobre el ocaso, en efecto, sube el Señor, ya que en el declive de su pasión fue precisamente cuando, por su resurrección, puso más plenamente de manifiesto su gloria. Sube sobre el ocaso, porque, con su resurrección, pisoteó la muerte que había sufrido. Por esto nosotros alfombramos el camino del que sube sobre el ocaso cuando os anunciamos su gloria, para que él, viniendo a continuación, os ilumine con su presencia amorosa.
Escuchemos lo que dice el Señor a los predicadores que envía a sus campos: La mies es mucha, pero los operarios son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que envíe trabajadores a su mies. Por tanto, para una mies abundante son pocos los trabajadores; al escuchar esto, no podemos dejar de sentir una gran tristeza, porque hay que reconocer que, si bien hay personas que desean escuchar cosas buenas, faltan, en cambio, quienes se dediquen a anunciarlas. Mirad cómo el mundo está lleno de sacerdotes, y, sin embargo, es muy difícil encontrar un trabajador para la mies del Señor; porque hemos recibido el ministerio sacerdotal, pero no cumplimos con los deberes de este ministerio.
Pensad, pues, amados hermanos, pensad bien en lo que dice el Evangelio: Rogad al Señor de la mies que envíe trabajadores a su mies. Rogad también por nosotros, para que nuestro trabajo en bien vuestro sea fructuoso y para que nuestra voz no deje nunca de exhortaros, no sea que, después de haber recibido el ministerio de la predicación, seamos acusados ante el justo Juez por nuestro silencio.
sábado, 16 de octubre de 2010
Cari amici italiani:
Mi farà tanto piacere che mi lasciate i vostri commenti.
Chiedo scusa per la povertà del mio italiano.
Vi aspetto in: vangelopertutti.blogspot.com
martes, 12 de octubre de 2010
sábado, 9 de octubre de 2010
De las Homilías de san Gregorio Magno, papa, sobre los Evangelios
Pensad, pues, amados hermanos, pensad bien en lo que dice el Evangelio: Rogad al Señor de la mies que envíe trabajadores a su mies. Rogad también por nosotros, para que nuestro trabajo en bien vuestro sea fructuoso y para que nuestra voz no deje nunca de exhortaros, no sea que, después de haber recibido el ministerio de la predicación, seamos acusados ante el justo Juez por nuestro silencio. Porque unas veces los predicadores no dejan oír su voz a causa de su propia maldad, otras, en cambio, son los súbditos quienes impiden que la palabra de los que presiden nuestras asambleas llegue al pueblo.
Efectivamente, muchas veces es la propia maldad la que impide a los predicadores levantar su voz, como lo afirma el salmista: Dios dice al pecador: «¿Por qué recitas mis preceptos?» Otras veces, en cambio, son los súbditos quienes impiden que se oiga la voz de los predicadores, como dice el Señor a Ezequiel: Te pegaré la lengua al paladar, te quedarás mudo y no podrás ser su acusador; pues son Casa Rebelde. Como si claramente dijera: «No quiero que prediques, porque este pueblo, con sus obras, me irrita hasta tal punto que se ha hecho indigno de oír la exhortación para convertirse a la verdad.» Es difícil averiguar por culpa de quién deja de llegar al pueblo la palabra del predicador, pero, en cambio, fácilmente se ve cómo el silencio del predicador perjudica siempre al pueblo y, algunas veces, incluso al mismo predicador.
Y hay aún, amados hermanos, otra cosa, en la vida de los pastores, que me aflige sobremanera; pero, a fin de que lo que voy a decir no parezca injurioso para algunos, empiezo por acusarme yo mismo de que, aun sin desearlo, he caído en este defecto, arrastrado sin duda por el ambiente de este calamitoso tiempo en que vivimos.
Me refiero a que nos vemos como arrastrados a vivir de una manera mundana, buscando el honor del ministerio episcopal y abandonando, en cambio, las obligaciones de este ministerio. Descuidamos, en efecto, fácilmente el ministerio de la predicación y, para vergüenza nuestra, nos continuamos llamando obispos; nos place el prestigio que da este nombre, pero, en cambio, no poseemos la virtud que este nombre exige. Así, contemplamos plácidamente cómo los que están bajo nuestro cuidado abandonan a Dios, y nosotros no decimos nada; se hunden en el pecado, y nosotros nada hacemos para darles la mano y sacarlos del abismo.
Pero, ¿cómo podríamos corregir a nuestros hermanos, nosotros, que descuidamos incluso nuestra propia vida? Entregados a las cosas de este mundo, nos vamos volviendo tanto más insensibles a las realidades del espíritu, cuanto mayor empeño ponemos en interesarnos por las cosas visibles.
Por eso dice muy bien la Iglesia, refiriéndose a sus miembros enfermos: Me pusieron a guardar sus viñas; y mi viña, la mía, no la supe guardar. Elegidos como guardas de las viñas, no custodiamos ni tan sólo nuestra propia viña, sino que, entregándonos a cosas ajenas a nuestro oficio, descuidamos los deberes de nuestro ministerio.
jueves, 7 de octubre de 2010
lunes, 4 de octubre de 2010
Del Sagrario a los pobres.
Pero no podríamos pensar que un hombre tan unido a el Sagrario, fuese indiferente al sufrimiento del prójimo. Basta con leer con atención “Lo que puede un cura hoy” para descubrir la faceta apostólica y sobre todo paternal de un ministro de Dios que se desveló por los más pobres y que puso todas sus capacidades en acción para llevar consuelo a los más pobres.
Quiero compartirles unas líneas sobre este punto que él mismo expuso en su discurso de entrada a la diócesis de Málaga:
“El tesoro de un obispo son sus pobres, y el cuidado de ellos, su negocio preferente. El Padre Celestial se los ha confiado. Al obispo dice mientras mira a cada uno de los pobres de su diócesis: “A ti se te confía el pobre, tu eres el ayudador del huérfano” (Sal 10, 14) .Ved aquí en que queremos emplear nuestra vida de obispo".
Tengamos en cuenta que su atención a los pobres no comenzó con su episcopado. Ya siendo capellán del hogar de ancianos y luego como arcipreste de Huelva había demostrado su predilección por los más necesitados. Siempre, eso sí, reconociendo a Jesús como “el más necesitado de cuántos pobres se nos han confiado”.
Y continua afirmando:
“Y vosotros, pobres de nuestra tierra, niños sin madres, compañeros de abandonos y representantes del pobre Jesucristo, desvalidos sin protección, enfermos sin esperanzas, esperadnos también, que no acertamos a separaros de vuestro augusto representado.”
Esta capacidad de ver a Cristo presente en el hermano es siempre evangélica. La Beata Madre Teresa de Calcuta insistía mucho en esto cuando afirmaba “Lo hacemos por Cristo”. No descuidaba nunca la adoración eucarística matinal y se preocupaba de que sus hijas espirituales tampoco. Aseguraba que sólo después de contemplar a Cristo en el Sacramento, se es capaz de contemplarlo en el rostro del pobre.
Don Manuel concluye así su mensaje sobre los pobres:
“¡A vosotros vamos, pero un poco después de Él!, que es preciso que los ojos que os van a mirar y las manos que os van a levantar, y las bocas que os van a consolar, y los corazones que os van a compadecer se unjan antes con el aceite bendito de la compasión del Sagrario abandonado, que esa unción dará multiplicaciones infinitas de virtud y santas fecundidades al interés de aquellas manos, al acento de aquellas palabras, al calor de aquellos cariños …”. (Artes para ser Apóstol)
Ha sido con el ejemplo de su vida que Don Manuel ha dejado confirmadas estas palabras. La espiritualidad eucarística reparadora no se limita a nuestra compañía frente al Sagrario. Cristo espera nuestro consuelo en cada pobre y para que nuestro servicio sea verdaderamente caridad fraterna y no pura acción social, deberá tener su origen y fuente en el Tabernáculo.
Hasta el Cielo.
P. César Piechestein, MED
domingo, 3 de octubre de 2010
martes, 28 de septiembre de 2010
martes, 21 de septiembre de 2010
"Queridos amigos en Cristo
Quien visita esta Catedral no puede dejar de sorprenderse por el gran crucifijo que domina la nave, que reproduce el cuerpo de Cristo, triturado por el sufrimiento, abrumado por la tristeza, víctima inocente cuya muerte nos ha reconciliado con el Padre y nos ha hecho partícipes en la vida misma de Dios. Los brazos extendidos del Señor parecen abrazar toda esta iglesia, elevando al Padre a todos los fieles que se reúnen en torno al altar del sacrificio eucarístico y que participan de sus frutos. El Señor crucificado está por encima y delante de nosotros como la fuente de nuestra vida y salvación, "sumo sacerdote de los bienes definitivos", como lo designa el autor de la Carta a los Hebreos en la primera lectura de hoy (Hb 9,11).
A la sombra, por decirlo así, de esta impactante imagen, deseo reflexionar sobre la palabra de Dios que se acaba de proclamar y profundizar en el misterio de la Preciosa Sangre. Porque ese misterio nos lleva a ver la unidad entre el sacrificio de Cristo en la cruz, el sacrificio eucarístico que ha entregado a su Iglesia y su sacerdocio eterno. Él, sentado a la derecha del Padre, intercede incesantemente por nosotros, los miembros de su cuerpo místico.
Comencemos con el sacrificio de la Cruz. La efusión de la sangre de Cristo es la fuente de la vida de la Iglesia. San Juan, como sabemos, ve en el agua y la sangre que manaba del cuerpo de nuestro Señor la fuente de esa vida divina, que otorga el Espíritu Santo y se nos comunica en los sacramentos (Jn 19,34; cf. 1 Jn 1,7; 5,6-7). La Carta a los Hebreos extrae, podríamos decir, las implicaciones litúrgicas de este misterio. Jesús, por su sufrimiento y muerte, con su entrega en virtud del Espíritu eterno, se ha convertido en nuestro sumo sacerdote y "mediador de una alianza nueva" (Hb 9,15). Estas palabras evocan las palabras de nuestro Señor en la Última Cena, cuando instituyó la Eucaristía como el sacramento de su cuerpo, entregado por nosotros, y su sangre, la sangre de la alianza nueva y eterna, derramada para el perdón de los pecados (cf. Mc 14,24; Mt 26,28; Lc 22,20).
Fiel al mandato de Cristo de "hacer esto en memoria mía" (Lc 22,19), la Iglesia en todo tiempo y lugar celebra la Eucaristía hasta que el Señor vuelva en la gloria, alegrándose de su presencia sacramental y aprovechando el poder de su sacrificio salvador para la redención del mundo. La realidad del sacrificio eucarístico ha estado siempre en el corazón de la fe católica; cuestionada en el siglo XVI, fue solemnemente reafirmada en el Concilio de Trento en el contexto de nuestra justificación en Cristo. Aquí en Inglaterra, como sabemos, hubo muchos que defendieron incondicionalmente la Misa, a menudo a un precio costoso, incrementando la devoción a la Santísima Eucaristía, que ha sido un sello distintivo del catolicismo en estas tierras.
El sacrificio eucarístico del Cuerpo y la Sangre de Cristo abraza a su vez el misterio de la pasión de nuestro Señor, que continúa en los miembros de su Cuerpo místico, en la Iglesia en cada época. El gran crucifijo que aquí se yergue sobre nosotros, nos recuerda que Cristo, nuestro sumo y eterno sacerdote, une cada día a los méritos infinitos de su sacrificio nuestros proprios sacrificios, sufrimientos, necesidades, esperanzas y aspiraciones. Por Cristo, con Él y en Él, presentamos nuestros cuerpos como sacrificio santo y agradable a Dios (cf. Rm 12,1). En este sentido, nos asociamos a su ofrenda eterna, completando, como dice San Pablo, en nuestra carne lo que falta a los dolores de Cristo en favor de su cuerpo, que es la Iglesia (cf. Col 1,24). En la vida de la Iglesia, en sus pruebas y tribulaciones, Cristo continúa, según la expresión genial de Pascal, estando en agonía hasta el fin del mundo (Pensées, 553, ed. Brunschvicg).
Vemos este aspecto del misterio de la Sangre Preciosa de Cristo actualizado de forma elocuente por los mártires de todos los tiempos, que bebieron el cáliz que Cristo mismo bebió, y cuya propia sangre, derramada en unión con su sacrificio, da nueva vida a la Iglesia. También se refleja en nuestros hermanos y hermanas de todo el mundo que aun hoy sufren discriminación y persecución por su fe cristiana. También está presente, con frecuencia de forma oculta, en el sufrimiento de cada cristiano que diariamente une sus sacrificios a los del Señor para la santificación de la Iglesia y la redención del mundo. Pienso ahora de manera especial en todos los que se unen espiritualmente a esta celebración eucarística y, en particular, en los enfermos, los ancianos, los discapacitados y los que sufren mental y espiritualmente.
Pienso también en el inmenso sufrimiento causado por el abuso de menores, especialmente por los ministros de la Iglesia. Por encima de todo, quiero manifestar mi profundo pesar a las víctimas inocentes de estos crímenes atroces, junto con mi esperanza de que el poder de la gracia de Cristo, su sacrificio de reconciliación, traerá la curación profunda y la paz a sus vidas. Asimismo, reconozco con vosotros la vergüenza y la humillación que todos hemos sufrido a causa de estos pecados; y os invito a presentarlas al Señor, confiando que este castigo contribuirá a la sanación de las víctimas, a la purificación de la Iglesia y a la renovación de su inveterado compromiso con la educación y la atención de los jóvenes. Agradezco los esfuerzos realizados para afrontar este problema de manera responsable, y os pido a todos que os preocupéis de las víctimas y os compadezcáis de vuestros sacerdotes.
Queridos amigos, volvamos a la contemplación del gran crucifijo que se alza por encima de nosotros. Las manos de Nuestro Señor, extendidas en la Cruz, nos invitan también a contemplar nuestra participación en su sacerdocio eterno y por lo tanto nuestra responsabilidad, como miembros de su cuerpo, para que la fuerza reconciliadora de su sacrificio llegue al mundo en que vivimos. El Concilio Vaticano II habló elocuentemente sobre el papel indispensable que los laicos deben desempeñar en la misión de la Iglesia, esforzándose por ser fermento del Evangelio en la sociedad y trabajar por el progreso del Reino de Dios en el mundo (cf. Lumen gentium, 31; Apostolicam actuositatem, 7). La exhortación conciliar a los laicos, para que, en virtud de su bautismo, participen en la misión de Cristo, se hizo eco de las intuiciones y enseñanzas de John Henry Newman. Que las profundas ideas de este gran inglés sigan inspirando a todos los seguidores de Cristo en esta tierra, para que configuren su pensamiento, palabra y obras con Cristo, y trabajen decididamente en la defensa de las verdades morales inmutables que, asumidas, iluminadas y confirmadas por el Evangelio, fundamentan una sociedad verdaderamente humana, justa y libre.
Cuánto necesita la sociedad contemporánea este testimonio. Cuánto necesitamos, en la Iglesia y en la sociedad, testigos de la belleza de la santidad, testigos del esplendor de la verdad, testigos de la alegría y libertad que nace de una relación viva con Cristo. Uno de los mayores desafíos a los que nos enfrentamos hoy es cómo hablar de manera convincente de la sabiduría y del poder liberador de la Palabra de Dios a un mundo que, con demasiada frecuencia, considera el Evangelio como una constricción de la libertad humana, en lugar de la verdad que libera nuestra mente e ilumina nuestros esfuerzos para vivir correcta y sabiamente, como individuos y como miembros de la sociedad.
Oremos, pues, para que los católicos de esta tierra sean cada vez más conscientes de su dignidad como pueblo sacerdotal, llamados a consagrar el mundo a Dios a través de la vida de fe y de santidad. Y que este aumento de celo apostólico se vea acompañado de una oración más intensa por las vocaciones al orden sacerdotal, porque cuanto más crece el apostolado seglar, con mayor urgencia se percibe la necesidad de sacerdotes; y cuanto más profundizan los laicos en la propia vocación, más se subraya lo que es propio del sacerdote. Que muchos jóvenes en esta tierra encuentren la fuerza para responder a la llamada del Maestro al sacerdocio ministerial, dedicando sus vidas, sus energías y sus talentos a Dios, construyendo así un pueblo en unidad y fidelidad al Evangelio, especialmente a través de la celebración del sacrificio eucarístico.
Queridos amigos, en esta catedral de la Preciosísima Sangre, os invito una vez más a mirar a Cristo, que inicia y completa nuestra fe (cf. Hb 12,2). Os pido que os unáis cada vez más plenamente al Señor, participando en su sacrificio en la cruz y ofreciéndole un "culto espiritual" (Rm 12,1) que abrace todos los aspectos de nuestra vida y que se manifieste en nuestros esfuerzos por contribuir a la venida de su Reino. Ruego para que, al actuar así, os unáis a la hilera de los creyentes fieles que a lo largo de la historia del cristianismo en esta tierra han edificado una sociedad verdaderamente digna del hombre, digna de las más nobles tradiciones de vuestra nación."
miércoles, 25 de agosto de 2010
Don Manuel nos invita a vestir una buena cara
Somos redimidos y es ese el fundamento de nuestra felicidad. Nada ni nadie nos puede quitar esa gran verdad. Nuestra buena cara no será nunca fruto de cosas efímeras o afectos humanos. Nuestro eje, nuestra felicidad está en que somos amados y que ese amor que Dios nos tiene le ha llevado a morir en la Cruz para salvarnos. ¡Cómo no llevar siempre una buena cara!
Cristo es nuestro alimento, nuestro bebida - San Columbano, abad
Entended bien de qué bebida se trata: escuchad lo que, por medio de Jeremías, os dice aquel que es la misma fuente: Me han abandonado a mí, la fuente de aguas vivas -oráculo del Señor-. El mismo Señor, nuestro Dios Jesucristo, es la fuente de la vida, por ello nos invita a sí como a una fuente para que bebamos de él. Bebe de él quien lo ama, bebe de él quien se alimenta con su palabra, quien lo ama debidamente, quien sinceramente lo desea, bebe de él quien se inflama en el amor de la sabiduría.
Considerad de dónde brota esta fuente: brota de aquel mismo lugar de donde descendió nuestro pan; porque uno mismo es nuestro pan y nuestra fuente, el Hijo único, nuestro Dios, Cristo el Señor, de quien debemos estar siempre hambrientos. Aunque nos alimentemos de él por el amor, aunque lo devoremos por el deseo, continuemos hambrientos deseándolo. Bebamos de él como si se tratara de una fuente, bebámoslo con un amor que nos parezca siempre susceptible de aumento, bebámoslo con toda la fuerza de nuestros deseos y deleitémonos con la suavidad de su dulzura.
Pues el Señor es suave y es dulce; aunque lo hayamos comido y lo hayamos bebido, no dejemos de estar hambrientos y sedientos de él, pues este manjar jamás es totalmente comido, ni esta bebida jamás es agotada; aunque se le coma, jamás se consume; aunque se le beba, jamás se le agota, porque nuestro manjar es eterno y nuestra fuente perenne y siempre deliciosa. Por eso dice el profeta: Los que estáis sedientos, venid a la fuente, pues esta fuente es la fuente de los sedientos, no la de los que se sienten saturados; por ello, a aquellos que tienen hambre -que son aquellos mismos a quienes en otro lugar proclaman dichosos- los llama a sí y convoca a aquellos que nunca han quedado saciados de beber, sino que cuanto más beben, más sedientos se sienten.
Por eso, hermanos, hemos de desear siempre, hemos de buscar y amar siempre a aquel que es la Palabra de Dios, fuente de sabiduría, que tiene su asiento en las alturas, en quien, como dice el Apóstol, están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia yque no cesa de llamar a los que están sedientos de esta bebida.
Si estás sediento, bebe de esta fuente de vida; si tienes hambre, come de este pan de vida. Dichosos los que tienen hambre de este pan y sed de esta fuente; estos hambrientos y sedientos, por mucho que coman y beban, siempre buscan saciar aún más plenamente su hambre y su sed. Sin duda debe ser muy dulce aquel manjar y aquella bebida que por mucho que se coma y que se beba continúa aún deseándose y cuyo gusto no cesa de excitar el hambre y la sed. Por ello dice el profeta rey:
Gustad y ved qué dulce, qué bueno es el Señor.
viernes, 20 de agosto de 2010
- Evidentemente, las circunstancias de las últimas décadas en la iglesia, referentes a un progresivo descenso de las vocaciones sacerdotales, quizás podrían desalentar en el intento de volver a poner en marcha la labor de los Misioneros Eucarísticos Diocesanos.
- Pero, analizando las circunstancias concretas que impulsaron al Beato Manuel, a poner en marcha ésta Obra sacerdotal, que se sitúa en perfecta línea de continuidad con el resto de la Obra por él iniciada en Huelva en 1910 (y que culminaría con la fundación del Instituto de Hermanas Marías Nazarenas –hoy “Misioneras Eucarísticas de Nazaret”- en Málaga, el año 1921); nos parece que haciendo un análisis y reflexión actual sobre la vivencia y participación del Misterio eucarístico por parte de los fieles, sobre el desarrollo y fomento de su vida espiritual, así como el servicio, cercanía, compañía y práctica de la dirección espiritual entre los sacerdotes; podemos incidir, en que la reactivación de la Obra de los Misioneros Eucarísticos Diocesanos, responde a unas necesidades que siguen latentes en la Iglesia.
- Vamos a intentar hacer un esbozo, de lo que, a nuestro pobre juicio, podría ser hoy la Obra de los Misioneros Eucarísticos Diocesanos.
2º.- A) ESPIRITUALIDAD DE LOS MISIONEROS EUCARÍSTICOS DIOCESANOS:
- Al ser sacerdotes que viven en un presbiterio particular bajo la guía de su Pastor Diocesano, unidos todos al Sumo Pontífice, su espiritualidad específica es la del sacerdote diocesano ; a la que suman el especial carisma eucarístico-reparador suscitado en la vida, obra y persona del Beato Manuel González, especialmente en sus peculiares características de compañía de PRESENCIA, COMPASIÓN, IMITACIÓN y CONFIANZA.
2.- B) ¿QUÉ SON ¿ o ¿QUÉ PUEDEN SER?
- Tomando los escritos del Beato Manuel González, e intentando interpretar en nuestros días su intención al fundar los mismos; podríamos definir a los MISIONEROS EUCARÍSTICOS DIOCESANOS, como aquellos sacerdotes que participando de su carisma eucarístico-reparador y queriendo potenciar y vivir con mayor fidelidad y entrega a este carisma y sin dejar de ejercer los cargos u ocupaciones pastorales que tengan encomendados y sujetos en todo a la obediencia a sus respectivos Obispos, se ofrecen a los mismos a fin de incrementar en sus Diócesis, el culto y adoración a la Santísima Eucaristía, el acompañamiento o Dirección espiritual ofrecido a sus hermanos en el presbiterio, así como a todos los fieles que lo deseen, intentando con ello un mayor acercamiento de todos ellos al Sacramento del Amor.- A la hora de dar cuerpo a ésta peculiar obra sacerdotal-eucarística, lo haríamos en sintonía con el deseo de la Iglesia de que se fomenten Asociaciones sacerdotales, que tienden a formar una espiritualidad verdaderamente diocesana .
- Se trata, pues, de Asociaciones que “teniendo estatutos aprobados por la autoridad competente, estimulan a la santidad en el ejercicio del ministerio y favorecen la unidad de los clérigos entre sí y con el propio Obispo ”.
- Un matiz especial que entre otros, poseería ésta Obra, y fiel a la voluntad del Beato Manuel, sería remediar el abandono en que de hecho, viven muchos sacerdotes. Así se respondería a luchar contra la SOLEDAD del sacerdote de la que se hacen ecos los padres sinodales en el año 1992 y que destacan en la Exhortación Apostólica postsinodal “Pastores dabo vobis ” .
(Ponencia pronunciada en el Encuentro de sacerdotes asesores de la UNER, celebrada en Valencia los días 27 y 28 de Febrero de 2007)
Hoy por hoy es nuestra intensión continuar con esta obra sacerdotal y eucarística. En unión con las Misioneras Eucarísticas y con la aprobación de Mons. Antonio Arregui, arzobispo de Guayaquil, estamos trabajando para traer nuevamente a la vida la obra de los M.E.D. Nos encomendamos a la interseción de Don Manuel, fundador de esta familia y confiamos en que pronto será una realidad al servicio de la Iglesia.
P. César Piechestein, MED
martes, 3 de agosto de 2010
miércoles, 30 de junio de 2010
Primera Reunión de los Misioneros Eucarísticos en Guayaquil
Los Misioneros Eucarísticos II
Al año de fundación de los Misioneros Eucarísticos diocesanos, el Beato Manuel escribía: “Hace un año nos reuníamos ante el Sagrario de mi capilla un grupo de ocho o nueve Sacerdotes y yo para recibir del Pastor de los pastores la bendición, que fuera a la par aprobación y aliento de la Obra que allí mismo empezaba de los Misioneros Eucarísticos Diocesanos. Que la bendición pedida cayó sobre la Obra, bien a las claras está. ¡Bien me lo han dicho, no sus bocas, que de estas cosas no saben hablar, sino el aspecto derrotado, las caras flacas, los calzados agujereados, las voces roncas y hasta los contagios de gripe con que han vuelto unos y otros de sus excursiones!... ¡Bien por mis Misioneros! ¡Benditos de Dios sean como lo son de su prelado! Y, ¡benditos también los Párrocos que con agradecido cariño los reciben, y las Marías que preparan sus caminos, y los fieles que los escuchan y los pueblos que se van aprovechando de sus visitas! ¡Cómo se me ensancha y se llena de gratitud y de esperanza el corazón al ver como para todos los pueblos y rincones de mi Diócesis ha habido palabra y trabajo, y bendiciones y santas influencias del Misionero!... Espero, sin embargo, que las oraciones y auxilios de los buenos y la misma urgentísima necesidad de tantas pobres almas traerán el milagro que hace falta de multiplicación de Misioneros y de medios para que puedan dedicarse sólo a sus misiones y a todos los lugares que los necesitan... amo querido de todas mis obras y director de todas mis empresas, ¿verdad que sí? ”.
Diez años después de la fundación de los Misioneros, escribía: “Hoy, a los diez años de obra y pese a los estragos de la enfermedad, de la muerte y del poco número, puedo, con el corazón rebosante de gratitud y el alma de esperanza, convertir el anuncio en futuro, en consoladora afirmación en presente: ¡Cómo se van renovando con verdad nuestros pueblos por la acción eucarística!... Bendito seas, corazón de Jesús, por lo que has bendecido tu obra y por lo que seguirás bendiciéndola. Multiplica los Misioneros de tu Eucaristía y yo te aseguro que la diócesis entera estará pronto de rodillas delante de tus Sagrarios... ”
2.º- ACTUALIDAD DE LA LABOR DE LOS MISIONEROS EUCARÍSTICOS DIOCESANOS:
Evidentemente, las circunstancias de las últimas décadas en la iglesia, referentes a un progresivo descenso de las vocaciones sacerdotales, quizás podrían desalentar en el intento de volver a poner en marcha la labor de los Misioneros Eucarísticos Diocesanos.
Pero, analizando las circunstancias concretas que impulsaron al Beato Manuel, a poner en marcha ésta Obra sacerdotal, que se sitúa en perfecta línea de continuidad con el resto de la Obra por él iniciada en Huelva en 1910 (y que culminaría con la fundación del Instituto de Hermanas Marías Nazarenas –hoy “Misioneras Eucarísticas de Nazaret”- en Málaga, el año 1921); nos parece que haciendo un análisis y reflexión actual sobre la vivencia y participación del Misterio eucarístico por parte de los fieles, sobre el desarrollo y fomento de su vida espiritual, así como el servicio, cercanía, compañía y práctica de la dirección espiritual entre los sacerdotes; podemos incidir, en que la reactivación de la Obra de los Misioneros Eucarísticos Diocesanos, responde a unas necesidades que siguen latentes en la Iglesia.
Ponencia pronunciada en el Encuentro de sacerdotes asesores de la UNER, celebrada en Valencia los días 27 y 28 de Febrero de 2007
(En la foto los hermanos Wilson y Edison Chango, sacerdotes MED)
jueves, 17 de junio de 2010
martes, 15 de junio de 2010
Discípulos de Don Manuel González - P. Henry Ventura (Venezuela)
La figura del Beato Manuel González ha influido mucho en mi vida espiritual y personal; desde mi juventud me fui formando en el Carisma Eucarístico Reparador de la JER y fue cuando asumí el compromiso como cristiano con todas sus exigencias .
A través del Beato Manuel González descubrí a un Jesús callado que desde la Eucaristía me llamaba a entregar mi vida por medio de su Evangelio y a trasmitirlo a todos. Su espiritualidad y su vida es un ejemplo para mi vida sacerdotal, que trato siempre de vivir y trasmitir para que lo conozcan, amen y sigan ya que es un modelo de santidad para cada uno de nosotros. Su programa es mi programa : Eucaristizar.
Así que fue miembro de la Juventud Eucarística Reparadora (JER) . Cuéntenos de qué manera influyó esto en sus años jóvenes.
La juventud Eucarística Reparadora fue un hermoso regalo de Papá Dios en mi vida. La JER me puso al frente de Jesús Eucaristía, que aún no conocía y pensaba conocer, fue el camino para enamorarme de Él, de su Evangelio y de la Iglesia. Fueron muchas las experiencias vividas: Asambleas Nacionales de UNER, compartir con otros jóvenes los años de mis primeras misiones por los pueblitos de mi región, fundar otros grupos JER, entre otras.
Este movimiento me presentó a un Jesús joven que ya desde mi juventud estaba abandonado y no lo debía estar, ofrecí mi vida para acompañarlo siempre y darlo a conocer a todos aquellos que no lo conocían y así como Don Manuel repetir muchas veces “ aunque todos te abandonen yo no".
¿Cree usted que la espiritualidad de Don Manuel siga siendo tan actual como a mediados del siglo pasado?
La espiritualidad de Don Manuel, su ideal, su programa siempre es y será tan actual como en su tiempo ya que la Eucaristía sigue siendo centro y vida de la Iglesia. No olvidemos que el Papa Juan Pablo II nos convocó a vivir el año eucarístico con estas palabras “La Eucaristía : Luz y Vida del nuevo milenio”.
Estoy seguro que el camino para este nuevo milenio es la Eucaristía. Y la espiritualidad del Beato Manuel González nos dice que los males de este mundo se originan en el abandono de la Eucaristía. Y más en este nuevo milenio en que nos acompañan, la sombra de una cultura que niega la vida en cada una de sus etapas , la sombra de una indiferencia que condena a tantas personas a la pobreza , la violencia, el terrorismo, y la guerra. Las palabras del Beato Manuel González siguen invitándonos hoy a ser Eucaristía, a ser Pan Vivo, Hostia Viva para poder Eucaristizar y caminar en un mundo transparente por medio del Sacramento Eucarístico que es un grito de vida que cambia y transforma la vida de cada hombre.
¿Qué elemento de la espiritualidad sacerdotal que propone Don Manuel ha influido más en su sacerdocio?
El elemento más influyente en mi vida sacerdotal es sin duda, el centro de su espiritualidad : La Eucaristía. La entrega de su vida, de su sacerdocio, en manos del Corazón Eucarístico de Jesús, desde allí su plan pastoral, primero como sacerdote, segundo como Obispo. Este Amor lo llevó a ser el chiflado de amor por Jesús Eucaristía y alcanzar la santidad. Este aspecto influye mucho en mi vida a diario a pesar de mis dificultades y debilidades, pero me mantiene con la fuerza de seguir amándolo y dándolo a conocer para que también otros lo amen.
Sabemos que está entusiasmado con la obra de los Misioneros Eucarísticos Diocesanos. Cuéntenos qué es lo que le produce más ilusión.
Me ilusionan varios aspectos, primero el fin por el cual Don Manuel funda la obra de los Misioneros Eucarísticos Diocesanos, remediar los tres abandonos, mas perjudiciales para un pueblo, el de Jesús Sacramentado, el del Sacerdote y las almas. Segundo la necesidad de sacerdotes verdaderamente enamorados de Jesús cuyo centro de su sacerdocio sea la Eucaristía y desde la Eucaristía la pasión por las almas que se les confía , y tercero sacerdotes dispuestos a salir de la sacristía, arremangarse para ir a los pueblos, para acercar a las almas a Jesús Eucaristía y a la Iglesia . Y hacer realidad la petición de Don Manuel al Corazón de Jesús, de no perder la esperanza de que surgieran de nuevo los Misioneros Eucarísticos Diocesanos.
Estoy seguro que desde el discernimiento de los tiempos bajo la acción del Espíritu Santo y a través de la espiritualidad de nuestro querido Beato Manuel González, está tocando muchos corazones de sacerdotes y seminaristas a dar vida a esta rama masculina de la gran familia de Don Manuel González.
No tengamos miedo.
Ante la escasez de vocaciones sacerdotales y los últimos escándalos que han sacudido a la Iglesia, ¿qué piensa que nos podría decir el Beato Manuel a los sacerdotes del Tercer Milenio?
Creo nos diría : que vivamos nuestro sacerdocio con coherencia evangélica y de rodillas delante del sagrario, solo desde allí podemos ser Evangelios vivos para poder ganar almas para Cristo y nuestra Madre la Iglesia. Traigo a memoria estas sus palabras para todos nosotros sacerdotes. “¡Sacerdote de Cristo, no te acobardes , no estas solo! Esta contigo toda la Iglesia con su inmenso poder; no eres huérfano; esta contigo la Madre Inmaculada con toda su infinita ternura y esta contigo el corazón de Jesús vivo y real en tu sagrario. La omnipotencia de Dios entre tus manos".
Madre Inmaculada que no nos cansemos …
miércoles, 9 de junio de 2010
Apuntes sobre los MED
1º.- A) FUNDACIÓN DE LOS MISMOS:
- Recordemos que apenas entra en la Diócesis de Málaga el 25 de Febrero de 1916 y comienza a recorrerla, Don Manuel percibe una situación alarmante por no decir caótica. Al año de haber llegado a dicha Diócesis es nombrado Administrador Apostólico de la misma, con la plenitud de poderes episcopales .
- Siendo pues todavía Administrador Apostólico es cuando establece la Obra de los Misioneros Eucarísticos diocesanos. Con ellos y siguiendo su peculiar carisma eucarístico-reparador, quiere ir transformando su Diócesis, y ciertamente pudo hacerlo, como se comprobaría años después.
- Ahora bien, podríamos preguntarnos: ¿surgen los Misioneros Eucarísticos diocesanos como respuesta a una necesidad concreta de aquella Diócesis de Málaga? Podemos responder que sí, en cuanto que Málaga lo necesitaba en aquel momento preciso; pero que la idea de juntar sacerdotes para acompañarle en su tarea de búsqueda amor y reparación a la Eucaristía, ya la tenía presente desde años atrás. En efecto, ya el 5 de Febrero de 1913, escribe en El Granito de Arena: “De entre los muchos lectores sacerdotes de EL GRANITO DE ARENA y que se llaman amigos míos entusiastas de estas Obras, ¿no habría alguno que quisiera acompañarme, alistándose conmigo a las órdenes del Amo, dispuesto a compartir alegrías...penas...y hasta el pan?... ¡Ay! Con un grupito de sacerdotes jóvenes de buen espíritu y de buena salud, puestos uno y otra al servicio de la Obra de los Sagrarios Calvarios, ¡a dónde iríamos a parar! ¡Dios mío! ¡Lo que se podría hacer! Levantada la caza como está, colocados en tierra firme, contando con la bendición del Papa, quién contra nos? ...”
1º.- B) FIN DE LOS MISIONEROS EUCARÍSTICOS DIOCESANOS:
- Tomamos las mismas palabras del Beato: El fin de la Obra de los Misioneros Eucarísticos Diocesanos es “Remediar los tres abandonos más perjudiciales de un pueblo: el de Jesucristo Sacramentado, el del cura y el de las almas, mediante la formación y el sostenimiento de núcleos de almas sólidamente piadosas que desagravien y acompañen al Primero, auxilien al segundo y aproximen al Uno y al otro a las terceras... ”
1º.- C) CARACTERÍSTICAS DEL MISIONERO EUCARÍSTICO DIOCESANO:
- Son sacerdotes diocesanos, viven apostólicamente y sin votos , desarrollan su cargo pastoral y periódicamente se ofrecen para visitar parroquias en los que desarrollan el servicio anteriormente descrito. Solían salir trimestralmente.
- El tipo de Misionero Eucarístico que concibiera el Prelado Fundador no era el de predicador de grandes misiones, sino el de misionero director espiritual: “La acción del misionero (grandes misiones) es la de la lluvia torrencial; la del director espiritual, la de la llovizna; aquella moja, ésta remoja la tierra. Urge que salgan a los pueblos sacerdotes prudentes, celosos, ilustrados en la ciencia de las almas a buscar y pulimentar margaritas preciosas...porque los pueblos, por muy perdidos y extraviados que estén, si tienen núcleo piadoso, son pueblos de esperanza; tarde o temprano volverán; los que no lo tienen, no volverán; prácticamente son irredimibles. Dios no acostumbra a salvar sin intercesores ni apóstoles, y las almas piadosas de un pueblo son sus intercesores y sus apóstoles ”
1º.- D) DISPOSICIONES DE LOS MISIONEROS EUCARÍSTICOS DIOCESANOS:
- Sobre las disposiciones de los MISIONEROS EUCARÍSTICOS DIOCESANOS, dice el Beato que “los Misioneros Eucarísticos van a lo mismo que las Marías, y lo que quiera que hagan en los pueblos es siempre con la licencia y el beneplácito del Párroco, y si éste no quiere que hagan nada, los Misioneros que saben que cumplen su misión lo mismo con su acción en las almas que con su pasión con Jesús paciente en el Sagrario, se van tranquilos...