Mañana celebraremos la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones. La Iglesia que reconoce su misión eucaristizadora del mundo, sabe que sin sacerdotes no puede cumplirla. Nosotros no podemos sino asumir como una de nuestras prioridades el cultivar en los jóvenes el deseo de cumplir en su vida el plan de Dios. Será a través de nuestro testimonio que ayudaremos a aquellos que el Señor se haya escogido, a descubrir el llamado. Con motivo de esta jornado, el Papa ha escrito una carta en la que nos recuerda los tres aspectos que harán posible a los jóvenes el descubrir su vocación, siempre partiendo del testimonio de los mismos sacerdotes.
"Me es grato recordar lo que escribió mi venerado Predecesor Juan Pablo II: “La vida misma de los presbíteros, su entrega incondicional a la grey de Dios, su testimonio de servicio amoroso al Señor y a su Iglesia —un testimonio sellado con la opción por la cruz, acogida en la esperanza y en el gozo pascual—, su concordia fraterna y su celo por la evangelización del mundo, son el factor primero y más persuasivo de fecundidad vocacional” (Pastores dabo vobis, 41). Se podría decir que las vocaciones sacerdotales nacen del contacto con los sacerdotes, casi como un patrimonio precioso comunicado con la palabra, el ejemplo y la vida entera."
El primero de esos aspectos es la profunda amistad que debe existir entre el sacerdote y Jesús Sacramentado. Esta amistad que se cultiva a través de la oración constante y sobre todo de la unión con Jesús en la Eucaristía, misterio central de nuestra fe y del ministerio sacerdotal. Recordamos aquí el llamado del Beato Manuel a ser Sacerdotes-Hostia.
El segundo aspecto es la entrega total. Ciertamente en la cultura de hoy, donde se pormueve el individualismo, es dificil que las nuevas generaciones se convenzan de entregar su vida por entero. La Vocación nos llama a una entrega total a Dios y será el ejemplo del sacerdote, del párroco, que cada día entrega su vida de lleno al servicio de Dios y de la Iglesia, lo que servirá como modelo y motivación.
El tercer aspecto es la comunión. El sacerdote no es un solterón, un solitario, sino un hombre abierto, capaz de cultivar amistad y fraternidad. Hermano y amigo de todos, al servicio de todos. Viviendo con alegría la vocación a la que ha sido llamado.
"Todo presbítero, todo consagrado y toda consagrada, fieles a su vocación, transmiten la alegría de servir a Cristo, e invitan a todos los cristianos a responder a la llamada universal a la santidad. Por tanto, para promover las vocaciones específicas al ministerio sacerdotal y a la vida religiosa, para hacer más vigoroso e incisivo el anuncio vocacional, es indispensable el ejemplo de todos los que ya han dicho su “sí” a Dios y al proyecto de vida que Él tiene sobre cada uno. El testimonio personal, hecho de elecciones existenciales y concretas, animará a los jóvenes a tomar decisiones comprometidas que determinen su futuro. Para ayudarles es necesario el arte del encuentro y del diálogo capaz de iluminarles y acompañarles, a través sobre todo de la ejemplaridad de la existencia vivida como vocación. Así lo hizo el Santo Cura de Ars, el cual, siempre en contacto con sus parroquianos, “enseñaba, sobre todo, con el testimonio de su vida. De su ejemplo aprendían los fieles a orar” (Carta para la convocación del Año Sacerdotal, 16 junio 2009).
Hoy y siempre el testimonio es el fermento que la Iglesia necesita. Como Misioneros Eucarísticos y siguiendo los pasos de Don Manuel, vivamos a cabalidad nuestro sacerdocio y veremos brotar en nuestras comunidades, abundantes vocaciones sacerdotales y religiosas. Hombres y mujeres dispuestos a entregarse por entero a la misión de llevar a todos hasta el Sagrario.
P. César Piechestein, MED
"Me es grato recordar lo que escribió mi venerado Predecesor Juan Pablo II: “La vida misma de los presbíteros, su entrega incondicional a la grey de Dios, su testimonio de servicio amoroso al Señor y a su Iglesia —un testimonio sellado con la opción por la cruz, acogida en la esperanza y en el gozo pascual—, su concordia fraterna y su celo por la evangelización del mundo, son el factor primero y más persuasivo de fecundidad vocacional” (Pastores dabo vobis, 41). Se podría decir que las vocaciones sacerdotales nacen del contacto con los sacerdotes, casi como un patrimonio precioso comunicado con la palabra, el ejemplo y la vida entera."
El primero de esos aspectos es la profunda amistad que debe existir entre el sacerdote y Jesús Sacramentado. Esta amistad que se cultiva a través de la oración constante y sobre todo de la unión con Jesús en la Eucaristía, misterio central de nuestra fe y del ministerio sacerdotal. Recordamos aquí el llamado del Beato Manuel a ser Sacerdotes-Hostia.
El segundo aspecto es la entrega total. Ciertamente en la cultura de hoy, donde se pormueve el individualismo, es dificil que las nuevas generaciones se convenzan de entregar su vida por entero. La Vocación nos llama a una entrega total a Dios y será el ejemplo del sacerdote, del párroco, que cada día entrega su vida de lleno al servicio de Dios y de la Iglesia, lo que servirá como modelo y motivación.
El tercer aspecto es la comunión. El sacerdote no es un solterón, un solitario, sino un hombre abierto, capaz de cultivar amistad y fraternidad. Hermano y amigo de todos, al servicio de todos. Viviendo con alegría la vocación a la que ha sido llamado.
"Todo presbítero, todo consagrado y toda consagrada, fieles a su vocación, transmiten la alegría de servir a Cristo, e invitan a todos los cristianos a responder a la llamada universal a la santidad. Por tanto, para promover las vocaciones específicas al ministerio sacerdotal y a la vida religiosa, para hacer más vigoroso e incisivo el anuncio vocacional, es indispensable el ejemplo de todos los que ya han dicho su “sí” a Dios y al proyecto de vida que Él tiene sobre cada uno. El testimonio personal, hecho de elecciones existenciales y concretas, animará a los jóvenes a tomar decisiones comprometidas que determinen su futuro. Para ayudarles es necesario el arte del encuentro y del diálogo capaz de iluminarles y acompañarles, a través sobre todo de la ejemplaridad de la existencia vivida como vocación. Así lo hizo el Santo Cura de Ars, el cual, siempre en contacto con sus parroquianos, “enseñaba, sobre todo, con el testimonio de su vida. De su ejemplo aprendían los fieles a orar” (Carta para la convocación del Año Sacerdotal, 16 junio 2009).
Hoy y siempre el testimonio es el fermento que la Iglesia necesita. Como Misioneros Eucarísticos y siguiendo los pasos de Don Manuel, vivamos a cabalidad nuestro sacerdocio y veremos brotar en nuestras comunidades, abundantes vocaciones sacerdotales y religiosas. Hombres y mujeres dispuestos a entregarse por entero a la misión de llevar a todos hasta el Sagrario.
P. César Piechestein, MED
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