Nuestra misión es :"Remediar los tres abandonos más perjudiciales de un pueblo,
el de Jesús Sacramentado,
el del cura
y el de las almas."
(Beato Manuel González)

martes, 29 de noviembre de 2011

Don Manuel a sus Misioneros Eucarísticos Diocesanos

Han pasado apenas diez días desde que nuestros queridos Andrés, Edwin y Javier recibieron el sacramento del orden sacerdotal. Ahora pueden hacer cada día el milagro de la transubstanciación y así alimentar al pueblo de Dios con el Cuerpo de Cristo. Y pensando precisamente en la tarea sacerdotal que deben desempeñar y de la sed de almas que sé que cada uno lleva en el corazón, quise encontrar en las letras de nuestro padre una primera guía.

Sin duda a todo sacerdote, sea joven o maduro, le preocupa ver su parroquia vacía. Muchos son los tratados de pastoral que nos proveen líneas y excelentes consejos. Pero es muy cierto que si nos fiamos de nuestros profesores, mucho más valoramos el consejo de nuestros padres. Y como somos hijos de Don Manuel, era lógico que fuese él quien les señalara el método para cultivar sus parroquias.

El beato Manuel González escribe lo que respondería Jesús Sacramentado a un sacerdote que quiere ver llena  de gente su parroquia. Lo dice en su libro “Aunque todos yo no” :

“Mira, sacerdote mío, despreocúpate tú de la sugestión del número y preocúpate más de la calidad. Más que llenarme de gente mis iglesias, preocúpate en llenármela de buen olor de Comuniones fervorosas, de adoraciones rendidas, de suspiros de amor, de aspiraciones de esperanza, de inspira¬ciones de fe, de oraciones bien rezadas, de lágrimas de pecadores, de propósitos eficaces de enmienda, de vida intensamente eucarística. Déjame a Mí multiplicar la gente cuando tú con mi gracia, multipliques la alegría que en Mí y en ti ha de producir el olor de esas cosas buenas.

Llena mi templo de olor de cosas buenas y yo te prometo que ese olor se extenderá por las calles y las casas de tu feligresía y verás cómo la iglesia tuya será pequeña y tendrás que levantar más iglesias para los que han de venir...

Pero sabe que no puede haber cosas buenas con mi Sagrario cerrado. Mira que hombres y obras que no pasen por el Sagrario abierto, no pueden oler bien y al fin y a la postre olerán a muerto.

Mira que si te duelen las injusticias que padecen los pobres, las penas de los enfermos, los escándalos de los niños..., te debe doler sobre todo dolor el abandono que padezco en el Sagrario, que es la injusticia de más urgente y transcendental reparación y la pena que más enardece y el escándalo que más ruinas trae a las almas...”

Creo que son palabras llenas de sabiduría y además fruto de su propia experiencia como arcipreste de Huelva y obispo de Málaga. Estoy seguro de que sabrán seguir su ejemplo y de que las parroquias en las que el Señor los ponga a servir serán semilleros de santidad y vida profundamente Eucarística. Hemos de ser como él lo quiso siempre “Sacerdotes Hostia”.
Hasta el Cielo.

P. César Piechestein, MED

viernes, 25 de noviembre de 2011

MENSAJE DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI CON OCASIÓN DEL II CONGRESO NACIONAL DE LA FAMILIA EN EL ECUADOR (9-12 noviembre 2011)

Al venerado hermano
Antonio Arregui Yarza
Arzobispo metropolitano de Guayaquil
Presidente de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana

Con ocasión del Segundo Congreso Nacional de la Familia, saludo con afecto a los pastores y fieles de la Iglesia en Ecuador que, dentro del contexto de la Misión Continental auspiciada en Aparecida por el Episcopado Latinoamericano y del Caribe y en preparación al VII Encuentro Mundial de las Familias, que tendrá lugar en Milán, se proponen llevar a cabo un proceso de reflexión del Evangelio que permita a los matrimonios y hogares cristianos responder a su identidad, vocación y misión.

El tema del Congreso, «La familia ecuatoriana en misión: el trabajo y la fiesta al servicio de la persona y del bien común», reconoce que la familia, nacida del pacto de amor y de la entrega total y sincera de un hombre y una mujer en el matrimonio, no es una realidad privada, encerrada en sí misma. Ella por vocación propia presta un servicio maravilloso y decisivo al bien común de la sociedad y a la misión de la Iglesia. En efecto, la sociedad no es una mera suma de individuos, sino el resultado de relaciones entre las personas, hombre-mujer, padres-hijos, entre hermanos, que tienen su base en la vida familiar y en los vínculos de afecto que de ella se derivan. Cada familia entrega a la sociedad, a través de sus hijos, la riqueza humana que ha vivido. Con razón se puede afirmar que de la salud y calidad de la relaciones familiares depende la salud y calidad de las mismas relaciones sociales.

En este sentido, el trabajo y la fiesta atañen particularmente y están hondamente vinculados a la vida de las familias: condicionan sus elecciones, influyen en las relaciones entre los cónyuges y entre los padres e hijos, e inciden en los vínculos de la familia con la sociedad y con la Iglesia.

A través del trabajo, el hombre se experimenta a sí mismo como sujeto, partícipe del proyecto creador de Dios. De ahí que la falta de trabajo y la precariedad del mismo atenten contra la dignidad del hombre, creando no sólo situaciones de injusticia y de pobreza, que frecuentemente degeneran en desesperación, criminalidad y violencia, sino también crisis de identidad en las personas. Es urgente, pues, que surjan por doquier medidas eficaces, planteamientos serios y atinados, así como una voluntad inquebrantable y franca que lleve a encontrar caminos para que todos tengan acceso a un trabajo digno, estable y bien remunerado, mediante el cual se santifiquen y participen activamente en el desarrollo de la sociedad, conjugando una labor intensa y responsable con tiempos adecuados para una rica, fructífera y armoniosa vida familiar. Un ambiente hogareño sereno y constructivo, con sus obligaciones domésticas y con sus afectos, es la primera escuela del trabajo y el espacio más indicado para que la persona descubra sus potencialidades, acreciente sus ansias de superación y dé curso a sus más nobles aspiraciones. Además, la vida familiar enseña a vencer el egoísmo, a nutrir la solidaridad, a no desdeñar el sacrificio por la felicidad del otro, a valorar lo bueno y recto, y a aplicarse con convicción y generosidad en aras del bienestar común y el bien recíproco, siendo responsables de cara a sí mismos, a los demás y al medio ambiente.

La fiesta, por su parte, humaniza el tiempo abriéndolo al encuentro con Dios, con los demás y con la naturaleza. De ahí que las familias necesiten recuperar el genuino sentido de la fiesta, especialmente del domingo, día del Señor y del hombre. En la celebración eucarística dominical, la familia experimenta aquí y ahora la presencia real del Señor Resucitado, recibe la vida nueva, acoge el don del Espíritu, incrementa su amor a la Iglesia, escucha la divina Palabra, comparte el Pan eucarístico y se abre al amor fraterno.

Con estos sentimientos, a la vez que reitero mi cercanía y cordialidad a los queridísimos hijos e hijas de esa Nación, confío los frutos de este Congreso a la poderosa intercesión de Nuestra Señora de la Presentación del Quinche, celestial patrona del Ecuador, y, como prenda de abundantes favores divinos, imparto complacido a todos los presentes la implorada Bendición Apostólica.

sábado, 19 de noviembre de 2011

Hoy es el gran dìa: Edwin , Javier y Andrès seràn sacerdotes de la Iglesia.

Con alegría, nerviosismo y expectativa, hoy ocho diáconos se ordenan como sacerdotes, y algunos de ellos se estrenan oficiando su primera misa.

El ambiente también tiene algo de tensión por el estado de salud del arzobispo de Guayaquil y presidente de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana (CEE), monseñor Antonio Arregui, quien fue internado en la clínica Kennedy la madrugada del pasado jueves, por un fuerte dolor en el pecho. Sin embargo, los diáconos se mostraron optimistas y oran porque la salud de monseñor se mejore con el paso de los días.
Edwin Patìn

Para Nixon Morán Coello, nacido en Los Ríos y quien se desempeña como diácono en la Catedral de Sucumbíos, la ordenación es un sueño hecho realidad, pues según dijo, sintió vocación desde los 7 años.“Cuando era pequeño celebraba misa, me ponía unas sábanas como el atuendo de los sacerdotes, pero a la edad de 29 años tomé la decisión de ingresar al Seminario”, dijo. Allí, el ejemplo de los sacerdotes formadores afianzó su vocación y hoy, a sus 38 años, su anhelo es evangelizar y ayudar a la gente que requiera de su ayuda.“El sacerdote no es un funcionario, por ello siempre tiene que salir en busca de su oveja descarriada, así evitaremos que las sectas religiosas sigan ganando adeptos”, señaló.

Álex Alvarado Coello, de 28 años, manifestó que como sacerdote trabajará para acercar a la gente más a Dios. El joven nacido en Guayaquil es diácono en la parroquia de Santa Elena. Luego de su ordenación, aseguró estar listo para desempeñarse en cualquier parroquia de la Arquidiócesis de Guayaquil. Alvarado señaló que su familia se siente feliz de la decisión de “servir a Dios”, ya que es una vocación que inició desde muy temprana edad.“Entré al Seminario convencido de ser sacerdote, lo que me ayudaron es a ver la voluntad de Dios, pero siempre estuve dispuesto a darlo todo”.

Edwin Patín Guamán aseveró que su vocación sacerdotal se debe a sus padres, quienes desde los 8 años lo llevaban a misa y a la adoración al Santísimo en el templo San Alejo. Su actividad en la iglesia se inició a los 14 años, primero fue monaguillo y luego se desempeñó como catequista en la parroquia El Sagrario.De su experiencia como diácono, labor que desempeña en la parroquia Nuestra Señora de la Alborada desde julio pasado, destaca las charlas que ha mantenido con “gente que está un poco apartada de Dios”.A sus 25 años considera que el sacerdocio es un don de Dios y un misterio.“Al ser un don es solo para quienes Dios quiere, y quiénes son ellos, pues ese es el misterio”, manifestó.
Javier Tigrero

Para Gustavo Tigrero, de 35 años, la vinculación con la iglesia comenzó a los 18, en la parroquia Nuestra Señora de la Alborada, cuando era párroco el padre Stanley Henríquez.“Me gustó ese trabajo de pastor, de estar cerca de la gente, ayudar a la iglesia espiritual y materialmente”, dijo.

Junto a los ocho jóvenes que hoy se convierten en sacerdotes, también se ordenan cuatro diáconos. Esta es la ordenación más numerosa de los 36 años de fundación que tiene el Seminario Mayor de Guayaquil Francisco Xavier de Garaycoa.

Celebración
A las 10:00, en la Catedral, el nuncio apostólico Guido Ottonello preside la ceremonia de ordenación, según lo confirmó ayer el obispo auxiliar de Guayaquil, Marco Pérez.

viernes, 18 de noviembre de 2011

Nuestros hermanos Andrès, Edwin y Javier seràn ordenados sacerdotes el 19 de noviembre

Les comparto con mucha alegrìa la entrevista de diario "Expreso" a Andrès Ulloa, que el sàbado serà ordenado sacerdote en Guayaquil junto a Edwin Patìn y Javier Tigrero, todos Misioneros Eucarìsticos Diocesanos. Nos unimos desde Roma en acciòn de gracias y comprometemos nuestra oraciòn por ellos.

"Dios tiene un plan para todos"

La vocación del futuro sacerdote, de 26 años, "creció poco a poco... Después que recibí la confirmación ingresé a la Comunidad Misionera Jarcia, donde aprendí a conocer a Jesús y a descubrir que Dios tiene un plan para todos...".

Después de graduarse, estudió Ingeniería Comercial, en que discernió sobre su llamado al sacerdocio e ingresó al Seminario Mayor. "Mis tres últimos años los cursé en Roma... Fue una experiencia muy rica". Su primera misa la oficiará en la iglesia Nuestra Señora de la Alborada, el domingo 20, a las 11:30.

jueves, 17 de noviembre de 2011

Una carta para vencer el miedo en tiempos de persecución - Don Manuel González

UNA GRAN RECETA CONTRA EL MIEDO DE LA
PERSECUCIÓN 

Los invito a leer éstas letras de Don Manuel dirigidas a un sacerdote que vive una etapa de persecución a la Iglesia. Sabemos que muchos hermanos nuestros tienen que ejercer el ministerio en tensión y con grandes limitaciones. Ahora mismo en Ecuador se debate un proyecto de ley que impediría la libertad de expresión de los ministros de la Iglesia. Creo que a todos nos ayuda el mensaje de alguien que vivió la persecución a la Iglesia en carne propia.

"El valor del desagravio

Mi madre la Iglesia sufre dura persecución en España; deber mío es, como católico y como español, desagraviarla. ¿Cómo?

1.- Con mi adhesión, ahora más firme y más práctica, al Papa, a mi prelado y a mi párroco, y prometiendo creer con fe más viva todo su credo, cumplir sin respeto humano todos sus mandamientos, orar con más confianza filial y unido al Corazón de Jesús y a María Inmaculada, al levantarme y al acostarme y con la frecuencia que me enseña y recibir con la mayor sinceridad y limpieza y hacer que los que de mí dependan reciban sus santos sacramentos, singularmente la sagrada Eucaristía, que recibida diaria o frecuentemente cura todas las debilidades del alma e infunde fortaleza de héroe.

2.- Con mi protesta más enérgica y por todos los medios lícitos, contra los despojos de que están haciendo víctima a mi madre la Iglesia, no sólo privándola de sus bienes materiales y se sus instituciones más queridas, como las órdenes religiosas, sino echándola de la vida oficial y pública, por el ateísmo del Estado, de la familia, por el matrimonio civil y el divorcio; de la escuela, por el laicismo oficial; de las tumbas de los cristianos, por la secularización de los cementerios; de las ideas y de los sentimientos del pueblo y de las relaciones sociales, por el desenfreno de propaganda oral y escrita contra la religión, la moral, la propiedad privada y hasta contra las vidas de los ciudadanos.

3.- Con mi amor hasta el sacrificio. No se ama así a la madre natural? Y no es mi madre sobrenatural la Iglesia, que me da el ser cristiano en el Bautismo, la paz y la luz a mi alma en esta vida y el descanso y la gloria eterna en mi muerte?
En esta hora de tanto despojo y dolor de la madre, no es deber en el hijo el sacrificio remediarla?

Quiero sacrificarme por mi madre, en primer lugar en mi dinero, quitándoselo a los gastos superfluos, a mis diversiones, lujos y hasta a mis necesidades menos urgentes para dárselo a mi madre para que sostenga sus sacerdotes, sus seminarios, sus templos, el culto de nuestro Dios, sus instituciones de enseñanza y caridad y para dárselo con gozo, y no una vez, sino mientras esté despojada de lo suyo y amenazada de vivir, no en la pobreza, que no le asusta vivir como su Jesús, sino en la miseria. Cuando se ama, no se cuenta!

Quiero además sacrificarme por mi madre con mi celo por mi catecismo, repasándolo yo un poquito cada día y procurando que lo aprendan los que dependan de mí o en los que ejerza influencia si soy jefe de familia, enviando a los hijos al catecismo, es sustitución del que no se da en la escuela.
Si conozco un poquito de catecismo, ofreciéndome a mi párroco para ayudarle en la catequesis y enseñarlo familiarmente a parientes, criados, vecinos, presos, enfermos, mendigos y en todas las coyunturas y formas que sugiera el celo que siempre es ingenioso.
Mucho necesita la madre Iglesia la limosna del dinero; pero incomparablemente más necesita la limosna del catecismo a tantos hambrientos de él; cuánto daña a la Iglesia el analfabetismo catequístico de muchos hijos suyos! Cuántos cristianos sin Cristo y aun contra Cristo por no saber catecismo!
Una campaña de intensificación de catecismo aprendido, sentido y practicado cómo renovaría y multiplicaría las fuerzas católicas!

Quiero sacrificarme por mi madre, por último, con mi valor, dando la cara varonilmente por Cristo y por su doctrina, por sus sacerdotes, sus templos y sus instituciones, combatiendo la prensa que combate a la Iglesia, restándole suscriptores, lectores, anunciantes y toda clase de apoyo, y fomentando con mi dinero y mi propaganda los periódicos aprobados por ella, y usando debidamente de mi voto en las elecciones, ahuyentando sin cansancio y en todas las formas que pueda la invasión pagana, que va entrando aun en los católicos, de modas, diversiones, espectáculos, y prácticas reprobadas por el Papa y los obispos, y que hace más estragos en la sociedad, en la familia y en las almas que la más fiera revolución comunista.

Más gloria da a Dios y más consuelo a la Iglesia un católico fiel y fervoroso que un ciento de tibios.
Padre Santo, por el Corazón de tu Hijo sacramentado, te pido vivir y morir hijo bueno de mi santa madre la Iglesia."

viernes, 4 de noviembre de 2011

El Principio Vital Eucarístico - Don Manuel González

Hace unos días un amigo me cuestionaba sobre la “obsesión” de Don Manuel por la Eucaristía. Y es que en realidad podría dar la impresión de que en todos sus escritos no hablase de otro tema que no sea de Jesús Sacramentado. En realidad no es así, y aunque así lo fuera no tendría nada de malo pues lo que todos esperamos de un sacerdote es que nos hable de Jesús y Él sigue presente en cada Sagrario y se hace Pan en cada Misa.

El Beato Manuel González, obispo de Málaga y luego de Palencia, arcipreste de San Pedro de Huelva, catequista, educador, pero sobre todo padre y pastor, predicaba y enseñaba sobre todo lo que un apóstol debe enseñar, pero siempre teniendo, como la tiene la Iglesia, a la Eucaristía como fuente y fin de todos sus afanes.

Pero creo que quien mejor puede explicar el porqué toda su obra pastoral y también la literaria siempre hacen repicar la llamada a amar a Jesús en el Sacramento, es el mismo autor. Revisando su libro “Aunque todos yo no” encontré este párrafo que explica porque lo obsesionaba el abandono de los Sagrarios:

“El cristianismo es el Sagrario, y, aunque ésta no sea la ocasión de demostrarlo, vosotros afirmaréis conmigo que el Sagrario en nuestra religión no es un remate más o menos airoso de sus cimas, ni un broche de oro que lo cierra, ni una de las instituciones que lo embellecen, sino que la Eucaristía, el Sagrario, es todo el cristianismo, es el principio, fin y razón de ser de sus dogmas y su moral, de sus sacrificios y de sus virtudes, de sus bellezas y de sus milagros...
Yo no puedo pensar qué sería un cristianismo sin Eucaris¬tía, porque su Fundador no quiso que lo hubiera. Pero sí digo que el actual cristianismo todo es con, por y para la Eucaristía, y sin ella, no titubeo en decirlo, el cristianis¬mo es nada, de tal modo que puede formularse esta regla cierta: a más frecuencia de Sagrario, más cristianismo; a menos Sagrario menos cristianismo.” (Aunque todos yo no, Beato Manuel González)

Creo que aquí responde y además resume todo. Creo que sería como el principio vital de su espiritualidad eucarístico-reparadora. Y tengamos en cuenta que su mensaje va en perfecta sintonía con lo que se nos ha enseñado desde niños. 

Gracias Don Manuel por enseñarnos a amar y consolar al Abandonado del Sagrario.

P. César Piechestein, MED