La liturgia de la Semana Santa nos brinda la oportunidad de entrar dentro de los misterios de nuestra redención. Para nosotros, sacerdotes, la tentación de caer en un “hacer sin significar” , puede ser muy grande. La semana mayor, tan llena de celebraciones, que por lo mismo que vienen acompañadas de signos, nos son más difíciles de llevar a cabo y de preparar. Esto unido al deber de reconciliar a tantos fieles, que deseosos de cumplir con el precepto pascual, nos reclaman el sacramento, no nos deja mucho espacio para contemplar los misterios que estas celebraciones manifiestan.
Lejos de conformarnos, hemos de buscar aprovechar los pocos momentos que nos queden, para a través de la oración contemplativa y de la meditación de las mismas ceremonias que luego celebraremos, entrar dentro de los momentos más trascendentales de nuestra fe.
Cuando el Jueves Santo celebremos la institución de los Sacramentos del Orden Sacerdotal y de la Eucaristía, y el Viernes Santo el sacrificio del Señor en la Cruz, tendremos la oportunidad de entrar dentro del momento más intenso de nuestra jornada cotidiana: la Santa Misa.
“El Sacrificio de la última Cena, el de la Cruz y el de la Misa, no son tres sacrificios, sino uno solo, o tres oblaciones reales de una sola inmolación: la Cena es la oblación real de Cristo que se ha de inmolar; la Cruz es la oblación real de Cristo inmolándose; la Misa es la oblación real de Cristo inmolado. La primera es el anuncio, la segunda es la inmolación, la tercera es el recuerdo.”( Beato Manuel González)
Es la Misa la razón de nuestro sacerdocio, fuente, centro y culmen de la Iglesia. Seguramente el penetrar en el sentido de las ceremonias de la Semana Santa, nos ayudará a vivir nuestra Misa diaria con una renovada intensidad. Y vivirla desde una auténtica piedad sacerdotal, ayudados de la gracia de estado que nos concede el sacramento del orden.
“¡Que tesoros os descubre y regala la sagrada liturgia cuando realiza y exhibe ese fin y esos caracteres en las modalidades por las que hace pasar Nuestro Señor la materia de su Sacrificio Eucarístico!”(Beato Manuel González)
No me cabe duda que Jesús espera esto y mucho más, y sabiendo que es por amor a El y a la Iglesia que somos sacerdotes, es justo que procuremos vivir profundamente nuestro ministerio en estos días santos.
Hasta el Cielo.
P. César Piechestein, MED
Lejos de conformarnos, hemos de buscar aprovechar los pocos momentos que nos queden, para a través de la oración contemplativa y de la meditación de las mismas ceremonias que luego celebraremos, entrar dentro de los momentos más trascendentales de nuestra fe.
Cuando el Jueves Santo celebremos la institución de los Sacramentos del Orden Sacerdotal y de la Eucaristía, y el Viernes Santo el sacrificio del Señor en la Cruz, tendremos la oportunidad de entrar dentro del momento más intenso de nuestra jornada cotidiana: la Santa Misa.
“El Sacrificio de la última Cena, el de la Cruz y el de la Misa, no son tres sacrificios, sino uno solo, o tres oblaciones reales de una sola inmolación: la Cena es la oblación real de Cristo que se ha de inmolar; la Cruz es la oblación real de Cristo inmolándose; la Misa es la oblación real de Cristo inmolado. La primera es el anuncio, la segunda es la inmolación, la tercera es el recuerdo.”( Beato Manuel González)
Es la Misa la razón de nuestro sacerdocio, fuente, centro y culmen de la Iglesia. Seguramente el penetrar en el sentido de las ceremonias de la Semana Santa, nos ayudará a vivir nuestra Misa diaria con una renovada intensidad. Y vivirla desde una auténtica piedad sacerdotal, ayudados de la gracia de estado que nos concede el sacramento del orden.
“¡Que tesoros os descubre y regala la sagrada liturgia cuando realiza y exhibe ese fin y esos caracteres en las modalidades por las que hace pasar Nuestro Señor la materia de su Sacrificio Eucarístico!”(Beato Manuel González)
No me cabe duda que Jesús espera esto y mucho más, y sabiendo que es por amor a El y a la Iglesia que somos sacerdotes, es justo que procuremos vivir profundamente nuestro ministerio en estos días santos.
Hasta el Cielo.
P. César Piechestein, MED
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