Pensar en la misión del sacerdote y su valor no puede ser nunca justificativo para olvidar la importancia del servicio de los laicos en la Iglesia. El Beato Manuel González lo tenía muy claro y así lo enseñaba. Antes de fundar los Misioneros y las Misioneras Eucaristicos, había ya fundado las Marías y los Discípulos de San Juan que daban y buscaban compañía al Abandonado del Tabernáculo.
Su experiencia pastoral, como capellán, párroco, arcipreste y obispo, le había enseñado el poder del apostolado de los laicos y procuró hacer de sus hijas e hijos espirituales grandes apóstoles. El sabía que cada cristiano tiene una tarea que cumplir en la Iglesia y así lo predicaba, moviéndo a las almas a la acción, partiendo siempre de la adoración. A los sacerdotes encomendaba el cultivo espiritual de aquellas almas que ya habían descubierto ésta llamada al apostolado, ayudándolas con la dirección espiritual, a hacer crecer y profundizar su vida interior. Así lo afirma en el libro "Artes para ser Apóstol":
“La acción del misionero (grandes misiones) es la de la lluvia torrencial; la del director espiritual, la de la llovizna; aquella moja, ésta remoja la tierra. Urge que salgan a los pueblos sacerdotes prudentes, celosos, ilustrados en la ciencia de las almas a buscar y pulimentar margaritas preciosas...porque los pueblos, por muy perdidos y extraviados que estén, si tienen núcleo piadoso, son pueblos de esperanza; tarde o temprano volverán; los que no lo tienen, no volverán; prácticamente son irredimibles. Dios no acostumbra a salvar sin intercesores ni apóstoles, y las almas piadosas de un pueblo son sus intercesores y sus apóstoles ”
Era tarea prioritaria de los Misioneros Eucarísticos el hacer madurar a quel núcleo de laicos que eran como el alma de la parroquia. Eran ellos la levadura que haría fermentar la masa. Es así como podemos comprender el proceso que promovía Don Manuel como obispo y fue eso lo que alcanzaron los primeros misioneros en Málaga. El "Granito de Arena" de enero del 1919 enumera así los tres principales ministerios que realizaban los Misioneros en las parroquias que visitaban:
"Tres son los principales ministerios de estos Misioneros; a saber: predicación sobre un punto de ascética a los fieles en general; oír confesiones procurando inculcar en las almas la vida de oración y comunicación con Jesucristo Sacramentado; instrucción catequística a los niños."
Sabemos también que muchas veces, cuando el tiempo lo permitía, disctaban una mañana de retiro espiritual a la comunidad parroquial, a los laicos que participaban activamente, procurando animarles y formarles mejor.
Sé que la mayoría de ustedes, amigos lectores, no son sacerdotes. Quería hoy recordar éste aspecto importantísimo de la espiritualidad de nuestro fundador para que así no quede ninguna duda de su fe en el apostolado de los laicos y de la dedicación que tuvo para formarles y enviarles a la misión eucaristizadora.
Hasta el Cielo.
P. César Piechestein, MED.
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