Uno de los puntos que más se repite en los testimonios de quienes conocieron más de cerca al Beato Juan Pablo II es el amor que tributaba al Santísimo Sacramento. Me decía días atrás la Hna. María del Carmen, Misionera Eucarística de Nazaret, que no sería posible encontrar un santo que no haya sido eucarístico y creo que tiene toda la razón. Sin embargo y aunque nadie estaría en desacuerdo con ésta afirmación, son aún hoy muchos los que descuidan ésta parte tan esencial de la pastoral. Sí porque no podemos pensar que la Hora Santa o la Exposición del Santísimo Sacramento sean tan sólo momentos litúrgicos. De hecho los son puesto que es un acto de culto que tributamos a Dios, pero con un efecto profundamente pastoral. No es acaso el primer deber del pastor velar por el rebaño? Y no es nuestro primer deber como mediadores entre Dios y los hombres hacer de puentes. Pues justamente cuando ponemos al Sacramentado en el altar expuesto a la vista de los hombres y hacemos todo lo que está a nuestro alcance para traer a éstos frente al Señor, estamos haciendo la más fructífera de las pastorales.
Creo que cuando uno quiere persuadir, es mejor conseguirse alguien que tenga más autoridad y santidad que uno. En este caso creo que será mejor que le ceda la palabra a nuestro querido Beato Juan Pablo II, que en el número 25 de la encíclica "Ecclesia de Eucharistia" expone profundamente la misma idea:
"El culto que se da a la Eucaristía fuera de la Misa es de un valor inestimable en la vida de la Iglesia. Dicho culto está estrechamente unido a la celebración del Sacrificio eucarístico. La presencia de Cristo bajo las sagradas especies que se conservan después de la Misa, presencia que dura mientras subsistan las especies del pan y del vino, deriva de la celebración del Sacrificio y tiende a la comunión sacramental y espiritual. Corresponde a los Pastores animar, incluso con el testimonio personal, el culto eucarístico, particularmente la exposición del Santísimo Sacramento y la adoración de Cristo presente bajo las especies eucarísticas.
Es hermoso estar con Él y, reclinados sobre su pecho como el discípulo predilecto (cf. Jn 13, 25), palpar el amor infinito de su corazón. Si el cristianismo ha de distinguirse en nuestro tiempo sobre todo por el « arte de la oración », ¿cómo no sentir una renovada necesidad de estar largos ratos en conversación espiritual, en adoración silenciosa, en actitud de amor, ante Cristo presente en el Santísimo Sacramento? ¡Cuántas veces, mis queridos hermanos y hermanas, he hecho esta experiencia y en ella he encontrado fuerza, consuelo y apoyo!
Numerosos Santos nos han dado ejemplo de esta práctica, alabada y recomendada repetidamente por el Magisterio. De manera particular se distinguió por ella San Alfonso María de Ligorio, que escribió: « Entre todas las devociones, ésta de adorar a Jesús sacramentado es la primera, después de los sacramentos, la más apreciada por Dios y la más útil para nosotros ». La Eucaristía es un tesoro inestimable; no sólo su celebración, sino también estar ante ella fuera de la Misa, nos da la posibilidad de llegar al manantial mismo de la gracia."
Hasta el Cielo.
P. César Piechestein, MED
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