La palabra “hogar” nos dice mucho, sobre todo afectivamente. La podemos ver desde su significado del lugar del calor, donde el fuego cumple su tarea de abrigarnos del frío. Pero, en su uso más común “hogar” nos representa la casa paterna, el nido donde crecimos, donde habitamos junto a los seres queridos. Si unimos las dos ideas al concepto de parroquia, tendremos la “Parroquia Hogar”.
Sabemos que el Beato Manuel González, desde su experiencia en Huelva y luego como obispo de Málaga, comprendió la importancia de la parroquia como eje de la vida del cristiano, lugar en que desarrollará su proceso de vida espiritual y comunitaria.
Sabemos que el Beato Manuel González, desde su experiencia en Huelva y luego como obispo de Málaga, comprendió la importancia de la parroquia como eje de la vida del cristiano, lugar en que desarrollará su proceso de vida espiritual y comunitaria.
Define a “la Parroquia-hogar de todos, no oficina sólo de partidas y certificados, ni Iglesia sólo para cultos más o menos solemnes y administración de Sacramentos, retribuida o no, ni sólo escuela o cátedra de buenas de buenas enseñanzas y santas predicaciones, sino hogar con todo aquello, sí, pero calentado, perfumado, vivificado por el cariño maternal, que es el más vigilante, fuerte y delicado de todos los cariños …” (Un sueño pastoral, p. 494).
Esta definición de parroquia hogar es claramente un llamado de atención. Basta mirar un poco nuestra realidad para descubrir que la mayoría de nuestras parroquias se encuentran aún muy lejos de ser un hogar para los creyentes. Creo que todos, como sacerdotes y párrocos deseamos que nuestros feligreses se sientan realmente vinculados a su parroquia, pero si esta no es acogedora, si no se ve como un hogar, no será atrayente.
Para los Misioneros Eucarísticos, que en su mayoría además de cumplir con su tarea misionera, también eran párrocos o tenían algún cargo en la diócesis de Málaga, la prioridad pastoral fue siempre la parroquia. Para ser fieles a ese carisma, debemos adoptar el modelo de parroquia que nos propone el fundador.
Creo que para poder irlo concretando de una manera eficaz, podríamos comenzar con nosotros mismos, pues es el párroco quien debe poner el “cariño maternal” del que nos habla el Beato Manuel. Aunque no es fácil, tampoco es demasiado difícil, bastará con pedirle a Jesús Eucaristía que nos enseñe a amar profundamente a las ovejas que El nos ha encomendado, estando dispuestos a hacer todo lo que sea menester para que encuentren su “hogar” en la parroquia.
Lo hacemos por El.
P. César Piechestein, MED
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