Cuando éramos todavía adolescentes y nos preguntábamos cuál debería ser el “grupo objetivo” que como grupo de jóvenes debíamos evangelizar, la respuesta surgió naturalmente: debíamos evangelizar a los indiferentes. Nos cuestionábamos al ver tantos jóvenes que al igual que nosotros habían recibido el sacramento de la confirmación, pero que no se veían nunca por la parroquia.
Ya como párroco, años más tarde, la realidad sigue siendo la misma. No es extraño escuchar expresiones como “católico no practicante” o “creyente sin religión”. Y no podemos pensar que es cosa nueva, ya Don Manuel a inicios del siglo pasado describía la situación española de aquel entonces:
“Pueblos en que el aislamiento en que vive Jesucristo es tan cierto como triste y extendido. Unas veces, es odio del pueblo a Él, otras, las más, es indiferencia e ignorancia, pero siempre aislamiento, separación. Muchos pueblos para los que la palabra oración, meditación, vida sobrenatural, espíritu, mortificación, humildad, celo, Sagrario, son desconocidas, a lo más lo que en muchos de esos pueblos se encuentra es una momia de piedad, o una como rutina de rezos y prácticas sin alma, jugo, articulación y movimiento sobrenaturales.”
Los Misioneros Eucarísticos Diocesanos, siendo sacerdotes del clero secular, pertenecemos a una diócesis específica. Nuestra labor será, en la mayoría de los casos, circunscrita a esa porción del pueblo de Dios, de la que hacemos parte, puesto que hemos crecido en ella. Y es en esa realidad en la que tenemos que ejercer nuestra labor eucaristizadora.
Para poner un ejemplo simple podríamos hablar del porcentaje de fieles que asisten regularmente a la celebración eucarística dominical. En Guayaquil el 15%, según los últimos datos, mientras que en Roma llegamos al 10%, la diócesis de Sora, donde colaboro los fines de semana, apenas llega al 8%. Como pueden notar es grande el campo de acción, son muchísimos los indiferentes.
Ese es el campo de acción que Don Manuel quería para sus Misioneros Eucarísticos. Y así lo hicieron, visitando hasta los pueblos más distantes de la diócesis de Málaga, animando a los laicos que estaban más cerca, formándoles para que fuesen apóstoles de sus hermanos más alejados. Siendo colaboradores de los párrocos, en fraternidad sacerdotal, llevando la dulzura de la amistad y compartiendo la alegría del ministerio.
A todos nos toca remediar el abandono de Cristo y es responsabilidad de todos sostener y acompañar a los sacerdotes, comenzando por los mismos sacerdotes que podemos comprender la difícil y frustrante que puede ser muchas veces nuestro ministerio. Sigamos la senda que nos dejó Don Manuel y seguro que veremos abundantes frutos.
Hasta el Cielo.
P. César Piechestein, MED.
Saludos y bienvenidos al Primer Encuentro Internacional de Blogueros con el Papa
ResponderEliminarEl próximo 17 de agosto nos reuniremos en Madrid en el Colegio Mayor Jaime del Amo. En los enlaces que te adjuntamos encontrarás toda la información que te pueda interesar.
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