Hemos iniciado el tiempo de Cuaresma y a todos, laicos y sacerdotes, la Iglesia nos invita en nombre de Jesucristo a hacer penitencia. Sin embargo como esa invitación la hace a través de nosotros los curas nos puede ocurrir que animemos e invitemos a todos, pero nosotros nos quedemos sin hacerla.
Cuando se trata de hablar de mortificación voluntariamente buscada, muchas veces nos entra un poco de miedo, como si se tratase de un tema tabú. Y es que en una sociedad que rinde culto al placer, la penitencia se mira como algo “superado” o por lo menos fuera de moda.
Santa Narcisa de Jesús o la “Violeta de Nobol” como la llamamos sus paisanos, era una mujer de mucha mortificación. Creo que a todos los que conocemos su vida nos llama la atención ese aspecto. Pero no podemos pasar indiferentes frente a la razón que la movía a mortificarse: la conversión de su pueblo.
Creo que Don Manuel nos puede encaminar muy bien hacia una fructuosa Cuaresma, siempre desde una perspectiva sacerdotal, porque al fin y al cabo, somos curas:
«Yo me contento con hacer constar que la mortificación buscada voluntariamente y llevada generosamente por el cura para ablandar al Corazón de Jesús en favor de sus ovejas, tiene una eficacia reconocida y tantas veces comprobada cuantas se repite.
Y como comprobación de esta doctrina, me limito a citar:
1.- El ejemplo de nuestro Señor Jesucristo que se prepara para su vida parroquial, que eso fue su vida pública, con cuarenta días de rigurosísimo ayuno.
2.- El ejemplo no interrumpido de los santos que se han dedicado al ministerio de las almas que obtenían para ellas favores verdaderamente sorprendentes a causa de la dulce violencia que hacían al Corazón de Jesús con sus maceraciones y ayunos.
Por todos sirva el ejemplo del santo Juan Bautista Vianney, cura de Ars.
3.- Que el sacrificio que libremente acepta un Pastor por sus ovejas debe tener un valor y sabor especial delante de Dios.
Yo creo que la oración de un cura que sube al cielo, acompañada del dolor y del gemido de la mortificación, es oración de víctima que tiene mucho parecido con aquel clamor válido de la Víctima augusta oída siempre por su reverencia.
Yo nunca veo más juntos, y me atrevería a decir, más identificados, a Jesús y al sacerdote que cuando se sacrifican por el mismo motivo, padecen los mismos dolores y gimen con el mismo gemido... ».(Obras Completas, “Lo que puede un cura hoy”, 1668-1669)
Creo que todos sabemos por experiencia de pastores que el tiempo de Cuaresma es un período de mucho fruto espiritual. Muchos vuelven a la comunión con Dios, muchos renuevan su compromiso de fe, tantos inician su discipulado. Que no nos suceda que por llamar a los demás, nos quedemos nosotros sin aprovechar un tiempo tan enriquecedor.
Hasta el Cielo.
P. César Piechestein, MED