Misioneros Eucarísticos Diocesanos
Misioneros Eucarìsticos Diocesanos es una fraternidad sacerdotal fundada por el Beato Manuel Gonzàlez.
Nuestra misión es :"Remediar los tres abandonos más perjudiciales de un pueblo,
el de Jesús Sacramentado,
el del cura
y el de las almas."
(Beato Manuel González)
el de Jesús Sacramentado,
el del cura
y el de las almas."
(Beato Manuel González)
Páginas
jueves, 2 de junio de 2016
viernes, 11 de septiembre de 2015
Cirineos : ayudando a cargar la Cruz a Jesucristo Sacerdote
Hace apenas un mes ha
iniciado en Guayaquil una obrita que busca continuar “dando y buscando compañía
al Abandonado del Sagrario”. Siguiendo la espiritualidad eucarístico-reparadora
que Don Manuel sembró y cultivó en la Iglesia, un pequeño grupo de varones ha
decidido asumir la tarea de ayudar a cargar la Cruz a Jesucristo Sacerdote.
Ha sido un fruto de los
Retiros Espirituales Eucarísticos, otra iniciativa que realizamos cada primer
domingo de mes ya desde hace tres años y que ha tenido una gran acogida en la
ciudad. Las Madres Sacerdotales organizaban una exposición de libros de Don
Manuel y además invitaban a sus reuniones. Había una opción para las mujeres
que quisieran adoptar espiritualmente a un sacerdote, pero para varones no
existía una obra.
Por iniciativa de mi
papá, Carlos Piechestein, y con la compañía de otros cinco varones adultos,
arrancó la obra que tiene como principal objetivo acompañar a Jesús
Sacramentado y al sacerdote. La lectura reflexiva de los libros de Don Manuel,
la adoración eucarística, la comunión diaria ofrecida por los Misioneros Eucarísticos
Diocesanos, el sostén de las vocaciones sacerdotales y la oración por ellas,
son los objetivos de la comunidad.
A quienes quieran ser
parte de esta obra les extendemos la invitación. La cita es cada miércoles a
partir de las 19h00 en la parroquia San Alejo (Eloy Alfaro 302 y Luzárraga,
Bahía de Guayaquil). Se empieza con la Santa Misa, para pasar luego a la
reunión y terminar con la visita al Santísimo Sacramento.
P. César Piechestein
Misionero Eucarístico Diocesano
jueves, 7 de agosto de 2014
Eucaristía: ¿Manjar para santos o remedio para pecadores?
Nadie discute que lo
más grande que Dios entregó a la Iglesia es su Hijo, y Jesucristo decidió
quedarse presente en ella en la Eucaristía. Pero ¿tenemos claro cuál es el
objetivo de esa presencia? ¿Es acaso un privilegio para aquellos más puros, más
fieles? ¿Es, más bien, el remedio a la debilidad de los pecadores? Comprender
esto puede permitirnos aprovechar al máximo tan gran regalo.
Hemos de empezar
afirmando que todos somos pecadores, lo que nos distingue es el arrepentimiento
y el propósito de conversión que tengamos. Quien no esté dispuesto a renunciar
a su pecado, se priva voluntariamente de recibir un alimento espiritual que
requiere limpieza de alma. Por eso es que Cristo nos dejó también el sacramento
de la Reconciliación, ya que una vez absueltos de nuestras culpas podemos
acercarnos a comulgar. En gracia de Dios, aunque siempre en calidad de
pecadores.
Cristo mismo afirmó que
no necesitan médico los sanos, sino los enfermos. Los santos fueron pecadores
(como todos) que vivieron heroicamente la fe, y combatieron valientemente las
tentaciones. Amaron sin límites, muchos incluso hasta derramar su sangre,
siempre decididos a darlo todo por Cristo. Y ¿qué fue lo que les dio semejante
fortaleza?, pues precisamente la Eucaristía, que muchísimos de ellos procuraban
recibir a diario.
Por lo tanto, la
próxima vez que vaya usted a Misa recuerde que Él está ahí esperando también
por usted. Si revisando su conciencia descubre que hizo algo que ha manchado su
alma, primero acérquese a confesar y reconcíliese con Jesús. Basta con eso para
poder recibir el más grandioso de los manjares. Nunca se conforme con
simplemente asistir al Banquete, sin comer de Él. Y comiendo tendrá la fuerza para
conservarse en amistad con Dios, comulgando cada día, si de verdad quiere
llegar a la santidad (que es lo mismo que ser auténticamente feliz).
Hasta el Cielo.
P. César Piechestein, MED
@elcuradetodos
viernes, 4 de julio de 2014
Partículas Sacerdotales - La predicación
“Renovemos nuestra confianza en
la predicación, que se funda en la convicción de que es Dios quien quiere
llegar a los demás a través del predicador y de que Él despliega su poder a
través de la palabra humana. Es un género peculiar, ya que se trata de una
predicación dentro del marco de una celebración litúrgica; por consiguiente,
debe ser breve y evitar parecerse a una charla o una clase.
Uno de los esfuerzos más
necesarios es aprender a usar imágenes. Una imagen atractiva hace que el
mensaje se sienta como algo familiar, cercano, posible, conectado con la propia
vida. Una imagen bien lograda puede llevar a gustar el mensaje que se quiere
transmitir. La sencillez tiene que ver con el lenguaje utilizado. Debe ser el
lenguaje que comprenden los destinatarios para no correr el riesgo de hablar al
vacío. Frecuentemente sucede que los predicadores usan palabras que aprendieron
en sus estudios y en determinados ambientes, pero que no son parte del lenguaje
común de las personas que los escuchan. Si uno quiere adaptarse al lenguaje de
los demás para poder llegar a ellos con la Palabra, tiene que escuchar mucho,
necesita compartir la vida de la gente y prestarle una gustosa atención”.
Evangelii Gaudium Papa Francisco
“Si por predicación parroquial se
entiende una predicación elocuente, de párrafos redondeados, de profundas
materias, de palabras rebuscadas y golpes de efecto, concedo que es difícil
para tenerla que hacer todos los domingos y días de fiesta y con el escaso
tiempo de preparación de que dispone un cura. Pero si por predicación
parroquial se entiende lo que debe entenderse, es decir, una predicación
sencilla, sin gritos, ni patéticos golpes de efecto y, sobre todo, de diez
minutos de duración, niego que la predicación parroquial sea cosa difícil”.
Lo que puede un cura hoy
Beato Manuel González
jueves, 26 de junio de 2014
Dar de comer al alma
Cada día doy gracias a Dios por la confianza que sus hijos tienen en nosotros. Los curas párrocos somos además de pastores, consejeros, asesores, motivadores y algunas cosas más. Como buenos padres hemos de procurar ayudar en todo a nuestros hijos, aunque a veces (lo tengo que confesar) creo que la gracia de estado presta auxilios extraordinarios, porque los líos no sólo son numerosos, sino cada vez más complicados.
Pero para todo problema yo siempre tengo mi consejo fundamental, la solución a todo, la fuerza y el consuelo que sólo Dios puede dar y es la Comunión Diaria. Quizás a alguno le pueda parecer un escape simplista, pero no lo es. A otro le podrá parecer que no se puede presentar al Señor como un remedio, por un sincero temor de que se lo trate como una pastilla. La verdad es que, aunque los riesgos siempre existen, la ganancia y las pruebas que nos dan los santos nos garantizan la victoria.
¿Cómo puedo ponerme en el papel de consejero espiritual y no terminar como terapeuta o psicólogo? Porque soy sacerdote y lo mío no es sólo ayudar a resolver problemas o a orientar en una crisis, se trata de llevarles a Dios y ponerlos en comunión con Él. Y no conozco otro camino que no sea la Eucaristía. No quiero negar con esto que, además de proponer la Comunión Diaria, también procuro dar todo lo demás que esperan y necesitan, pero siempre dejando en claro que, sin la ayuda de Cristo, no habrá una transformación completa.
No estoy seguro de haberme explicado bien, pero estoy convencido de que la Eucaristía nutre nuestra alma, iluminando el entendimiento y fortaleciendo la voluntad (que son sus potencias), permitiéndonos superarnos en todas las dimensiones de nuestra vida. Y si la Iglesia, nuestra madre y maestra, nos ofrece y recomienda la Eucaristía a diario, es porque no existe mejor alimento.
P. César Piechestein, MED
miércoles, 18 de septiembre de 2013
Comulgar con hambre
Hace unos días recordaba al perro de Pavlov. El
animalito estaba entrenado, había desarrollado el bendito “reflejo condicionado”
que lo hacía salivar cada vez que escuchaba sonar la campana que le anunciaba
la llegada de su alimento. Esa campanita hacía que todo su ser se entusiasmara
con la sola idea del banquete que le llegaría a continuación.
Cierto que no es cosa linda compararnos con un
can, aunque sea el mejor amigo del hombre, pero también nosotros podemos
desarrollar esos reflejos. Creo que a todos nos ha sucedido que, al recordar un
sabroso platillo, se nos haga agua la boca. Los aromas y los lugares nos pueden
ayudar a repetir las sensaciones pasadas y a disfrutar otra vez de la misma
experiencia.
Estoy seguro de que compartirán conmigo que, de
todos los banquetes, el mejor es el eucarístico y sin embargo muchas veces lo
recibimos sin el entusiasmo del perrito del experimento. Las razones podrían
ser variadas: costumbre, tibieza, distracción, etc. La conclusión siempre será
la misma y es que muchas veces comulgamos sin hambre.
Y la verdad es que es mucho lo que perdemos,
porque a mayor devoción al comulgar, corresponde un mayor fruto espiritual. No
es cuestión de beatería, sino de sacar el mayor provecho a tan insigne
platillo, que si bien podemos recibirlo diariamente no tendríamos porque dejar
de apreciar su valor eterno.
La clave para evitar la rutina cuando de
comulgar se trata, nos la da el mismo perrito de Pavlov. Si a él le bastaba
escuchar el sonido de la campana, nosotros tenemos mucho más que eso. Toda la
liturgia de la Santa Misa tiene como objetivo prepararnos a tan grandioso
momento, vivirla con atención nos permite llegar a la comunión con un espíritu
bien dispuesto.
La próxima vez que entre a Misa, recuerde la
sencilla lección que nos deja el mejor amigo del hombre. Que hasta en las cosas
más sencillas, quien de verdad quiere, encuentra grandes lecciones.
Hasta el Cielo.
P. César Piechestein, MED
jueves, 21 de febrero de 2013
Convivencia Juvenil-Vocacional
Se invita a jóvenes y jovencitas con inquietud vocacional. Entrada libre, llevar Biblia y lunch para almorzar.
Sábado 16 de marzo, de 9:00 a 17:00.
Sábado 16 de marzo, de 9:00 a 17:00.
Casa de las Misioneras Eucarístic as de Nazaret , Juan Montalvo 415 y General Córdova (frente al Mercado Artesanal)
miércoles, 20 de febrero de 2013
La receta de Don Manuel
Hace quince días tuve la bendición de hacer mis
ejercicios espirituales anuales. Fuimos un nutrido grupo de sacerdotes, más de
ochenta, los que pudimos orar y meditar las verdades que Cristo proclamó y que
la Iglesia continua predicando.
Cada día teníamos una hora de adoración eucarística
en grupo y uno de nosotros debía dirigir la misma. El segundo día me tocaba
hacerlo y aproveché para leerles varios pasajes de los escritos de Don Manuel.
El libro escogido fue “En busca del Escondido”, de más está decir que es uno de
mis favoritos.
A uno de mis compañeros le llamó mucho la atención
el párrafo que les comparto a continuación. Aunque no me he puesto a averiguar
si Don Manuel poseía artes culinarias, creo que esta receta que nos brinda es
de las más importantes y por lo tanto digna de ponerse por obra:
"Receta para ser grande
Mientras más hombres voy
tratando y más obras suyas conociendo, me convenzo de que la medida de la
grandeza de éstos, está en proporción inversa con la medida de su distancia
respecto del Sagrario.
Es decir, a más distancia
menos grandeza; a menos distancia, más grandeza.
Por eso los santos, que son los hombres en
todo grandes de verdad, llegan a serlo cuando acortan tanto su distancia al
Sagrario que se convierten ellos mismos en Sagrarios con dos pies, en los que
va muy a gusto el Jesús de su Comunión.
¿Receta para ser grande?
Hacerse Sagrario."
(Obras Completas n. 2696)
Creo que todos, de una manera o de otra, queremos
ser grandes. Nadie quiere pasar por el mundo sin dejar su huella, sin
trascender. Claro que hay modos y modos de ser grande. Nosotros queremos, o al
menos, deberíamos querer ser grandes como los santos. Esa grandeza que no sólo
deja huella en la historia y en la vida de muchos, sino que nos hace grandes a
los ojos de Dios, que es quien mejor paga. Don Manuel resume el método con la
cercanía que podamos tener al Sagrario. Claro está, no es sólo la cercanía
física sino que nos convirtamos nosotros en Sagrarios, en portadores de Cristo,
en Evangelios con pies.
Así que a ponernos a los pies del Abandonado. Seguro
que hará en nosotros grandes cosas, como lo hizo en su Madre. Seamos almas de
Sagrarios, sacerdotes con corazón de Eucaristía.
P. César Piechestein, MED
viernes, 16 de noviembre de 2012
Partículas Sacerdotales - Benedicto XVI y Don Manuel González
“Dios por medio de Jesucristo es el principal
artífice de la evangelización del mundo; pero Cristo mismo ha querido
transmitir a la Iglesia su misión, y lo ha hecho y lo sigue haciendo hasta el
final de los tiempos infundiendo el Espíritu Santo en los discípulos, aquel
mismo Espíritu que se posó sobre él y permaneció en él durante toda su vida
terrena, dándole la fuerza de «proclamar a los cautivos la libertad, y a los
ciegos la vista»; de «poner en libertad a los oprimidos» y de «proclamar el año
de gracia del Señor»”
Misa de inicio del Año de la Fe, Benedicto XVI
“¿No os habéis fijado en
que la fe de muchas gentes casi se reduce a admirar lo que Jesucristo hizo en
el Evangelio sin cuidarse de esperar y creer lo que hace y hará en el Sagrario?
Sacerdotes,
evangelizadores del pueblo, ¿sabéis de dónde vienen ordinariamente vuestras
tristezas, vuestros desalientos y vuestras inquietudes de espíritu?
Vienen de
establecer, no doctrinalmente que sería una herejía, sino prácticamente y aun sin
daros cuenta, dos Jesucristo; uno el del Evangelio que hizo muchos milagros y
otro el del Sagrario que podría hacerlos, pero parece que no esperáis que los
repetirá.
Predicadores, confesores, directores de almas, introducid ese presente de
indicativo en vuestro lenguaje y veréis cómo eucaristizáis vuestros ministerios
y cómo les daréis fecundidad ¡infinita!”
“En busca del escondido” Beato Manuel González
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