“¡Ay de mi si no evangelizare!” , proclama San Pablo; y creo que podríamos poner en labios del Beato Manuel:”¡Ay de mi si no eucaristizare!”, entendiendo según su estilo de escribir, el eucaristizar con el evangelizar; ya que en la doctrina de Don Manuel González –como podremos apreciar a lo largo de ésta reflexión o disertación-, ambos verbos, evangelizar y eucaristizar son sinónimos, equivalen pues, a lo mismo; o dicho en términos de filología, indican la misma acción.
El Beato Manuel González, como intentaremos demostrar, fue un hombre de la Palabra de Dios, seducido y envuelto por ella; y anunciador constante de la misma.
Acudiendo a la Sagrada Biblia, a la misma Palabra de Dios, encontramos, y por tanto podemos conocer diferentes llamamientos o vocaciones para ser “hombres” o “ministros” de la Palabra.
Ejemplos clásicos de estos llamamientos o elecciones por parte de Dios, pueden ser en el Antiguo Testamento, los de Abraham, Moisés, Samuel, los Profetas Isaías, Jeremías o Amós; y en el Nuevo Testamento, los de Juan el Bautista y Saulo de Tarso, por citar algunos.
Siempre, indefectiblemente, se da en ellos, una predilección manifiesta de Dios, que llama y envía, aún teniendo en cuenta las limitaciones de las que son conscientes estos sujetos .
En la vida del Beato Manuel González siempre habrá un antes y un después de la escena tenida lugar junto al Sagrario de Palomares del Río en la fecha del 2 de Febrero de 1902. Ciertamente somos conscientes de que su ordenación sacerdotal que tuvo lugar el 21 de Septiembre de 1901, supuso para D. Manuel la confirmación oficial y eclesial de su condición de ministro de la Palabra.
Ahora bien, previa a su ordenación sacerdotal, sabemos por sus biógrafos así como por los testigos de su causa de Beatificación, que ya siendo seminarista se ejercitaba en la catequesis (especialmente entre niños y jóvenes); así como en el ejercitar sus dotes de escritor (de lo cual no tenemos duda al considerar sus obras) participando en un periódico fundado para defender los valores católicos y por tanto genuinamente evangélicos; me refiero al “Correo de Andalucía” fundado por el Beato Cardenal Marcelo Spínola . En sus páginas participaba bajo el pseudónimo de “Gonzalo de Sevilla”.
En su formación académica y teológica, cursada en el Seminario de Sevilla, observamos que las asignaturas de Historia Sagrada, como de Sagrada Escritura (tanto teórica como práctica), obtuvo una calificación de “meritissimus” (al igual que en el resto de materias. Luego, podemos afirmar que tenía una preparación concisa, adecuada y práctica de las Sagradas Escrituras, que le servirá, sobremanera, en su ministerio pastoral y en sus obras. Una y otra vez acudirá a las Sagradas Escrituras, y de ellas se servirá para desarrollar sus inquietudes eucarísticas y pastorales.
Decíamos antes que siempre, en la vida de D. Manuel habrá un antes y un después de la fecha de su encuentro con Jesús en el Sagrario de Palomares. Previo a esta fecha, hemos podido observar una adecuada y certera preparación escriturística; pero será a partir de esta fecha (2-2-1902), cuando todos sus proyectos e ilusiones pastorales cambien de rumbo, o mejor dicho, marquen un rumbo preciso y exacto: la búsqueda de reparación al abandono del Sagrario, y uno de los caminos que escoge para reparar este abandono es la vía del Evangelio (como reflejará en la mayoría de sus obras y publicaciones).
Será mejor que él mismo nos cuente su experiencia: “…Allí de rodillas ante aquel montón de harapos y suciedades, mi fe veía a través de aquella puertecilla apolillada, a un Jesús tan callado, tan paciente, tan desairado, tan bueno, que me miraba.. Sí, parecíame que después de recorrer con su vista aquel desierto de almas, posaba su mirada entre triste y suplicante, que me decía mucho y me pedía más… ”
Habla, por vez primera de la mirada de Cristo, que es capaz de encontrar también en determinadas escenas del Evangelio. La lectura y meditación de las páginas evangélicas le llevaran a una perspicacia (que podemos llamar bien psicológica, bien mística) que se introduce tan de lleno en esas escenas que es capaz de percibir la mirada de Cristo, sus sentimientos internos y hasta las palpitaciones de su Corazón. Ejemplo de ello, lo tenemos en “QUE HACE Y QUE DICE EL CORAZÓN DE JESÚS EN EL SAGRARIO” donde nos habla de las miradas de Jesús al joven rico (Mc 10, 21), a Pedro tras su negación (Lc 22,61), sobre Jerusalén cuando llora (Lc 19,41-44) o cuando se dirige a la hemorroísa (Mt 9, 22); de las palpitaciones del Corazón de Cristo habla en “Así ama Él”. Al prologar esta última obra que hemos mencionado, dice su sobrino, D. José María González Ruiz: “Se ha pasado la vida, como el discípulo predilecto, reclinado sobre el pecho del Amado, e iba contando una a una, en la hora silenciosa del amor, las palpitaciones del corazón de Cristo. Se las sabía de memoria…”
DISERTACIÓN PRONUNCIADA EN EL ENCUENTRO DE ASESORES Y SACERDOTES DE LA UNIÓN EUCARÍSTICA REPARADORA
CERCEDILLA (MADRID), 5 DE FEBRERO DE 2009.
El Beato Manuel González, como intentaremos demostrar, fue un hombre de la Palabra de Dios, seducido y envuelto por ella; y anunciador constante de la misma.
Acudiendo a la Sagrada Biblia, a la misma Palabra de Dios, encontramos, y por tanto podemos conocer diferentes llamamientos o vocaciones para ser “hombres” o “ministros” de la Palabra.
Ejemplos clásicos de estos llamamientos o elecciones por parte de Dios, pueden ser en el Antiguo Testamento, los de Abraham, Moisés, Samuel, los Profetas Isaías, Jeremías o Amós; y en el Nuevo Testamento, los de Juan el Bautista y Saulo de Tarso, por citar algunos.
Siempre, indefectiblemente, se da en ellos, una predilección manifiesta de Dios, que llama y envía, aún teniendo en cuenta las limitaciones de las que son conscientes estos sujetos .
En la vida del Beato Manuel González siempre habrá un antes y un después de la escena tenida lugar junto al Sagrario de Palomares del Río en la fecha del 2 de Febrero de 1902. Ciertamente somos conscientes de que su ordenación sacerdotal que tuvo lugar el 21 de Septiembre de 1901, supuso para D. Manuel la confirmación oficial y eclesial de su condición de ministro de la Palabra.
Ahora bien, previa a su ordenación sacerdotal, sabemos por sus biógrafos así como por los testigos de su causa de Beatificación, que ya siendo seminarista se ejercitaba en la catequesis (especialmente entre niños y jóvenes); así como en el ejercitar sus dotes de escritor (de lo cual no tenemos duda al considerar sus obras) participando en un periódico fundado para defender los valores católicos y por tanto genuinamente evangélicos; me refiero al “Correo de Andalucía” fundado por el Beato Cardenal Marcelo Spínola . En sus páginas participaba bajo el pseudónimo de “Gonzalo de Sevilla”.
En su formación académica y teológica, cursada en el Seminario de Sevilla, observamos que las asignaturas de Historia Sagrada, como de Sagrada Escritura (tanto teórica como práctica), obtuvo una calificación de “meritissimus” (al igual que en el resto de materias. Luego, podemos afirmar que tenía una preparación concisa, adecuada y práctica de las Sagradas Escrituras, que le servirá, sobremanera, en su ministerio pastoral y en sus obras. Una y otra vez acudirá a las Sagradas Escrituras, y de ellas se servirá para desarrollar sus inquietudes eucarísticas y pastorales.
Decíamos antes que siempre, en la vida de D. Manuel habrá un antes y un después de la fecha de su encuentro con Jesús en el Sagrario de Palomares. Previo a esta fecha, hemos podido observar una adecuada y certera preparación escriturística; pero será a partir de esta fecha (2-2-1902), cuando todos sus proyectos e ilusiones pastorales cambien de rumbo, o mejor dicho, marquen un rumbo preciso y exacto: la búsqueda de reparación al abandono del Sagrario, y uno de los caminos que escoge para reparar este abandono es la vía del Evangelio (como reflejará en la mayoría de sus obras y publicaciones).
Será mejor que él mismo nos cuente su experiencia: “…Allí de rodillas ante aquel montón de harapos y suciedades, mi fe veía a través de aquella puertecilla apolillada, a un Jesús tan callado, tan paciente, tan desairado, tan bueno, que me miraba.. Sí, parecíame que después de recorrer con su vista aquel desierto de almas, posaba su mirada entre triste y suplicante, que me decía mucho y me pedía más… ”
Habla, por vez primera de la mirada de Cristo, que es capaz de encontrar también en determinadas escenas del Evangelio. La lectura y meditación de las páginas evangélicas le llevaran a una perspicacia (que podemos llamar bien psicológica, bien mística) que se introduce tan de lleno en esas escenas que es capaz de percibir la mirada de Cristo, sus sentimientos internos y hasta las palpitaciones de su Corazón. Ejemplo de ello, lo tenemos en “QUE HACE Y QUE DICE EL CORAZÓN DE JESÚS EN EL SAGRARIO” donde nos habla de las miradas de Jesús al joven rico (Mc 10, 21), a Pedro tras su negación (Lc 22,61), sobre Jerusalén cuando llora (Lc 19,41-44) o cuando se dirige a la hemorroísa (Mt 9, 22); de las palpitaciones del Corazón de Cristo habla en “Así ama Él”. Al prologar esta última obra que hemos mencionado, dice su sobrino, D. José María González Ruiz: “Se ha pasado la vida, como el discípulo predilecto, reclinado sobre el pecho del Amado, e iba contando una a una, en la hora silenciosa del amor, las palpitaciones del corazón de Cristo. Se las sabía de memoria…”
DISERTACIÓN PRONUNCIADA EN EL ENCUENTRO DE ASESORES Y SACERDOTES DE LA UNIÓN EUCARÍSTICA REPARADORA
CERCEDILLA (MADRID), 5 DE FEBRERO DE 2009.
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